Molina empieza la temporada pisando fuerte: indulta a Guerrero en el festival por los damnificados de la dana de Letur

Abrió la tarde un buen novillo de Los Espartales con el que Ventura aprovechó para sacar caballos nuevos de su cuadra, que demostraron una madurez y una torería admirables. Llamaron la atención, especialmente, Oro Negro en banderillas y Brillante con las cortas. Una labor completísima y muy redonda del rejoneador que, tras un pinchazo, dejó un efectivo rejón, cortando la primera oreja de la tarde.

Al fin se pudo despedir Ponce de Albacete (aunque fuera vestido de corto), una tierra que tanto le ha querido, y lo hizo cortando dos trofeos al segundo de la tarde. Ponce estuvo en Ponce, y eso es decir mucho. El de Daniel Ruiz era flojo aunque noble, y Enrique le buscó las cosquillas, destacando sobre todo algunos redondos con la derecha, parsimoniosos, elegantes y rematados con ajustados pases de pecho, marca de la casa. Tras las poncinas finales, lo mató de una buena estocada. Menos suerte aún tuvo Manzanares con su novillo, que no terminó de entregarse en la muleta del alicantino. Dejó algunos derechazos estimables, estuvo técnicamente perfecto, y cortó un apéndice tras pinchazo.

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Talavante quitó por chicuelinas y con la muleta le hizo una excelente faena, con el novillo respondiendo con nobleza y humillación, que le permitió hacer su toreo más característico vertical, conjuntado con arrucinas y demás repertorio improvisado, muy de su gusto, que remató de buena estocada tendida. Dos orejas cortó, con y petición de rabo no atendida. Que sí lo fue en séptimo lugar, con otro novillo de Talavante al que Marco Pérez le cortó los máximos trofeos. El animal fue cambiante, le faltó rimo y tenía una embestida incómoda. Pero eso le permitió demostrar que sabe sacar partido de las condiciones que tenga su oponente, aunque no sean las mejores. En sus manos, según lo fue haciendo, el novillo fue a más, y acabó metiéndolo en el canasto.

Molina se llevó la tarde con el novillo de regalo. Con su primer novillo, el más deslucido del encierro, estuvo muy templado, mostrando sus grandes cualidades, pero la poca fuerza del animal y el mal uso de la espada por alargar en exceso el trasteo, hicieron que la labor fuera silenciada. Se metía, entonces, José Fernando en el callejón con enorme disgusto por no haber cortado las orejas que se había ganado con su muleta. Pero la suerte le iba a sonreír cuando decidió pedir el sobrero, Guerrero, al que toreó a placer con el capote en varios quites. El de Domingo Hernández mostró calidad desde que salió, y aguantó una faena de muleta larguísima, con redondos en los que sólo veía el vuelo de la muleta e iba hasta el final. El albaceteño comenzó de rodillas, y de todas maneras lo toreó y le dio fiesta. El animal sólo estuvo falto de fuerzas, pero en ningún momento hizo un signo de rajarse, lo que provocó la petición de indulto, atendida por la presidencia.