juguetes rotos
William Randolph Hearst, el verdadero Ciudadano Kane
El magnate de la prensa perdió su imperio tras la Gran Depresión y murió solo y olvidado

Fue el verdadero Charles Foster Kane. El magnate de la prensa en el que se inspiró Orson Welles para su película. Se llamaba William Randolph Hearst y llegó a controlar el imperio periodístico más grande del planeta en los años 20. Pero ... lo perdió todo al estallar la Gran Depresión y enfrentarse a Roosevelt. Murió de un infarto solo y olvidado en 1951 en Beverly Hills a la edad de 88 años. Un triste final para el que había sido el hombre más poderoso de Estados Unidos, temido y odiado por quienes se interpusieron en su camino.
Su leyenda ha sobrevivido gracias a 'Ciudadano Kane'. Welles se negó a destruir su película pese a la oferta astronómica de Hearst y el boicot de las grandes productoras de Hollywood. Casi todo lo que aparece en el filme refleja su personalidad: su megalomanía, su carácter despótico, su voluntad de tener el mundo en sus manos.
Llevado por su desprecio a Roosevelt se convirtió en un conservador radical que albergaba simpatía hacia los nazis
Durante varias décadas, el imperio de Hearst fue creciendo hasta controlar 30 grandes periódicos en San Francisco, Nueva York, Washington, Los Ángeles, Boston, Atlanta, Detroit y otras ciudades. El 'Journal' de Nueva York llegó a distribuir 1,5 millones de ejemplares, el medio impreso más vendido del mundo.
Hearst mandó construir en una finca de más de 1.000 de hectáreas en California el castillo de San Simeón. Era un verdadero museo con obras de arte compradas en Europa. Tenía 170 habitaciones, una inmensa biblioteca, un teatro, dos piscinas y un zoológico. Allí estuvieron como invitados Churchill, Lindberg, Clark Gable, Chaplin y otras celebridades. Como refleja la película de Welles, el magnate tuvo que subastar casi todos sus bienes cuando se vio obligado a liquidar su patrimonio. San Simeón fue hipotecado en 1933 a Harry Chandler, el propietario de 'Los Ángeles Times'.
Tras pedir una serie de préstamos que no pudo devolver y una fracasada emisión de bonos, Hearst perdió el control de su imperio periodístico y liquidó sus negocios de minería. La única persona que no le abandonó fue la actriz Marion Davies, su amante, que subastó sus joyas por un millón de dólares para ayudar al magnate. Marion, que era 34 años más joven, permaneció fiel hasta su muerte pese a que él se había negado a divorciarse de su mujer, con la que tuvo seis hijos.
Marion no era la cantante mediocre que aparece en la película de Welles, que, en cambio, refleja con notable rigor los vaivenes políticos del millonario. A comienzos de siglo, era un demócrata radical, que defendía los derechos de los trabajadores y criticaba a las grandes familias estadounidenses. Luego, llevado por su desprecio a Roosevelt, se convirtió en un conservador radical que albergaba simpatía hacia los nazis.
Hearst poseía un extraordinario olfato para la prensa. Contrató a los mejores periodistas de la competencia y a los más brillantes ilustradores. Su sensacionalismo no estaba exento de calidad literaria. Y carecía del menor escrúpulo como acreditó cuando sus periódicos se convirtieron en medio de presión para que Estados Unidos declarara la guerra a España. Él fue quien fabricó la mentira de que el Maine había sido hundido en aguas cubanas por un sabotaje cuando lo que sucedió es que explotaron sus calderas accidentalmente. Sus intereses económicos en la isla contribuyeron a su beligerancia en el conflicto.
Como también se narra en el filme de Welles, era hijo de un ingeniero que tenía varias minas de oro. Hearst heredó el patrimonio familiar, que incluía la propiedad de 'San Francisco Examiner'. Pronto descubrió que la prensa no sólo podía ayudarle a ganar mucho dinero sino, sobre todo, a tener poder, que era lo que más le interesaba. Él mismo dictaba los editoriales de sus medios y redactaba los titulares.
El magnate quiso también hacer carrera política, pero no tuvo éxito. Fracasó en sus intentos de ser alcalde y luego gobernador del estado de Nueva York, aunque sí salió elegido para la Cámara de Representantes durante varias legislaturas. Era la época en la que tenía el apoyo de Tammany Hall, el lobby demócrata, con un discurso populista contra los ricos.
Fue un hombre soberbio y lleno de contradicciones, pero también un innovador en el mundo de la prensa y un empresario con olfato. Su mayor enemigo fue su desmedida ambición y su falta de límites. Su vida es la demostración de que de la gloria a la miseria sólo hay un paso.
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