Esbozos y rasguños
El arte de saber estar
Puede que Bellingham no sea el jugador más ortodoxo del mundo ni en los controles ni en los pases. Ni siquiera ocupa un puesto canónico sobre el campo. Pero sabe estar. Sabe llegar, sabe defender, sabe ver, sabe aparecer
Algunos hombres buenos
Real Madrid - Real Sociedad: horario, canal de televisión y dónde ver gratis el partido de la Copa del Rey hoy

Jude Bellingham consiguió el gol del empate ante el Leganés lanzándose a por un balón caído del larguero mansamente tras una sucesión de extrañas carambolas y rebotes. Un gol feúcho y a bocajarro sobre el que no se escribirán nunca grandes poemas. Para el ojo ... poco entrenado del advenedizo el diagnóstico será claro: «¡Vaya suerte la de este inglés!». Para el habitual del Bernabéu el análisis es bien distinto: «Otra vez más aparece Jude».
Puede que Bellingham no sea el jugador más ortodoxo del mundo ni en los controles ni en los pases. Ni siquiera ocupa un puesto canónico sobre el campo. Pero sabe estar. Sabe llegar, sabe defender, sabe ver, sabe aparecer. Y no han sido pocos los goles que ha conseguido surgiendo
como una manifestación celestial en el instante y en el lugar preciso justo cuando ya nadie espera nada. Llegando antes que el resto. Ganando la posición a rivales incautos y despistados. Con ese sexto sentido propio de esos animalillos del bosque que detectan un terremoto antes de que se produzca. Intuyendo fallos ajenos. Sabiendo estar.
Puede recordar en esto a Felipe Reyes, leyenda del equipo blanco y de la selección española de baloncesto, quien nunca fue el pívot más alto, ni siquiera el más fuerte, pero que siempre se hinchó a conseguir rebotes bajo el aro por instinto, anticipación y fe. Cuando se trata de algo puntual, podemos estar ante un golpe de suerte, un regalo caído del cielo. Cuando lo conviertes en tu seña de identidad, como Bellingham o Reyes, algo estarás haciendo bien que los demás no están haciendo. No es fortuna, es método.
La suerte es ese cajón de sastre en el que los supersticiosos meten todo aquello que desafía los estrechos límites de su conocimiento. Lo que se escapa de lo habitual, de lo esperado, es inmediatamente sospechoso de ser producto del azar. A Bellingham, que no negocia nunca un esfuerzo y que se mata a correr cuando las cámaras no le están enfocando y el balón anda lejos, no se le puede decir que lo suyo sea suerte porque eso sería un insulto al sacrificio, a la fuerza de voluntad y a la capacidad de trabajo, pilares del madridismo.
Los titulares y los elogios de la sufrida victoria ante el Leganés se los llevará, merecidamente, un Mbappé estelar por su doblete. Pero hasta en ese segundo plano está cómodo Bellingham. Porque él sabe mejor que nadie que lo que haces en la sombra es lo que te acaba poniendo en el foco.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete