ASÍ LO CONTÓ ABC
Lo que se dijo de Enrique Ponce en su debut en Madrid: «Es un niño, pero con talento de matador de toros»
Con 16 años, el valenciano cautivó a crítica y público aún sin cortar orejas en su presentación de novillero
Ponce también tuvo un principio: historia de sus rivales
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«El público abandonó la plaza con el nombre de Ponce en los labios. No es mala cosa eso de debutar en Madrid y dar mucho que hablar. Suerte, muchacho». Así finalizaba la crónica de ABC que daba cuenta de la presentación en Las ... Ventas del jovencísimo novillero valenciano el 1 de octubre de 1988.
Enrique Ponce acaba de decir adiós a los ruedos en la Plaza México después de más de tres décadas como figura del toreo. Ha sido un torero que desde que dio los primeros pasos como becerrista ya sorprendió por sus excelentes condiciones. Con 16 años ya había concitado la atención de los aficionados, que lo esperaban en su debut en el coso madrileño en la Feria de Otoño de 1988. No cortó orejas, dio una vuelta al ruedo en su segundo de La Fresneda y aquel día dejó entrever todo lo que fue y confirmó después.
'Impresión general: estamos ante un niño prodigio', tituló Vicente Zabala la crónica en la que confirmó las virtudes del chaval y vislumbró su futuro. «Es un niño de verdad, pero con talento de matador de toros con muchos años de alternativa», aseguró el crítico, que advirtió a la vez: «Que llegue o no a las alturas, es otra cosa. Ser torero es poco menos que un milagro. Por eso es más fácil acertar diciendo que no a un principiante, negándole el pan y el agua, que profetizar profundos éxitos».
Y se aventuró por la excelente impresión que le causó: «Enrique Ponce tiene una larguísima carrera por delante. Tiene que pedalear mucho, incluso crecer físicamente, desarrollarse, para llegar a la meta soñada».
«El crío valenciano le llegó al público con su figurilla aniñada, con su oficio excelentemente aprendido, con su bien colocarse delante del toro y con las ventanillas que tiene que utilizar para compensar la poquedad de sus facultades», seguía el texto abecedario.
Con todo, el maestro de la crítica advertía de que «los prodigios suelen ser armas de dos filos para su propia trayectoria, pero no es fácil contemplar a un chaval en una plaza de tanta responsabilidad, con una novillada seria, desenvolverse con tanta soltura como desparpajo».
Ponce confirmó todas y cada una de las bondades que apuntó aquella tarde. El 16 de marzo de 1990 tomó la alternativa en su plaza de Valencia, treinta siete años después acaba de decir su adiós -¿definitivo?- a una carrera de época.
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