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La política, vara de medir al cine español

La política, vara de medir al cine español

. El matrimonio del cine español con su público -ya ni recuerdan la luna de miel- se ha puesto en manos del especialista, un reconocimiento tácito de que algo no marcha bien y un primer paso, indispensable, para arreglar desavenencias. La segunda buena noticia es que el estudio encargado por Egeda (Entidad de Gestión de Derechos de los Productores Audiovisuales), en colaboración con la Fundación Ortega y Gasset, arroja conclusiones positivas: ambos cónyuges aún se quieren, aunque no siempre sepan demostrárselo.

Metroscopia, que es quien ha preguntado a 3.202 ciudadanos los porqués de ese supuesto desamor, certifica que el 61 por ciento valoran el cine español como bueno o muy bueno. Por el contrario, sólo el 20 por ciento piensan que nuestras películas son malas o muy malas. Los propios autores del informe «La imagen del cine español en la sociedad española», dirigido por José Juan Toharia, destacaban ayer la enorme contradicción que suponen las respuestas del público: «La gente dice que el cine español es bueno, pero no va a verlo».

Preguntados por su actitud, los espectadores explican que nuestra cinematografía ofrece unos productos «de andar por casa». La necesidad de acudir a las salas se genera sobre todo ante grandes producciones, espectaculares y a ser posible de acción (aunque las mujeres tirarían más por la comedia, si de verdad mandaran). Si a eso se suma el coste y las dificultades cada vez mayores de acudir a una sala (sumado el transporte, el aparcamiento, las palomitas y hasta la cena o la merienda), la sociedad se debate entre dos formas de ver el cine. La más cara y tradicional la reservan para los grandes títulos. Es en la «económica», de la pantalla de plasma, las zapatillas y la pizza descongelada donde encajan mejor los títulos españoles que, por otra parte, siguen siendo «cutres» y abusan del drama, la guerra civil, los personajes marginales y el sexo, a tenor de las quejas de sus detractores.

¿Y quiénes son esos detractores, ese 20 por ciento que al menos hace lo que dice? (Del mismo modo, habría que preguntarse cómo sabe el 10 por ciento que jamás ve cine español que éste es malo). Fernando López, vicepresidente de Metroscopia, José Pablo Hernández y Pilar Bartolomé, parte visible del equipo autor de la encuesta, han buscado mil explicaciones, la mayoría de las cuales no bastan para agrupar con criterio a los más hostiles a nuestro cine: ni su sexo, ni su nivel cultural o económico, ni el hecho de que vivan en pequeñas aldeas o grandes ciudades afecta a las respuestas. Sólo su orientación política modifica la forma de enfocar, nunca mejor dicho, el conflicto. El cristal con que se mira es la política. A saber, el público de derechas es mucho más crítico que el de izquierdas, aunque, como destacó José Juan Toharia en su exposición, incluso en la extrema derecha la percepción es positiva, si bien no tan entusiasta.

En efecto, mientras el 67% del público de izquierdas considera que nuestro cine es bueno y sólo el 16% lo ve con malos ojos, los espectadores de derechas favorables a las películas producidas en España bajan hasta el 50% y los detractores suben al 32. Los autodenominados de centro, como es lógico, se encuentran a medio camino: 60% a favor, 21% en contra.

Contradicciones

Hay otras contradicciones en las respuestas de los 3.202 entrevistados, aunque más difíciles de justificar (empezando por ellos mismos): ¿por qué el 62% dicen que irían más al cine si bajaran los precios de las entradas y luego la mayoría admiten que el billete es lo de menos y que lo que de verdad influye es el coste de la excursión familiar? ¿Por qué el 80% afirman que debería protegerse la propiedad intelectual y un alto porcentaje parecido reconocen descargarse películas en internet?

En lugar de destacar las inevitables incoherencias, destaquemos una notable coincidencia entre el diagnóstico de los espectadores de a pie y el de un grupo de diez expertos (entre los que se encontraban Icíar Bollaín y Agustín Almodóvar) también preguntados por Metroscopia. Unos y otros destacan como necesidades del cine español hacer menos películas pero con más medios, invertir más en su promoción y bajar los precios de las entradas «españolas».

Asimismo, los expertos reclaman un poco más de autocrítica por parte de nuestros productores, que se haga un cine más exportable y que las estrellas se impliquen más como representantes de nuestra cinematografía. También proponen que se trabaje desde las escuelas para formar a los espectadores del futuro, quienes deberían acostumbrarse a ver el cine en versión original y al concepto de derecho de autor.

Tanto Enrique Cerezo como Ignasi Guardans, director general del ICAA, reforzaron en la presentación del informe este carácter autocrítico que necesita el cine español para mejorar su imagen y no producir películas a espaldas de los gustos del espectador. Guardans, además, declaró a ABC que en breve anunciará nuevas medidas de promoción de nuestro cine. Para terminar, cabe comparar tan loable actitud por parte de todos los asistentes (entre los que abundaban los productores) con su abandono masivo cuando los políticos-teloneros fueron sustituidos por los propios autores, que realizaron la exposición técnica. Todo muy español.

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