A LA CONTRA
Fandanguillo del trapaceo
La tauromaquia es cultura. Y es, por si fuera poco, Patrimonio Cultural Inmaterial. Como tal, se le debe salvaguardia siendo esta, además, competencia del Ministerio de Cultura
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El ministro de Cultura, Ernest Urtasun
Imaginen por un momento a un ministro de Cultura que odia la danza, por lo que sea. Que lo considera una actividad despreciable que nada tiene que ver con la cultura y así lo manifiesta abierta y desacomplejadamente. O la ópera. Imaginen que sostiene como ... argumento que hay una gran mayoría de españoles a los que la ópera les importa una higa, que no ha ido nunca ni irá, así que el desinterés es claro. Imaginen uno que decide no otorgar ninguna de las Medallas de Oro al Mérito a las Bellas Artes a actores de teatro porque, está convencido de ello, es esta una ocupación injusta.
A nadie le parece necesario defender que la danza, la ópera o el teatro sean cultura: lo son. Y un ministro sosteniendo lo contrario parecería un zote o un chiflado y, su postulado, apenas fandango. La tauromaquia es cultura. Y es, por si fuera poco, Patrimonio Cultural Inmaterial. Como tal, se le debe salvaguardia siendo esta, además, competencia del Ministerio de Cultura.
Aquí podría acabarse este texto porque, todo lo demás, es lance disparatado. Toreo de salón con abantos. Si me gusta a mí o le gusta a usted que me está leyendo (a su vecina del cuarto, a su primo lejano, a un señor de Murcia con mucho tiempo libre y un vistoso fular al cuello) es anecdótico e irrelevante. Como si nos gusta la ópera, el teatro o la danza. Si la entendemos, si la disfrutamos, si vamos con cierta asiduidad o esporádicamente. O nunca jamás. Pero no. El texto sigue.
Dice el ministro Ernest Urtasun, a portagayola sin morlaco, que la tauromaquia es una «actividad injusta, sádica y despreciable, que nada tiene que ver con la cultura», que la mayoría de los españoles no la comparte y, como decisión personal, ni una sola de las Medallas de Oro al Mérito a las Bellas Artes otorgadas en enero de 2024 ha reconocido la labor de una figura del toreo. ¿Les parece más chiflado o menos que el ministro imaginario que decía exactamente lo mismo sobre la danza, el teatro o la ópera? Uno debería negarse a defender los toros, parafraseo a Arcadi Espada, por lo mismo que se niega a defender a Lorca. Por encima de ideologías, activismos y preferencias personales. No se defiende la literatura por lo innecesario de explicar sus bondades, aunque exista aquel al que no le guste leer, detestemos ciertos libros o no se llenen las bibliotecas más que los bares.
Dice el ministro Urtasun que la tauromaquia es una «actividad injusta, sádica y despreciable»
Decía el gran Manuel Chaves Nogales, nieto de pintor taurino e hijo de cronista sevillano, que se torea como se es. Que esto es lo importante. Quizá también se dirige un ministerio como se es, y quizá sea ese el problema: la becerrada en chiquero. Cuando uno no distingue entre su particular percepción de las cosas, cuando se universaliza la íntima convicción, cae uno en la prédica. Y lo malo de la prédica, de la moralidad exacerbada, es que aborta toda posibilidad de diálogo. Lo explica perfectamente el psiquiatra y ensayista Pablo Malo en su imprescindible 'Los peligros de la moralidad'. «Cuando se moraliza un tema», apunta, «se cierra. Ya no se acepta disidencia ni matiz. Es imposible la defensa. Una vez se ha establecido que hay buenos y malos, no queda espacio para el dato, para el argumento. No hay debate posible y eso impide el diálogo». Y ahí está la clave: en impedir el diálogo. Si el propio ministro de cultura ya ha dictaminado, Urtasun mediante, que la Tauromaquia es injusta, sádica y despreciable, que no es cultura siquiera, la réplica es imposible.
Es resistencia. ¿Tiene algo de enriquecedor señalar a una parte de la población como injusta, sádica y despreciable? ¿Es cometido suyo hacerlo basándose en sus gustos y preferencias? ¿Está su juicio por encima de la ley, de la 18/2013, de 12 de noviembre, en concreto, por la que se regula la Tauromaquia como patrimonio cultural? ¿Debe una persona, haciendo uso de su cargo, extralimitarse en sus funciones y decidir cómo tratar nuestro patrimonio cultural, el de todos?
Asegura Urtasun, capotillo abierto en burladero, estar por una cultura democrática para todo el mundo, con el acceso a esta para todos y condiciones dignas para el conjunto de sus trabajadores. Pero los reconocimientos y subvenciones se le rapiñan a todo lo relacionado con el toro, ninguneando y dificultando la labor de todos los que trabajan por y para él, y se desprecia a un buen número de aficionados, cuando no deja de crecer el número de festejos taurinos y de espectadores, situándose muy por encima de otras disciplinas culturales. Ni parece muy democrático ni, desde luego, para todo el mundo.
Cuando se universaliza la íntima convicción, cae uno en la prédica
Recordaba Chaves Nogales en su libro 'Juan Belmonte, matador de toros' un axioma lagartijero, pura flamenquería, que reza «te pones aquí, y te quitas tú o te quita el toro». Pero Urtasun sabe poco de toros, me temo.