Son ocho, pero en realidad son nueve. No, un momento: ahí hay otro. Y justo ahí, desprovisto de su legendaria barba, otro más. Once en total. Once retratos de Charles Dickens, cada uno diferente aunque todos arremolinados alrededor de «Grandes esperanzas», acaso la más redonda de las obras del escritor británico y desafío que Ángel Mateo Charris ha resuelto con un centenar de ilustraciones que pulen y dan esplendor a esta cima narrativa del siglo XIX.
«Tiene muchos matices, es una novela de iniciación y aprendizaje, pero también tiene mucho sentido del humor. De ahí todos los retratos», explica Charris, firmante de las ilustraciones que «iluminan y ambientan» el lujoso volumen y la colorista exposición con la que Círculo de Lectores celebra su 50 aniversario y conmemora el bicentenario del nacimiento de Dickens.
El reto, confiesa Charris, fue doble, ya que además de no haber leído la obra, curiosamente la única novela de Dickens cuya primera edición apareció desnuda de ilustraciones, arrastraba ciertos prejuicios sobre el autor de «Historia de dos ciudades». «Pensaba en él como en un escritor juvenil, algo a lo que han contribuido todas esas ediciones resumidas que se han publicado», explica el pintor murciano.
Aún así, aceptó el desafío y, después de haber dado luz y color al «Corazón de las tinieblas» de Joseph Conrad en 2007 para la misma editorial, viajó a Rochester, se alojó en hoteles victorianos, curioseó en algunas exposiciones dedicadas a Dickens con motivo del bicentenario y, una vez leído el libro de cabo a rabo, intentó conectar su propio universo con el del escritor. «Esa forma que tiene de trabajar con capas tiene mucho que ver con mi modo de trabajar. Además, existe un cierto parentesco en como explora las cosas. Van Gogh ya dijo que Dickens era quien mejor pintaba», señala.
Pip, a todo color
Y así, pintando e iluminando a Pip, el huérfano que pasa de arrastrarse por su infancia a apretar con insistencia los botones del ascensor social, «Grandes esperanzas» cobra una nueva vida con unas ilustraciones que acompañan y complementan. «Intento crear imágenes que tengan vida propia y que puedan dar pie a una nueva narración», explica Charris mientras repasa sus originales y señala un loro vestido de novia, las escaleras de un hotel en el que él mismo se alojó, una colección de moños victorianos o el retrato del propio Dickens que, difuminado y en segundo plano, aparece en la portada del libro.
«Se me ha limpiado esa imagen que tenía de Dickens como escritor juvenil —confiesa—. Además, consiguió influir en al realidad social de su tiempo, algo que no tanta gente logra, y difuminó la barrera entre la supuesta alta cultura y cultura popular, ya que acabó trabajando con los mejores pintores de su época».
Y aunque quizá todo se resuma en esa espectacular imagen en la que las «Grandes esperanzas» de Pip se materializan ante sus ojos en forma de gigantesco sombrero de copa y diminuta moza instalada en el ala, Charris reconocer ha querido huir de las ilustraciones clásicas de la obra de Dickens, esas que, asegura, eran «como fotogramas de cine», para ofrecer su propia y personal visión del universo dickensiano. «Como sé que le gustaban mucho las ilustraciones, estoy encantado. No sé si esto le gustaría o no, pero seguro que habría dado permiso», asegura Charris.