Antes de Nunca Jamás: los escritos inéditos de Peter Pan revelan su lado oscuro
Pepitas de calabaza publica por primera vez en español cuatro textos que desvelan el proceso creativo de Barrie, sus obsesiones y el papel crucial del doble siniestro en su obra
Peter Pan no era tan candoroso como imaginabas

En sus 'Notas de producción para Peter Pan' (1908), J. M. Barrie escribía que, cuando somos niños, jugamos a ser piratas o pieles rojas y, por la noche, lo soñamos, pero que también existe un tiempo mágico, entre la vigilia y el sueño, «en ... que el jugar y el soñar se confunden en la mente infantil como si fueran uno, y el mundo de la fantasía se torna real». El escritor británico calculó que duraba una media hora y esa es justo la que recreaba en 'Peter Pan o el niño que no quería crecer', «una obra para niños y para 'quienes alguna vez fueron niños', tramada por un autor que escribe desde el lugar de un niño», según sus propias palabras.
Cada vez que a Barrie se le ocurría cómo mejorar la fórmula, incorporaba una modificación en la pieza, que fue un éxito desde su estreno, en 1904. Hasta 'Anónimo: una obra', la versión primigenia del texto teatral de Peter Pan creada a partir de las 'Notas feéricas' solo un año antes, se representó con variaciones. Y las sigió introduciendo, temporada tras temporada, hasta 1928 (en 1911, ante la insistencia de sus editores, la reescribió también en forma de novela con el título de 'Peter Pan y Wendy'). «Barrie, que consideraba su obra como algo vivo, se afanó en retocarla año tras año tanto para sorprender siempre al público como para perfeccionarla progresivamente», explica a ABC Alejandro Lapetra, especialista en la obra del escritor.
Algo similar defiende Lapetra que ocurrió con su mítica criatura en 'Peter Pan. Los inéditos' (Pepitas de calabaza). Con motivo de los cien años de la primera publicación en nuestro país de la novela por la editorial Juventud, el libro reúne las cuatro únicas obras del autor sobre el niño eterno que hasta hoy no se habían publicado en español: 'Anónimo: una obra'; sus anotaciones para la creación de la criatura, 'Notas feéricas'; el cuento 'El borrón en Peter Pan' (1926), y el discurso 'El capitán Garfio en Eton o el Solitario' (1927). Explícita o implícitamente, Barrie esbozó en ellos y en siete textos más los diferentes rostros de Peter Pan. «En apariencia son heterogéneos e incluso contradictorios entre sí, pero son un rompecabezas perfecto y circular que solo cobra sentido –un sentido deslumbrante– al superponer figuradamente las obras, de tal modo que lo que se transparenta de las unas complete sin fisuras las faltas de las otras», afirma.
Nacimiento y precuela
Fue así desde su nacimiento. Barrie publicó en 1902 la novela 'El pajarito blanco' en el que insertaba el cuento 'Peter Pan en los jardines de Kensington', que se considera la precuela de su obra más célebre. El autor vivió durante años cerca del mismo lugar donde ambientó esta historia, en el que solía pasear con los cinco hermanos Llewelyn Davies. Fascinado por su imaginación desbordante, Barrie afirmó que frotó a estos niños «unos contra otros hasta que salió Peter». Este cuento explica cómo quedó atrapado en la infancia. Es un bebé de solo siete días que se escapa de su hogar y vuela hasta el parque, donde conoce a Maimie, casi su primera Wendy. El eterno recién nacido pasó luego a ser el eterno preadolescente (muchas voces apuntan que otra de las inspiraciones fue su hermano David, que era el favorito de su madre y falleció a los 14 años en un accidente).
Las 'Notas feéricas' recogen poco después la misma idea. «Funcionan como una especie de transición entre el Peter de Kensington y el de Nunca Jamás. En las notas, Barrie baraja la posibilidad de que la madre de Wendy sea también aquella que olvidó a Peter, su primer hijo, tras huir por la ventana cuando era un bebé; pero la termina descartando porque Peter y Wendy no debían ser hermanos», incide Lapetra.
Con una intrincada caligrafía, el autor escribió 466 anotaciones, pero no recoge las tramas esenciales de su obra hasta el último tercio. «Proyectó en principio la obra como un cuento de hadas que gustase a sus ahijados, los niños Llewellyn Davies, pero luego debió percatarse de que los hermanos mayores preferían ya las historias juveniles de aventuras, al estilo de 'La isla del tesoro', de modo que tomó elementos de su fotonovela 'Los niños náufragos de la isla del Lago Negro' e hizo virar la trama en esa dirección», señala el editor de 'Peter Pan. Los inéditos'.
Con una isla, unos niños perdidos, un perro que los vela y un pirata (Barrie), la citada fotonovela parece contener el germen de la historia. Concebida en 1901 para el ámbito privado y de la que solo se imprimieron dos copias, «consiste en una serie de 36 fotografías que recogen los juegos de Barrie con los niños de la familia Llewellyn Davies durante un veraneo en el campo; fotografías a las que el autor agregó pies de foto, títulos de capítulo y un prefacio que permiten interpretar el conjunto como una novela de piratas», asevera el experto.
En las 'Notas feéricas' no aparece un capitán pirata (sin garfio) hasta la número 347. El papel de malvado ya estaba ocupado, era el propio Peter: «Está descrito en la primera mitad de sus apuntes como un demonio que se dedica a secuestrar niños y a dejarlos morir en el bosque para evitar que crezcan», subraya el especialista. Esa doble cara ha hecho pensar a expertos como Alfonso Muñoz Corcuera que la obra de Barrie es una reescritura del mito griego del dios Pan, con el que comparte rasgos, como el abandono por parte de la madre, la relación caprina –el dios era mitad cabra y Peter Kensington monta sobre una–, la flauta y una personalidad con dos vertientes: una alegre y traviesa frente a otra siniestra.

Con la incorporación de los piratas y los indios como los nuevos oponentes en la obra, surgió sin embargo un problema: «Hacían perder sentido a la idea de que Peter fuese a la vez el protagonista y el villano principal. Al mismo tiempo, el dramaturgo se dio cuenta de que necesitaba a un pirata, más importante que el resto, para interpretar una escena en el proscenio que rellenase el tiempo que se precisaba para cambiar tras las cortinas un decorado complejo; y ese fue el nacimiento del Capitán Garfio», señala Lapetra.
Es aquí donde la obsesión de Barrie por el doble siniestro o 'doppelgänger' se manifiesta de forma más inquietante. En las 'Notas feéricas': «No creó al pirata de la nada, sino a partir de los rasgos negativos que se desprendían de la sombra de Peter; de su lado oscuro. Fue así como la maldad del protagonista se suavizó y Garfio surgió como antagonista autónomo». El proceso ni nació ni terminó ahí. Tal como el escritor explora en 'El cuerpo en la caja negra' (1885) y 'La casa del miedo' (1916) también recogidos en 'Peter Pan. Los inéditos', el doble no solo se duplica; a menudo se convierte en triple.
«Pese a que nunca se ha destacado, este último rasgo lo comparten estas dos obras con la ficción más famosa de Barrie, donde el señor Darling, padre de Wendy, podría suponer una suerte de estadio intermedio entre Peter y Garfio; el canto de la moneda de la que ellos son cara y cruz. Las similitudes entre los tres personajes son numerosas en todos los textos, pero resultan especialmente visibles en las obras inéditas».
Visionario
Los textos de Peter Pan se completan con un conjunto de indicaciones para la escenificación y comprensión de una «pieza de hadas» (1904, 1908) en las que queda de manifiesto que tenía muy claro lo que quería contar y cómo quería contarlo, pero sus productores pensaron que se había vuelto loco. Hadas, piratas, indios, un cocodrilo que hace tictac, una casa subterránea, niños volando sobre el escenario... «La obra necesitaba, efectivamente, una puesta en escena y una producción impecables para conseguir sumergir a los espectadores en su magia y que la pretensión del autor se cumpliese. Por eso fue una suerte poder contar con la fe y el entusiasmo del productor norteamericano Charles Frohman –cuya mente funcionaba como la de un niño–, que financió sin reservas el delirio de Barrie».
Su ambición era devolver al público a ese territorio difuso entre la vigilia y el sueño, donde la imaginación infantil cobra vida. Su propuesta era clara: no bastaba con observar, había que participar en el juego. Así lo expresó él mismo: «Vuelve a concebirte como un niño [le dice al adulto] e intentaré devolverte un poco de lo que una vez creíste ser, y algunas de las cosas que una vez creíste hacer. Puede que yo logre a la par que rías y que suspires; pero tú debes ayudarme primero viajando de regreso a esa media hora de crepúsculo en la que escribo para ti».
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