El Tercer Tiempo
Lo mejor: el resultado y la afición
El Betis sufre para batir al peor equipo que ha pasado por el Villamarín

El Betis no jugó su mejor partido, pero encadenó su cuarta victoria consecutiva en Liga. Las Palmas, en caída libre, no vence desde diciembre del año pasado. Los de Pellegrini solo tenían que evitar la excesiva confianza y ... aun cierta apatía que les ha llevado esta temporada a perder contra los colistas: Valladolid, Valencia, Alavés. Y, de hecho, el Betis no estuvo fino, con innumerables imprecisiones, y varios de sus futbolistas fríos como la tarde lluviosa y desapacible del domingo. No obstante, logró imponerse gracias a que el rival se quedó con un jugador menos en el minuto 60 y que Diego Llorente marcó para los suyos de un formidable trallazo. Tan solo Isco exhibió su nivel habitual y la hinchada coreó justamente su nombre en los últimos minutos del partido, aunque falló un penalti en el descuento.
El mejor en el estadio Benito Villamarín fue el número 12, como antiguamente se llamaba a la afición, cuando los once jugadores saltaban al césped con los primeros once dorsales. Con frío y lluvia, no podía ser menos apetecible salir de casa. Sin embargo, la hinchada respondió una vez más y casi 50.000 espectadores volvieron a darse cita en su hogar futbolístico. Solo el Real Madrid y el Atlético de Madrid concitan a más espectadores. Desafiando las inclemencias, los hinchas de Gol Sur se mantuvieron calientes durante todo el partido y sostuvieron el apoyo al equipo cuando este no jugó con brillantez, contagiando al resto del estadio: «Aquí estamos todos para cantarte tu canción; estamos apiñados como balas de cañón».
Mi sobrino Oliver vino de Tenerife para vivir ayer su primer partido en el Villamarín. Como tinerfeño, quería que perdiese su rival en el Archipiélago. Pero hacía tiempo que deseaba comprobar en vivo si era verdad eso que contaban acerca de la afición verdiblanca. Quedó asombrado. A veces es alguien de fuera, el que con su sorpresa nos recuerda que no es del todo habitual lo que uno experimenta cotidianamente. Cuando estamos familiarizados con un hecho, perdemos la perspectiva y lo naturalizamos. Por eso los antropólogos dicen que, para comprender la dimensión de un fenómeno al que uno está acostumbrado, hay que practicar el «extrañamiento», separándote mental y emocionalmente del hecho, observándolo con curiosidad, dejándote sorprender y no asumiendo aquello que das por supuesto porque forma parte de tu cotidianidad.
Normalmente uno se hace seguidor del equipo de su ciudad, salvo que no haya ningún club atractivo. Entonces ese hueco lo suele llenar el Real Madrid o el Barça. Estos son, junto con el Atlético de Madrid, los equipos con más seguidores en España. Si exceptuamos a estos tres, el Betis es el club que suscita más simpatías, como confirmó una encuesta realizada hace no demasiado tiempo. Siempre he pensado que ello tiene que ver con lo que el Betis irradia, especialmente su afición: un singular carácter basado en un vínculo tremendistamente emocional y sensitivo que es independiente de los resultados. Igual que un navarro puede pirrarse por la Feria, un vallisoletano por el Flamenco o un asturiano por la Semana Santa, el Betis encarna aquello que la sociedad española considera atractivo, casi misterioso, de los andaluces. Con todos mis respetos a los nacidos en Ciudad Real o Albacete, a uno le tienen que recordar a veces que es una suerte haber venido al mundo en Sevilla, y poder vivir en cierto equipo tardes de emoción barroca, cercana a lo que para mucha gente constituye casi una devoción religiosa.
Mi sobrino alucinó y el fervor colectivo de la hinchada le envolvió, a pesar de que lo que se vio sobre el césped no fuera extraordinario. Entró como un tinerfeño que quería que perdiese Las Palmas. Y salió como bético. Sospecho que ya para siempre.
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