CROMOS DE NIETO / RECUERDOS DE LIGA
Dani Güiza, arte y compás
Imprevisible, el duende le llegaba como a Federico García Lorca
Luis, método y carácter
A Dani Güiza, ese talento calé, me lo recuerdan cada cuanto amigos comunes. Y el Instagram. El ahora jugador de la U.D. Roteña, con algo de barba de patriarca, o no, vive el fútbol como siempre hizo, con un entorchado europeo y siendo ... Bota de Plata. Hay jugadores melancólicos, como aquel Fran del Superdepor. Luego está la alegría, la escuela andaluza. El desparpajo.
Güiza, trotamundos del fútbol, último hispano en hacerse con el Pichichi con pasión gitana y sangre española, por estar, ha estado hasta en Malasia o Turquía, donde siguió a su segundo padre, Luis Aragonés, perpetuando un romance paternal que ya le había abierto las puertas de la gloria en la Eurocopa, pero tampoco ha sido Güiza muy de alardear de glorias: ahí quedan sus dos goles en la citada Euro de 2008. Cinéfilo de Torrente como un clásico de los de Garci según propia confesión, también estuvo en los comederos del cuché, pero eso ya no nos ocupa.
Nos ocupa, eso sí, el pundonor de «empalmar una noche de fiesta con un entrenamiento», según un compañero, y salir como el «MVP de la pachanga» postrera. Es encomiable su amor por el balompié y no dejar algo que le da la vida. Imprevisible, le salía el Duende como a Lorca; Guardiola lo quiso para el Barcelona (en cuyo filial jugó), pero hubo poderes oscuros a los que le descuadraba el estereotipo máximo del charnego. Y tras la Eurocopa.
Para la posteridad queda su talante; casi siempre volvía a equipos como el Mallorca o el Getafe, donde dejaba huella. Y surtió de la mayor respuesta frente a un Xavi jardinero, en la selección, midiendo exquisitamente el césped. Y la respuesta del jerezano de que la hierba «está para fumársela».
Habría que ver la cara del de Tarrasa, cuadriculado, por lo demás, por ese Oxford nacionalista del fútbol que ha querido ser siempre La Masía.
Pasó por el Xerez y luego por el Cádiz. Una diplomacia 'sui géneris' pero exquisita para dos rivalidades enquistadas. Bajar al sur y perdérselo en ese tablado suyo del césped artificial o reseco trae mal fario. Primera andaluza.