Esbozos y rasguños
Noches que no olvidaremos
Bellingham convierte a sus rivales en alevines, en chicos de primaria sin fundamentos, sin fondo físico, blandos y algo lentos
El de mantenimiento

En el Stadio Diego Armando Maradona, antiguo San Paolo, uno de los escasos campos de Europa que logran aguantar con dignidad ese cordón sanitario con la afición en forma de pista de atletismo, se podía leer una valla publicitaria de la UEFA que rezaba: « ... Noches que no olvidaremos». Y es posible que muchos ya recordaremos para siempre la de este martes como la primera gran noche europea de Jude Bellingham con la camiseta del Real Madrid. Porque ni el más optimista madridista (y esto suele ser un poco oxímoron) soñaba con una adaptación tan engrasada, tan natural. Si hasta Modric, Zidane, Marcelo o Benzema, tótems del club, sufrieron en sus inicios, ¿por qué no iba a hacerlo un chico inglés sin demasiada experiencia?
Lo que más impresiona de Bellingham es que recuerda a cuando jugabas en el patio del colegio con un chico de dos o tres cursos más, cuando se colaba de repente en tu partido uno de los mayores, se iba a de todos por pura zancada y fusilaba sin compasión al portero (normalmente un pobre amigo tuyo con gafas esperando estoicamente la hora de su muerte) para luego marcharse, socarrón y con la corbata semianudada, mientras se encendía un cigarro antes de ir a recoger en vespino a su novia. Esa misma suficiencia y superioridad se ve en algunos de sus gestos jugando. Convierte a sus rivales en alevines, en chicos de primaria sin fundamentos, sin fondo físico, blandos y algo lentos.
Hasta Valdano llegó a decir en un momento de la retransmisión: «Dásela a Bellingham, Tchouaméni, please». Escuchar a Valdano pronunciar «please» en directo tal vez fue otro de esos momentos que ya nunca olvidaremos. Recordó fugazmente al entrenador de baloncesto del instituto de Will Smith en 'El Principe de Bel Air' cuando todo su libreto de jugadas consistía en acabar con la orden: «Y se la pasamos a Will». Pero eso despierta Bellingham ahora mismo.
Posiblemente tampoco olvidaremos la noche de este martes en Nápoles por asistir al momento histórico del nacimiento del primer gol-colleja, creación de Fede Valverde, que ya merece su propio lugar en los anales de mejores golpeos de la historia junto a Didí cuando se inventó la folha seca y a Roberto Carlos con su bomba inteligente. El gol, además, tuvo un efecto balsámico tanto en el equipo como en el propio jugador uruguayo. Porque el Pajarito andaba algo enjaulado en este nuevo rombo de Ancelotti, sin poder desplegar las alas a su aire y echar a volar. Y es el canario en la mina del equipo: cuando no trina a gusto, peligro.
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