Los mayas sacrificaron a niños gemelos durante siglos en Chichén Itzá
Los rituales estarían relacionados con textos sagrados sobre unos héroes que burlaban a los dioses del inframundo
Descubren que el legado genético de los antiguos mayas perdura en poblaciones actuales, con una destacada inmunidad a la salmonella tras las epidemias del siglo XVI
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Durante más de 500 años, pero sobre todo en los 200 años de apogeo de la antigua ciudad maya de Chichén Itzá en México (del 800 al 1000 d.C.), decenas de niños de entre 3 y 6 años fueron sacrificados y depositados ... después en una cámara subterránea cercana al enorme templo adornado de serpientes emplumadas conocido como El Castillo. El estudio del genoma de 64 de ellos ha revelado que todos eran varones que, al menos en una cuarta parte, estaban emparentados por parejas con otro de los niños y que, sorprendentemente, había entre ellos dos pares de gemelos idénticos.
Los investigadores de un equipo interdisciplinar internacional que acaban de publicar su estudio en la prestigiosa revista 'Nature' creen que los niños fueron seleccionados por parejas para un sacrificio ritual relacionado con esta cámara que posiblemente fue un chultún, una cisterna de agua reutilizada. Entre los antiguos mayas, las cuevas, los cenotes (grandes pozos naturales) y los chultunes se asociaban con el agua, la lluvia y el sacrificio de niños porque se consideraban puntos de conexión con el inframundo.
En el mismo Chichén Itzá, el arqueólogo Edward H. Thompson llevó a cabo un drenado del Cenote Sagrado a principios del siglo XX y se identificaron cientos de restos humanos. También se descubrió una representación en piedra a escala real de un enorme altar formado por hileras de cráneos llamado tzompantli, prueba de la importancia del sacrificio en los rituales de esta urbe maya. En 1967, cerca del Cenote Sagrado, se encontró además el chultún con restos dispersos de más de un centenar de niños.

«Durante mucho tiempo, los arqueólogos pensaron que eran ofrendas de fertilidad y creían que se trataban principalmente de mujeres, aunque en individuos tan jóvenes no se puede determinar el sexo con precisión solamente mediante el análisis osteológico», relata en conversación telefónica con ABC desde Alemania Rodrigo Barquera, investigador postdoctoral en el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva (MPI-EVA) y autor principal del estudio.
Por la colección de huesos revueltos que se encontró en el chultún, sin esqueletos articulados ni individuos en posición anatómica, no era fácil determinar el número de fallecidos ni detectar un patrón que indicara si fueron o no enterrados al mismo tiempo. Dado que se desconocía a qué niño pertenecía cada resto, para evitar duplicidades los investigadores tomaron como muestra un hueso del cráneo en el que descansa el oído interno, la porción petrosa izquierda, que además preserva muy bien el ADN.
Parientes cercanos
Sus análisis posteriores revelaron que los 64 niños eran varones, la mayoría de entre tres y seis años, que procedían de diferentes poblaciones mayas locales y de distintos estatus sociales y que, además, muchos de ellos parientes de otro de los niños. Estas parejas de familiares habían consumido además dietas similares, lo que puede indicar que fueron criados en un mismo lugar y que procedían de un mismo nivel social o también que los preparaban antes del sacrificio y su dieta se homogeneizaba.

Aunque en todos se ha detectado un alto consumo de maíz, «entre los que genéticamente se ha detectado un parentesco, su dieta era muy parecida y también en los que fueron sacrificados más o menos a la vez, bien porque tenían una relación familiar lejana que no se ha llegado a detectar o porque venían los dos de la misma zona y tal vez se parecían», señala en conversación telefónica el coautor Patxi Pérez-Ramallo, investigador postdoctoral en el Departamento de Arqueología e Historia Cultural del Museo de la Universidad NTNU (Trondheim, Noruega) y el MPI-GEA.
Los Héroes Gemelos del Popol Vuh
El sorprendente hallazgo, además, de dos parejas de gemelos idénticos lleva a los investigadores a conectar estos sacrificios rituales con los mitos del origen maya del Popol Vuh. En este texto sagrado maya cuyos orígenes se remontan a más de 2.000 años, se narra la historia de los gemelos Hun Hunapu y Vucub Hunahpu que, tras su derrota en un juego de pelota son sacrificados a los dioses y descienden al inframundo. Los hijos gemelos de Hun Hunapu, conocidos como los Héroes Gemelos Hunapu y Xbalanque, vengan después a su padre y a su tío burlándose de los dioses del inframundo con repetidos ciclos de sacrificio y resurrección.
Los Héroes Gemelos y sus aventuras están ampliamente representados en el arte maya del periodo Clásico e incluso hasta bien entrado el siglo XX perduraron danzas y fiestas que los recordaban a lo largo de la región maya, que incluye la península de Yucatán y gran parte de los actuales estados mexicanos de Chiapas y Tabasco, todo Belice y Guatemala y la parte occidental de Honduras y El Salvador. «Era una creencia muy extendida», subraya Barquera.
La datación de 26 de los 64 niños fecha a la mayoría entre el año 800 y 1000 d.C., pero revela que «hay algunos anteriores a la fundación de Chichén Itzá», uno de ellos de aproximadamente el año 600 d.C., según el autor principal del estudio. «A lo mejor a este individuo lo llevaron de otro sitio hasta allí por alguna razón. Si asumimos que hay muchos elementos que nos confirman que se trata de un entierro ritual, eso nos habla de un pensamiento, de una intencionalidad en transportar a estos individuos, que le da un valor todavía más relevante al entierro», explica.
Aunque los relatos de principios del siglo XX popularizaron falsas historias escabrosas sobre mujeres jóvenes y niñas sacrificadas en Chichén Itzá, «este estudio realizado a partir de una estrecha colaboración internacional, le da la vuelta a esa historia y revela las profundas conexiones entre el sacrificio ritual y los ciclos de muerte y renacimiento humanos descritos en los textos sagrados mayas», destaca en un comunicado Christina Warinner, profesora asociada en la Universidad de Harvard.
Un legado genético que perdura
La información obtenida en el chultún de Chichén Itzá ha desvelado además que el legado genético de estos antiguos mayas perdura en la población actual de Tixcacaltuyub, una localidad del municipio de Yaxcabá, en Yucatán. «El núcleo de sus genomas sigue siendo parecido al de la gente que vivió ahí hace mil años», señala Barquera, pero los mayas actuales «llevan las cicatrices genéticas» de las epidemias sufridas tras la llegada de los conquistadores españoles, como la grave epidemia de cocoliztli de 1545 que fue causada por un tipo de 'salmonella entérica'.
«Múltiples líneas de evidencia apuntan a cambios genéticos específicos en los genes inmunes de los mexicanos actuales de ancestría indígena y de ancestría mixta que están relacionados con una mayor resistencia a la infección por Salmonella entérica», resalta.
Este investigador especializado en inmunogenética había detectado en los mexicanos una resistencia inusual a la salmonella y al comparar los genes de los mayas de Chichén Itzá con los de los habitantes de Tixcacaltuyub encontró que «la señal asociada a la inmunidad a la salmonellosis pasó de cerca del 25% a más del 40%».
Las investigaciones emprendidas por un equipo internacional formado por expertos de los Institutos Max Planck de Antropología Evolutiva y de Geoantropología de Leipzig y Jena (Alemania), la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH, Ciudad de México), el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Yucatán, México), la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY, México) y la Universidad de Harvard (Estados Unidos) han comprobado que el ADN antiguo permite «disipar suposiciones arqueológicas obsoletas y obtener nuevos conocimientos sobre las consecuencias biológicas de eventos pasados» y «nos ha dado una idea de la vida cultural de los antiguos mayas», subraya en una nota Johannes Krause, director del departamento de Arqueogenética del MPI-EVA.
También plantea nuevas preguntas, como ¿otros chultunes utilizados por los mayas para enterramientos siguen el mismo modelo de Chichén Itzá? o ¿hasta dónde se detecta esta señal genética? «Sería muy interesante porque permitiría, indirectamente, delimitar la extensión al menos desde la biología de la cultura maya clásica», según Barquera.
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