Atletismo
La rabia incontenible de Josué Canales
Carles Castillejo, el entrenador del bronce mundial de 800, explica las virtudes de un chico aún en crecimiento

El bronce mundial de Josué Canales en Nankín comenzó a cocinarse dos semanas antes, justo después de la final del Europeo de Apeldoorn. Aquella carrera era la que, en realidad, estaba marcada en rojo en el calendario del atleta. El momento elegido para brillar. ... Sin embargo, la gestionó mal. Durante tres vueltas peleó con el neerlandés Ryan Clarke por ganar la posición, y cuando llegó a la última recta se encontró vacío, sin fuerzas. Acabó quinto.
«Cuando volvió el martes a Sant Cugat estaba destrozado, totalmente desilusionado», explica a este periódico su entrenador, Carles Castillejo. «Decía que tenía que esperar dos años para tener otra oportunidad así».
Nada más lejos de la realidad. «Yo le dije: 'Dentro de quince días tienes un Mundial. Si no quieres ir, no vayas. Pero al menos piénsalo, porque estás en buena forma'. Al principio le costó arrancar, pero tras el primer entrenamiento de intensidad media vio que estaba bien y disipó las dudas».
Canales, quien irrumpió con fuerza en el panorama nacional el año pasado (subcampeón de España, por debajo de 1:45 y clasificado para los Juegos de París), dio la gran campanada este enero, con la temporada invernal aún incipiente. En un mitin del World Indoor Tour en Luxemburgo pulverizó el récord de España en pista cubierta (1:44.65, sexta marca europea de todos los tiempos) y se colgó el cartel de favorito para el Europeo. «En Apeldoorn, esa presión pudo con él; le generó ansiedad tener que demostrar que era el mejor».
En Nankín todo fue distinto. Canales afrontó las series y la semifinal sin la necesidad de exhibir a cada instante que era candidato al podio. Y lo mismo hizo en la final, analizada junto a Castillejo hasta el último detalle. Tanto, que la llevaba grabada en la cabeza antes incluso de disputarla. «Sabíamos que sería una carrera rápida desde el principio», narra Castillejo sobre lo vivido en el tartán. «Lo normal era que Hoey y Crestan (oro y plata) obtuvieran la calle libre. Y teníamos claro que el otro estadounidense, Miller, también saldría por delante. Quedamos en que Josué se situase entre el cuarto y el quinto y, al ver que se producía el corte, intentase superar al ugandés Dradriga sin cambiar de ritmo, solo manteniendo la velocidad».
Canales cumplió el plan a la perfección. Tanto, que incluso asusta. Castillejo le había insistido en que no pasara el 400 más rápido de 51.5, porque si lo hacía, pincharía al final. Casualidad o no, ese fue exactamente el tiempo en el que el español cruzó el ecuador de la prueba. A partir de ahí, todo era relativamente sencillo: debía confiar en su cambio final, ese que siempre conserva si la carrera ha sido limpia. «A 150 metros vi que el segundo estadounidense ya no podía y empecé a gritar. Él también lo intuye ahí, porque ejecuta una curva espectacular».
Castillejo, que no pudo viajar a China con su pupilo, admite que se puso «a llorar como un histérico» cuando Canales por fin cruzó la meta: «Son momentos únicos, sobre todo por ser la primera vez».
Relación fructífera
Los caminos de Castillejo y Canales se cruzaron en diciembre de 2023. El técnico dirige un grupo de entrenamiento en el CAR de Sant Cugat, el mismo lugar donde el atleta trabajaba con su anterior preparador. «Uno de mi grupo me dijo entonces que Josué quería hablar conmigo. Nos reunimos y él me explicó los problemas que tenía, que deseaba probar conmigo. Fue casi por casualidad». El técnico, cuatro veces olímpico y campeón de España en todas las distancias de fondo -desde 5.000 metros hasta maratón-, se encontró con un deportista desanimado, que además salía de una pubalgia, una lesión complicada para alguien de su perfil. «Empezamos desde muy abajo, casi desde cero».
Técnico y atleta aprovecharon el invierno de 2024 para conocerse y sentar las bases del verano. Trabajaron mucho el aspecto mental, además del específico en la pista. Y cuando llegó la temporada estival, Canales era un atleta sin miedos, lleno de desparpajo. «Al acabar la pista cubierta me dijo que iba a hacer la mínima para los Juegos. Ese rasgo lo define. Si se marca un objetivo, lo persigue hasta conseguirlo. Al principio puedes pensar que está loco, pero si insiste, basta con programar los entrenamientos».
Ese verano, Canales no solo luchó por lograr la mínima; también estaba pendiente de recibir el transfer para poder competir con España. De origen hondureño, llegó a Gerona poco antes de cumplir tres años, pero nunca se había preocupado por la nacionalidad. De hecho, compitió por su país natal en los mundiales juveniles. «La confirmación del transfer le llegó apenas 24 horas antes de jugarse el pase a los Juegos. Eso dice mucho de su personalidad».
En su carácter influyó decisivamente una infancia difícil. Hijo de padres adolescentes, creció en un entorno desestructurado, sin que nadie controlara si asistía al colegio o se metía en problemas en la calle. Lo salvaron del mal camino el atletismo y su abuela, Ruth Liliana, quien viajó desde Honduras para ofrecerle un hogar estable. «Le debo el cielo a esa señora; la amo con todo mi corazón. No sería quien soy si no fuera por ella», reconocería Canales en la zona mixta de Nankín. Cuando por fin se asentó en el CAR, 'Nana' regresó a Honduras.
«Creo que la infancia lo marcó en sus ganas de comerse el mundo», corrobora Castillejo. «Gracias a eso es muy constante. Tiene rabia y ambición. Además, hemos formado un grupo de entrenamiento muy unido, y él lo disfruta; esa camaradería le ayuda a liberar tensión. Siempre dice que no corre solo, que detrás hay un equipo. Yo también defiendo que un entrenamiento sea bidireccional: no solo lo que diga yo, sino también lo que necesite el atleta».
A ambos les toca ahora planificar la temporada al aire libre, cuyo plato fuerte será el Mundial de Tokio, en septiembre. «Ha corrido seis veces por debajo de 1:46 este invierno así que, por equivalencia, espero que se acerque al récord de España al aire libre de Attaoui», confiesa su entrenador, convencido de que Canales ha llegado para quedarse. «Le falta aprender a templar los nervios y, en ocasiones, correr de forma menos impulsiva». Con 23 años, tiene aún margen de mejora en el 800, que será su prueba principal durante mucho tiempo. «Él procede del 400, de la velocidad. Irá ganando capacidad aeróbica, pero dar el salto al 1.500 le llevará años. De momento, queremos explotar sus condiciones en el 800».
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