Marino Lejarreta, el jubilado ciclista que nunca abandonó su profesión
DESPUÉS DEL... CICLISMO
Ídolo en los ochenta por su resistencia y su capacidad de sufrimiento, el excorredor, que invirtió en una tienda que no cuajó, se ha retirado de la vida laboral, pero mata el gusanillo del ciclismo en un equipo de segunda división
Thais Henríquez, de bailar en la piscina a dominar impuestos y mentes

Hago vida de jubilado desde hace unos cuantos años», suelta de entrada Marino Lejarreta, venerable retirado de la actividad laboral y emotivo exciclista para la afición vasca, que lo convirtió en los años ochenta en su punta de lanza. Lejarreta, 65 años, apodado el ... 'Junco de Bérriz', estrechó lazos con el ciclismo y nunca se ha separado de ello.
Lejarreta retiene aquel tono pausado y austero de su época como estrella del ciclismo. Pulso en calma para explicar que «no he conocido otro trabajo que estuviese fuera del ciclismo. Era lo que conocía, lo que conozco y no he tenido necesidad de salir de aquí». Corredor de enorme clase, de resistencia y gran fondo, escalador por naturaleza de cuerpo enjuto y ligero, Marino fue una especie de rara avis en el pelotón.
Le gustaba ir a cola del grupo para no tener accidentes y construyó su aura de ciclista diferente en Italia, en el Giro. «Me da vergüenza decirlo, pero me siento orgulloso de haber sido ídolo para mucha gente. Y de que aún te reconozcan ese cariño pasados un montón de años», dice a ABC. «Todavía me hago fotos con aficionados y firmo autógrafos».
Vencedor de la Vuelta a España en 1982 por descalificación de Ángel Arroyo, esa carrera luce en su palmarés como gran conquista, junto a tres Clásicas de San Sebastián y dos Voltas a Cataluña. En el Tour su mejor colocación fue un quinto puesto. Lejarreta hizo del Giro de Italia su carrera fetiche. Nunca se sintió cómodo en el Tour, la gran cita de las ambiciones y los nombres rutilantes. En el Giro no siempre había televisión en directo, sino resúmenes vespertinos y mucha entrega a las crónicas de los corresponsales. Logró dos etapas y estuvo cerca de subir al podio varias veces. Fue cuarto en 1984 y 1987, quinto en 1985 y 1991 y sexto en 1983.
«No destacaría ninguna victoria en especial, son diferentes épocas y cada una tiene su valor. Destacaría la trayectoria, que ha sido bastante homogénea y tenaz», cuenta el 'Junco'. Su condición de ídolo tuvo mucho que ver con la perseverancia. «Solo gané una grande, la Vuelta, pero el ciclismo es más que el Giro o el Tour. Yo estaba presente durante toda la temporada. No era rápido y sin embargo conseguí muchas victorias (52), lo cual quiere decir algo porque ganar en el deporte no es sencillo».
Fue coetáneo de Delgado, Gorospe, Cabestany, Arroyo, Cubino o Induráin. Guarda cierta similitud con el quíntuple vencedor del Tour en su mensaje lacónico y escueto. Persona tímida, de costumbres sencillas, Lejarreta defiende su personalidad. «Cada uno es como es, y yo no me siento más importante que nadie. Nací en un ambiente y un estatus sencillo y es el que me gusta».
Lleva años viviendo en Durango e invirtió en una tienda de ciclismo que no cuajó («tienes que estar tú mismo al pie del cañón porque si no, no funciona») y en los supermercados deportivos Fórum Sport. Desde que dejó el ciclismo en 1992, integró la nómina de preparadores del equipo ONCE con Manolo Saiz. Cuando la formación desapareció (2006), Lejarreta derivó sus quehaceres hacia otro conjunto más modesto, el Cafés Baqué. Y ahí sigue, pero siempre sin alardes. «No quiero ser director deportivo, implica estar en todas las carreras, y no tengo necesidad de vivir así».
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete