Deporte
¿Discriminación o ventaja? El complejo encaje de los deportistas trans en la competición
La inclusión de atletas transgénero en el deporte no encuentra consenso: expertos y asociaciones LGTBI discuten alrededor de la testosterona como un abuso o un derecho
Discordia y sonrojo por una nadadora trans
De Zach a Emily: una ciclista agita el debate de los deportistas trans

En 1977, René Richards revolucionó las pistas de tenis. Richard Raskins hasta los 42 años, ganó a Chris Evert la final del torneo de Seattle con 44 años, ya como Renée y tras una operación de cambio de sexo para competir en el circuito femenino. ... En 2022, la nadadora Lia Thomas no ha tenido que pasar por el quirófano, pero sí por un tratamiento para bajar el nivel de testosterona tras definirse como mujer. Dos criterios que han generado un intrincado debate entre lo sentido y lo biológico, entre quienes alarman de que pueden vulnerar los derechos de las mujeres y quienes defienden que la inclusión es un derecho para las mujeres trans. Por ahora, no hay punto de unión.
El deporte de competición se basa en la igualdad de oportunidades, con categorías que parten del punto de partida biológico. Para permitir que las mujeres trans compitan en categorías femeninas el criterio establecido es el nivel de testosterona. En 2015, el Comité Olímpico Internacional (COI) relajó las condiciones con respecto a las de 2003: de la operación de sexo y una terapia hormonal «a fin de minimizar las ventajas relativas al género», a la declaración de identidad de género y una rebaja de la testosterona a menos de 10 nanomoles por litro de sangre durante, al menos, los doce meses previos a la competición. Aunque deja en manos de las federaciones la última decisión. «Son las que deben regular las condiciones en las que se ha de competir para asegurar una igualdad de condiciones de todas las personas: niveles de hormonas, fármacos permitidos, características personales independientemente de que sean personas trans, cis o intersexuales. Hay multiplicidad de deportes y su regulación ha de ser distinta», propone Carmen García de Merlo, presidenta de COGAM (colectivo LGTBI de Madrid).
La de rugby no permite a personas de sexo masculino participar en categorías femeninas a quien haya pasado la pubertad masculina; las de sexo femenino sí pueden participar en categorías masculinas. La Federación británica de ciclismo ha suspendido la normativa trans para reevaluar los criterios después de que muchas ciclistas reclamaran contra la incorporación de Emily Bridges a los torneos femeninos unos meses después de ganar medallas en carreras masculinas. Algunas asociaciones LGTBI denuncian discriminación en casos como este: «Son consideradas tramposas, están sufriendo insultos, se difunden sus datos médicos y son sometidas a juicios públicos en los medios de comunicación», reclama Víctor Granado, presidente de la Agrupación Deportiva Ibérica. «La polémica, además de exagerada, forma parte de una estrategia de querer eliminar a los trans de la existencia. No solo en el deporte, se habla de que podemos ser un peligro en baños, que podemos borrar a las mujeres. Cuando somos un uno por mil, y en el deporte de competición mucho menos. Es un revuelo que nos señalen y estigmatiza todavía más», añade Mar Cambrollé, presidenta de la Federación Plataforma Trans.
Especialistas médicos y jurídicos, sin embargo, señalan que la discriminación se produce hacia el otro lado, pues establecen que los niveles referidos por el COI, en muchas ocasiones, se considera dopaje para las mujeres no trans, que, de media y en condiciones normales, suelen tener unos niveles de entre 0'5 y 2'4 nanomoles por litro. «No hablamos ya de los 10 nanomoles; algunas federaciones como la de ciclismo tienen como umbral 5 nanomoles, que es unas tres veces más testosterona que la que puede estar presente como máximo en una mujer de forma natural», explica Irene Aguiar, asesora jurídica especialista en derecho deportivo.
Ventaja de serie
Además, añade una circunstancia en la que el COI no ha querido profundizar: la testosterona ha ejercido su función en el cuerpo durante muchos años antes del tratamiento de reducción. «La testosterona produce una diferencia del cuerpo desde la pubertad: se ha desarrollado la masa muscular, la densidad ósea, han crecido el corazón y los pulmones. Todo eso no se elimina aunque se produzca una rebaja en un momento determinado». «No existe una forma de revertir la pubertad masculina, por lo que la ventaja de rendimiento no se puede eliminar. Las autoridades deportivas, desde el COI para abajo, se aferraron a esto en respuesta para los hombres transidentificados que querían ser reconocidos como mujeres en el deporte, pero nadie cree que se borre la ventaja», añade Fiona McAnena, impulsora de la plataforma Fair Play for Women (Juego limpio para las mujeres).
La Federación internacional de rugby analiza así el efecto de la testosterona en términos competitivos: «Las ventajas de producción de fuerza y potencia conferidas durante la pubertad y adolescencia crea: un 50-60% de más fuerza, sobre todo en la parte superior del cuerpo; ventajas significativas en velocidad (10-15%); mayor capacidad para producir fuerza/potencia (entre un 30 y un 40%); ventajas de fuerza-peso entre un 30 y un 40%». No está de acuerdo Cambrollé, quien defiende que la fuerza se elimina. «El tratamiento de reemplazo hormonal es de estrógenos y de antiandrógenos; la testosterona puede bajar tanto que puede ser inferior a la de una mujer no trans».
Asociaciones como Alianza Contra el Borrado de las Mujeres sostienen, no obstante, que ya hay estudios que demuestran esta realidad de forma científica. «Por eso pedimos que se proteja la desventaja física que conlleva para las mujeres. Estamos a tiempo de hacer las prevenciones legislativas que eviten que las categorías femeninas se pongan en peligro. Todo el mundo tiene derecho a hacer deporte, esto no se le niega a nadie; pero en el deporte no compiten los sentimientos, compiten los cuerpos», indica Ángeles Álvarez, de la Alianza contra el Borrado de las Mujeres. Cambrollé replica que no todas las mujeres son iguales. «Ni siquiera somos las grandes perjudicadas. Están golpeando a las mujeres africanas que tienen, de forma natural, unos índices de testosterona más altos. Son las grandes descalificadas, y se las golpea de una manera racista a través de las personas trans». Se refiere al caso de Caster Semenya, campeona olímpica de 800 metros en Londres 2012 y Río 2016. Con una condición de Desarrollo sexual diferente (DSD), con cromosomas XY, pero sin desarrollo total de los órganos masculinos, se le prohibió competir en velocidad y ella se negó a medicarse para ajustarse a unos criterios que su cuerpo incumple de forma natural.
Categorías
Además de los números, el otro punto de choque es la autoidentificación. Muchas leyes amparan la inclusión de las personas trans y su derecho a participar en la categoría que elijan. La ley autonómica de Aragón, por ejemplo, explicita que «las personas transexuales puedan participar en las actividades deportivas de acuerdo a su identidad de género autodeterminada, aunque la registrada no coincida con esta». «Cada vez que entra un hombre autodefinido mujer, una mujer pierde un puesto; se cortan incluso las expectativas. Nadie duda de que tienen muchos obstáculos, pero no solucionan las cosas por la vía de que puedas elegir tu sexo. Una persona de 40 años no puede ir al Registro Civil a decir que siente que tiene 5. Pero sí vamos a permitir que, de manera generalizada, se cambie el sexo registral. Nos sorprende el silencio basándose en lo políticamente correcto. ¿Vulnerar los derechos de las mujeres es políticamente correcto?», apunta Álvarez. «Este debate se hace por la inclusión de las personas trans, pero no es inclusión, porque estás excluyendo, al menos, a una mujer biológica en el número de plazas. Cuando Lia Thomas nada, produce exclusión de que una mujer gane el oro, de que otra llegue al podio, a las competiciones, a las becas, a los patrocinios... Una inclusión produce decenas de exclusiones. Que no se pueden denunciar, además, porque te pueden tachar de tránsfobo. Espero que, con la evidencia que hay ahora, las entidades reflexionen, adopten o corrijan los datos con rigor científico-jurídico y no basándose en creencias para contentar a ciertas personas», añade Aguiar.
Recuerdan que hay mujeres trans que compiten en categorías masculinas y defienden ese criterio: competir por el sexo biológico, no por el 'sentido'. «La postura del sexo biológico se cree que vulnera los derechos humanos. No es así. El deporte se clasifica por peso, por edad. Son criterios objetivos. Nadie te pregunta qué edad te sientes. No dejamos que un adulto compita contra alevines aunque se sienta más joven. Nada de nuestro sentimiento compite. El sexo biológico es algo real. Una mujer trans no irá al ginecólogo ni menstruará», dice Aguiar. «Se busca situar las identidades trans en un deseo, pero se trata de la conciencia. Yo no me siento, yo soy», rebate Cambrollé. El partido continúa sin consenso.Categorías
Además de los números, el otro punto de choque es la autoidentificación. Muchas leyes amparan la inclusión de las personas trans y su derecho a participar en la categoría que elijan. La ley autonómica de Aragón, por ejemplo, explicita que «las personas transexuales puedan participar en las actividades deportivas de acuerdo a su identidad de género autodeterminada, aunque la registrada no coincida con esta». «Cada vez que entra un hombre autodefinido mujer, una mujer pierde un puesto; se cortan incluso las expectativas. Nadie duda de que tienen muchos obstáculos, pero no solucionan las cosas por la vía de que puedas elegir tu sexo. Una persona de 40 años no puede ir al Registro Civil a decir que siente que tiene 5. Pero sí vamos a permitir que, de manera generalizada, se cambie el sexo registral. Nos sorprende el silencio basándose en lo políticamente correcto. ¿Vulnerar los derechos de las mujeres es políticamente correcto?», apunta Álvarez. «Este debate se hace por la inclusión de las personas trans, pero no es inclusión, porque estás excluyendo, al menos, a una mujer biológica en el número de plazas. Cuando Lia Thomas nada, produce exclusión de que una mujer gane el oro, de que otra llegue al podio, a las competiciones, a las becas, a los patrocinios... Una inclusión produce decenas de exclusiones. Que no se pueden denunciar, además, porque te pueden tachar de tránsfobo. Espero que, con la evidencia que hay ahora, las entidades reflexionen, adopten o corrijan los datos con rigor científico-jurídico y no basándose en creencias para contentar a ciertas personas», añade Aguiar.
Recuerdan que hay mujeres trans que compiten en categorías masculinas y defienden ese criterio: competir por el sexo biológico, no por el 'sentido'. «La postura del sexo biológico se cree que vulnera los derechos humanos. No es así. El deporte se clasifica por peso, por edad. Son criterios objetivos. Nadie te pregunta qué edad te sientes. No dejamos que un adulto compita contra alevines aunque se sienta más joven. Nada de nuestro sentimiento compite. El sexo biológico es algo real. Una mujer trans no irá al ginecólogo ni menstruará», dice Aguiar. «Se busca situar las identidades trans en un deseo, pero se trata de la conciencia. Yo no me siento, yo soy», rebate Cambrollé. El partido continúa sin consenso.
Noticias relacionadas
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete