Hallan en Alemania un esqueleto enterrado con piedras para evitar que resucitara

Leyendas populares atribuían a los suicidas la facultad de regresar entre los vivos y sobrevivir a base de sangre humana

Grandes piedras sobre el pecho de un cadáver para que no resucitara ABC

Rosalía Sánchez

Corresponsal en Berlín

Las excavaciones en un antiguo patíbulo de Sajonia-Anhalt acaban de aportar pruebas sobre una práctica de enterramiento medieval centroeuropeo relacionada con el miedo a los vampiros. El esqueleto de un hombre, enterrado con piedras sobre la parte superior del cuerpo en el antiguo Galgenberg ... en Quedlinburg, sugiere que fue inhumado de esta forma para evitar que resucitase y causase posteriores daños a los vivos. El hallazgo arqueológico ha sido realizado en un lugar datado como antigua ubicación de ejecuciones, donde los criminales fueron ejecutados por ahorcamiento desde la década de 1660 hasta principios del siglo XIX. El hombre fue enterrado boca arriba, lo que descarta la hipótesis de un enterramiento maldito, y los arqueólogos sajones sospechan que pudo haber sido una de las llamadas tumbas de aparecidos. Por temor a que regresara, su cuerpo fue cargado y atado a la tumba.

«Este entierro relativamente digno en el lugar de ejecución apunta más a un suicidio que a una ejecución», afirma la arqueóloga Marita Genesis, de la Oficina Estatal de Conservación de Monumentos y Arqueología de Halle. «El esqueleto que yacía boca arriba en el ataúd con las manos cruzadas en la zona del estómago está muy bien conservado. Además, es posible que al difunto se le hubiera entregado una cadena de rosario, así lo indican fragmentos de cuentas de ámbar». En aquella época, a las personas que optaban por suicidarse no se les permitía ser enterradas en un cementerio normal porque se consideraba que estaban cometiendo un pecado mortal sin haberlo confesado. Sin embargo, al menos aparentemente, se les mostraba más respeto que a los condenados. Leyendas populares atribuían a estas personas, muertas en pecado, la facultad de regresar entre los vivos y sobrevivir a base de sangre humana.

Estos lugares, en las afueras de los asentamientos, han existido en muchos lugares desde la Edad Media. Los familiares o espectadores acudían a ellos a ver cómo eran ejecutados los condenados a muerte y, generalmente, los cuerpos eran enterrados allí mismo. En los fosos de huesos, las partes del cuerpo de aquellos que eran colgados o agarrotados se apilaban aleatoriamente en varias capas. Además de restos humanos, también se han encontrado en el mismo yacimiento restos de ropa como botones y hebillas y fragmentos de cerámica. «Esto sugiere que no todos los condenados fueron asesinados con una camisa penitencial, sino que a veces fueron conducidos al lugar de ejecución con su ropa cotidiana», deduce Genesis.

La investigación sobre la historia del derecho en las grandes ciudades todavía se realiza casi exclusivamente a través de fuentes escritas. Los registros arqueológicos de los lugares de ejecución, de los cuales probablemente quedan varios miles intactos en el suelo sólo en Alemania, corrigen significativamente la imagen de la ejecución de las sentencias. «En particular, las penas de muerte realmente aplicadas y los datos encontrados sobre la diferenciación de edad y género crean una imagen completamente nueva de las ejecuciones reales de las penas en los lugares de ejecución de la Edad Media», dice la arqueóloga, que ve surgir una imagen menos oscura y más piadosa de las prácticas de aplicación de la justicia, al menos en los enterramientos no relacionados con las prácticas antivampíricas.

Estas tumbas muestran a menudo marcadores como estacas, utilizados para volver al lugar del enterramiento y localizarlo, con el fin de observar cualquier signo de reanimación del difunto. Además de piedras sobre el cuerpo, suelen aparecer los cuerpos de alguna forma atados, para evitar sus movimientos. En Polonia, en Pien ha aparecido una mujer enterrada con un candado en el dedo del pie y una guadaña en la garganta, por ejemplo. La ausencia de textos que expliquen este tipo de enterramientos deja como únicos testigos a las propias tumbas, que van componiendo el relato histórico hallazgo tras hallazgo.

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Sobre el autor Rosalía Sánchez

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