que corra el aire
Isabel Coixet: «Gracias a los rodajes he aprendido a pensar que no tengo la razón yo todo el rato»
La cineasta y guionista prefiere un buen septiembre al caluroso julio. Al otro lado del teléfono, mientras prepara en Francia su próximo proyecto, Coixet contesta a las preguntas de nuestra entrevista de verano en ABC
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El verano es a Isabel Coixet lo que el agua al aceite. ¡Incompatible! Detesta la cineasta que la obliguen a estar quieta, y ya se sabe que el verano, como los domingos, ralentiza la vida a su mínima expresión. Se le queda al mundo ... cara de chiringuito y en lugar de trascurrir, el tiempo se escurre. Para que corra el aire, Isabel Coixet ha decidido seguir trabajando, esta vez desde Francia donde se desarrolla su proyecto más reciente. Abanico en mano y teléfono en la otra, contesta a las preguntas de esta entrevista de verano de ABC.
Historiadora, guionista y realizadora. De la publicidad saltó a la silla de dirección. Alcanzó reconocimiento internacional en 2003 con la película 'Mi vida sin mi'́ protagonizada por la actriz canadiense Sarah Polley, con quien también trabajó en su siguiente film 'La vida secreta de las palabras' en 2005. Esta última ganó cuatro premios Goya a Mejor película, Mejor director, Mejor productor y Mejor guion.
En 2008, estrenó la película 'Elegy', con Penélope Cruz y Ben Kingsley. De ahí en adelante, su carrera ha sido imparable. 'La librería', una adaptación de la novela de Penelope Fitzgerald, ganó el Goya en las categorías Mejor Película, Dirección y Guion Adaptado. Además de sus producciones audiovisuales, la más reciente de ellas 'Un amor', también una adaptación de la obra homónima de Sara Mesa, Coixet escribe una columna en XL Semanal, conduce el espacio 'Alguien debería prohibir los domingos', en Radio Nacional, y acaba de publicar el libro 'Te escribo una carta en mi cabeza' (Círculo de Tiza). Directa, espontánea y auténtica, Coixet responde sin poses ni pedestales.
¿Cómo se lleva con el verano?
Fatal. Odio el calor. Me crezco en el frío. Excepto 'Aprendiendo a conducir', que la rodamos en un verano en Nueva York, todas las demás han sido películas de frío y lluvia. Puede que ésa sea mi película más veraniega, porque ocurre en esa época del año, en el momento que el marido decide dejar a la protagonista y ella se consigue en una casa vacía, sudando en verano.
¿Es el verano una verbena apocalíptica?
Como definición, estoy de acuerdo. Hace dos años, en París, cuando empezamos a hablar del proyecto en el que estoy trabajando ahora, nos reunimos en plena canícula. ¡Treinta y ocho grados! No podía pensar ni escribir. Fueron cinco días de verbena apocalíptica. El calor me deja el cerebro como un licuado de papaya.
¿Existe un verano canónico en el cine? ¿Es cinematográfico el verano?
Quien mejor lo ha captado en el cine ha sido Lucrecia Martel en 'La ciénaga'. Retrata ese verano de moscas alrededor de la fruta a punto de pudrirse, con el sudor y la incomodidad. Yo prefiero otra cosa. ¡A mí dame un buen septiembre!
¿Cuál es el recuerdo más temprano que tiene del verano?
El recuerdo más nítido que conservo es yendo con mi madre y mi hermano, que era muy pequeño, a Badalona, a bañarnos en un sitio que se llamaba La doncella de la costa. Mi padre trabajaba cerca y venía a mediodía. Nosotros lo esperábamos allí.
¿Alguna sensación, algún olor, algún sonido?
Risas y gritos de niños. No me gustaba nada el sol. Decían que yo había nacido vampiro. No me gustaba nada. En aquel tiempo no había tanta protección con los rayos solares como ahora.
¿Cuándo se convirtió el verano en tiempo de lectura?
De adolescente. Recuerdo de manera muy vívida descubrir a Proust en un camping al en el que íbamos con mis padres y, de pronto, meterme en ese universo que no tenía nada que ver con el mundo a mi alrededor en ese momento: la pachanga, la barbacoa, los niños tirándose a la piscina.
¿Es el verano una ficción? ¿Realmente se es tan feliz?
Cada persona puede vivirlo de manera muy distinta. Hay a quienes la libido les aumenta en verano, a otras para nada. La estación que tiene más detractores y defensores es la primavera, porque renacen. A mí me pasa con el verano como con los domingos: no me gustan, porque no me gusta pararme. Los entreactos de mi vida los decido yo. No el calendario laboral ni agrícola, sino yo. Los domingos por la tarde deberían de estar prohibidos. Siempre lo digo en el programa y, para mi sorpresa, muchos están de acuerdo.
¿Se ha planteado el verano como un tiempo para escribir una novela?
Tengo tantos años escribiendo guiones, que sentarme a escribir significa teclear secuencia uno… Todo sigue automáticamente. Le tengo mucho respeto a la literatura como para escribir una novela. He hecho muchas adaptaciones literarias y siento mucho respeto por los libros. Escribo cada domingo desde hace 25 años. Entre los guiones y los artículos para el XL ya tengo una fórmula que controlo, la novela es un territorio que no controlo en absoluto.
¿Un director es un ojo que piensa?
Es un pobre diablo que intenta hacer la destilación de la vida. A veces le sale un cóctel interesante y a veces un cóctel fallido. Eres como un coctelero. El ojo que piensa suena bien, pero prefiero ser más humilde.
¡Pero un director tiene que verlo todo!
Ni me digas. He pasado tres días buscando locación para rodar. Son casas habitadas, reales. No platós. Entras en las vidas ajenas, me gusta este apartamento, pero sin esta pared, y eso aquí. Eres un aprendiz de arquitecto, un aprendiz de todo.
¿Qué tienen en común un historiador y un director de cine?
En el proyecto que estoy rodando, uno de los personajes es un famoso director que hace de mentor de una chica que quiere dirigir una película. Hay un momento en el que discuten y, delante de una pared, van superponiéndose una capa y otra, un rostro tras otro. Lo que ha de hacer un director no es arrancar todas esas capas, sino hacer que el espectador pueda verlas e intuirlas todas. Ese es el trabajo de un historiador: hallar lo que está detrás de la superficie del presente, despellejar la pared que nunca acabas de despellejar del todo. Crees que conociendo el pasado puedes explicar e presente, pues no, el galimatías sigue siendo insondable.
¿No es más exacto entonces que el creador?
La ciencia siempre parcial, atañe al individuo con la mochila de orígenes, clase, opiniones y formación que cada uno tiene. Es imposible definir el torbellino en el que vivimos. Nos estamos volviendo tan perezosos. El radicalismo tiene mucho que ver con eso. Una de las características humanas es la pereza. Que algo no tenga matices es fantástico. Tranquiliza mucho. Es como creer en Dios. Tienes mucho ganado y muchas angustias ahorradas. Lo difícil y lo importante es despellejar todas las capas de pintura de tu piso y no pensar que ya has llegado a tener la razón.
¿Ir por libre penaliza?
Estoy convencida de que puedo pensar una cosa hoy y mañana otra. Josep Fontana me dijo: 'Tú piensas una cosa y mañana otra'. Y eso te hace vulnerable. Ser un lobo solitario es duro, pero yo lo he escogido. Va con mi naturaleza. Gracias a los rodajes he aprendido a pensar que no tengo la razón yo todo el rato, que es algo que me pasa desde pequeña.
¡Que corra el aire! ¿Qué puede llegar a ser sofocante para Isabel Coixet?
Muchas cosas. Faltan páginas para hacer una lista de las cosas que me sofocan, pero hay una por encima de todas: la rigidez. No puedo con ella. Pienso que estamos en un momento en el que la rigidez se alaba. Me gusta ser junco, me gusta ser flexible, que eso no quiere decir que seas una veleta.
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