'La reina de la belleza de Leenane', una obra que no ha perdido vigencia
Crítica de teatro
La obra no solo no ha envejecido lo más mínimo, sino que continúa siendo una de las más sobresalientes aportaciones del teatro de nuestro tiempo.
'La reina de la belleza de Leenane', la historia de dos personajes atormentados y marcados por una dependencia tóxica

Crítica de teatro
'La reina de la belleza de Leenane'
- Texto Martin McDonagh
- Adaptación Bernardo Sánchez
- Dirección Juan Echanove
- Escenografía y vestuario Ana Garay
- Iluminación David Picazo
- Espacio sonoro Orestes Gas
- Intérpretes María Galiana, Lucía Quintana, Javier Mora y Alberto Fraga
- Lugar Teatro Infanta Isabel, Madrid
Estrenada en 1996 y galardonada con algunos de los más importantes premios, 'La reina de la belleza de Leenane' no solo no ha envejecido lo más mínimo, sino que continúa siendo una de las más sobresalientes aportaciones del teatro de nuestro tiempo. Como en ... las grandes obras, Martin McDonagh nos pone sobre las tablas personajes que son psicologías aquejadas de las patologías propias del vivir, esto es, un puñado de almas a la deriva que nos muestran sus resentimientos, sus violencias, sus deseos y sus infamias, también su forma de anhelar el amor. Su naturalismo de acero corta como el filo de un cuchillo, su tremendismo hace que esa convivencia hostil de una madre y una hija se vea influida por el paisaje rural irlandés, un infierno de vacas, barro y emigración.
El drama o melodrama sigue manteniendo su fuerza telúrica y política, como si los diálogos entre Mag y Maureen, tan violentos, tan sarcásticos y de un humor tan macabro, nos quisieran contar una epopeya familiar en los límites del mundo, ahí donde reinan la devastación y el deseo de huida. Todo transcurre en ese ámbito tan querido por el teatro irlandés como es la cocina, una cocina donde madre e hija se despellejan, ponen en movimientos sus odios, sus recuerdos y sobre todo crean el conflicto entre vejez y la última juventud. Mag, la madre, interpretada con toda la maestría por María Galiana, tiene el vuelo de esos personajes mitológicos capaces de sacrificar a una hija, de manipularla y llevarla hasta los límites de la locura para no verse sola, arrojada a una residencia, desarraigada y extraña. Maureen, la hija, en cuyo papel pone también toda la pasión Lucía Quintana, se ha convertido ya en una mujer sin atributos, y a sus 45 años ve pasar delante de ella el último tren del deseo.
La tensión dramática siempre busca el cortocircuito psicológico, por eso la obra no decae en ningún momento. Mezclando los grandes temas como el tiempo, Irlanda, las frustraciones o la muerte con elementos de la cultura de masas, McDonagh es muy hábil al romper las certezas, al jugar con la ambigüedad, al introducirse en estas psicologías enfermas para romper los límites entre la realidad y la ficción.
Juan Echanove ha dirigido con audacia 'La reina de la belleza de Leenane', ha sabido darnos este plato de crueldad y de humor, y hacer de ella un canto a la libertad individual cuando el mundo alrededor se muestra como una gran carga, como una herida abierta de dolor.
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