Entrevista
Petros Márkaris: «Escribo sobre lo que me cabrea, escribo para tranquilizarme»
Maestro del 'noir' mediterráneo
Es uno de los grandes de la literatura griega. Empezó a escribir novelas con más de 50 años. Creó al comisario, Jaritos. Asegura que tiene una vida paralela con Camillieri, por muchas razones
Artículo sobre su obra
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Petros Márkaris nació en el seno de una familia greco-turca en Heybeliada, una de las islas Príncipes del Mármara en el año 1937. Cuando terminó la enseñanza primaria, su padre lo matriculó en el Liceo Austriaco, en pleno corazón de Estambul, donde acudía cada ... mañana en barco.
En «Constantinopla» o simplemente «La Ciudad», como la denominan Márkaris y los griegos, pasó su adolescencia y parte de su juventud. Recorriendo sus cosmopolitas calles descubrió todos los misterios de la ciudad escenario de varias de sus novelas.
«La Ciudad era completamente diferente a la de ahora. El liceo austriaco estaba en el barrio de la Torre de Gálata. Cuando paseaba por la calle principal escuchaba al mismo tiempo turco, griego, armenio, sefardita, francés e italiano. Seis idiomas en una misma calle, pero a nadie le sorprendía. Esa era nuestra cotidianidad».
Tal vez, por esta razón, ha elegido como su lugar de residencia el suburbio de Kypseli, en el centro de Atenas. Un barrio multicultural repleto de peluquerías africanas, tiendas de comida georgiana, supermercados árabes, bazares asiáticos, donde las calles y las cafeterías están siempre a rebosar y los niños aún juegan en las malogradas aceras.
«Me mudé a Grecia porque decidí que quería escribir en mi lengua materna»
Nos recibe en su casa, un apartamento en la planta tercera en una transitada calle peatonal. En sus estanterías repletas de libros, nos muestra su colección de pipas y la famosa enciclopedia 'Dimitrakou' que el comisario Jaritos consulta en la soledad de la noche para relajarse tras las largas jornadas en la comisaría de la bulliciosa avenida Alexandras.
Petros enciende la pipa y empezamos a hablar. De padre armenio y de madre 'romiá', como se denominaba a los griegos en Constantinopla, nos habla de cómo fue crecer en una familia donde convergían dos minorías.
«Mi familia era una excepción. Mi abuelo pertenecía a una familia rica de Armenia. Tenían una cocinera de la isla de Andros. Un día, la cocinera pidió a mi bisabuelo traer a su sobrina desde la isla griega para que ayudase en las labores. Mi abuelo se enamoró y le dijo a mi bisabuelo que quería casarse con ella (…) Mi bisabuelo le dijo que si se casaba con ella le desheredaría. Se casó con ella y su padre le desheredó. Mi abuelo nunca más volvió a hablar armenio. Yo no sé decir ni una sola palabra en ese idioma».
—¿Cómo fue escribir sobre Constantinopla en 'Muerte en Estambul' y en 'La muerte de Ulises'?
—Escribir 'Muerte en Estambul' fue un castigo para mí porque con cada historia que se me ocurría, me venían a la cabeza mis recuerdos que tiraban abajo la trama que estaba construyendo. Hasta que pensé en María, la niñera que nos cuidaba cuando éramos niños. Cuando mis padres se trasladaron a Grecia en la década de los años 70, María tenía 90 años y mi madre pensó que no era buena idea trasladar a una persona tan mayor a otra ciudad, así que encontró una habitación en el geriátrico de la minoría griega de Constantinopla. Pero María entró en depresión y murió triste. Así que pensé que podría hacer algo por María y la convertí en la protagonista de mi libro. Muchas de las cosas que cuento en el libro sobre la vida de María son verdad.
«El escritor tiene que ser disciplinado y el primer paso es tener un horario fijo»
—Usted estudió económicas en Austria. ¿Por qué eligió esta carrera universitaria?
—Era lo que quería mi padre. Cuando has nacido en el seno de una familia que pertenece a una minoría, conservadora como toda las minorías, es imposible decir no a tu padre. Yo odiaba la economía. Empecé a estudiar en la universidad de Estambul y, como no pisaba las clases, mi padre decidió mandarme a Viena. Y dije que sí, no por los estudios, sino por estar en Europa. Los estudios nunca los terminé, pero Viena me permitió conocer Europa. En Viena tomé las decisiones más importantes que han condicionado mi vida, entre ellas, instalarme en Grecia, porque decidí que quería escribir en mi lengua materna.
—Odia la economía, pero ha dedicado cuatro libros a hablar sobre el tema: la 'Trilogía de la Crisis' y 'Ética para inversores'.
—Cuando le dije a mi padre que me iba a Grecia a vivir, me dijo que lo hiciera pero que me buscase la vida porque no me iba a mantener. Cuando llegué a Grecia hablaba griego, turco, alemán, italiano y algo de francés. Encontré un trabajo en una gran empresa griega, Cementos Titán, donde me hicieron responsable del departamento de exportaciones. Así adquirí un gran conocimiento sobre la economía y cómo funciona gracias a mi trabajo. Fue una especie de castigo del destino por no haber querido estudiar economía [y ahora ríe].
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—Su primer libro se publicó en el año 1965, un año después de instalarse en Grecia.
—Sí, empecé a escribir en Grecia en el año 65, pero muchos años antes ya había empezado a traducir obras en alemán. En Grecia había poca gente que supiese alemán. El país había pasado por la Ocupación Nazi, y con lo que habían sufrido los griegos era normal que no quisieran aprender ese idioma. Cuando algún teatro quería programar teatro alemán yo me encargaba de traducir las obras. Así traduje la obra de Bertolt Brecht (…) Tras mi primera obra de teatro, escribí una segunda. Así conocí a Thódoros Anguelópulos. Vino a ver una de las representaciones y me ofreció escribir el guion de su segunda película, 'Días de 36'. Empezó así una colaboración que duró hasta su fallecimiento. Pasé del teatro a la escritura de guiones.
«En Grecia los policías son pequeños burgueses y como tal, todos quieren tener familia»
—Y en medio de todo esto, ¿cómo surgieron las novelas?
—En ningún momento se me pasó por la cabeza escribir novelas. En 1990, el canal de televisión griego Antena me pidió escribir los guiones de una serie televisiva de gran éxito, 'Anatomía de un crimen'. Estuve un tiempo con ellos, pero tras escribir 65 guiones les dije que no aguantaba más... Me quedé una temporada. Cuando empecé a escribir la nueva temporada, una mañana, sentado en mi escritorio, me imaginé con todo lujo de detalles a una familia formada por un padre, una madre y una hija. Era la imagen de la típica familia burguesa griega. Mi primera reacción fue decirme a mí mismo: «has escrito ya demasiadas cosas sobre familias aburguesadas, basta ya». Pero el hombre era un cabezota y me visitaba todos los días. Se convirtió en una tortura para mí. No me dejaba concentrarme en los guiones que tenía que escribir. Un día me dije a mí mismo: este tipo, para castigarme de esta manera o es policía o es dentista. Y así nació el comisario Jaritos. Y en ese momento, como si de una revelación se tratara, sabía que se llamaba Kostas Jaritos, que su mujer se llamaba Adrianí y que la hija se llamaba Katerina. Y así empecé a escribir la primera novela de la saga, 'Noticias de la noche'.
—¿Qué autores de novela negra leía y le sirvieron de inspiraron?
—¿Sabes con qué escritor tengo una vida paralela? Con Camilleri. Como yo, empezó su carrera en el teatro, escribió guiones cinematográficos y de ahí pasó a escribir novelas policiacas. Ambos empezamos a escribir novelas con más de 50 años. Camilleri perdió ambos ojos por un glaucoma, yo solo el derecho y la productora que convirtió sus libros en serie está haciendo la serie de mis libros.
—No obstante, el comisario Montalvano de Camilleri se parece poco a Jaritos. Jaritos es completamente distinto a los protagonistas de novela negra a los que estamos acostumbrados. Es un tipo sociable, del lado siempre de los perdedores, que tiene familia y un vicio sano, los 'yemistá' (tomates rellenos) de Adrianí.
«Cuando creo un personaje, siempre pienso en alguien conocido»
—Sí, la única cosa que tiene en común con Montalvano es la comida. Pensé que en Grecia los policías son pequeños burgueses y como tal, todos quieren tener familia. Y así creé a la familia. Yo creo que esta fue una de las mejores ideas que tuve. En los países del sur de Europa y en los de América Latina, los lectores se identifican con la familia, no con el policía.
—Desde los primeros libros hasta el último publicado del comisario Jaritos, 'La conjura de los suicidas', hay una evolución del protagonista: se ha vuelto más dulce.
—Sí, es verdad, y tiene que ver con que ha ganado mucho gracias a una persona que, en condiciones normales, tendría que ser su enemigo; me refiero a Sisis. Lo que me ayudó a crear esta relación fue que no he vivido ni la Ocupación Nazi ni la guerra civil (…). Mis novelas tienen dos relatos: por una parte el relato policial y por otra, la relación de Jaritos con Sisis. Para crear la relación de amistad de Jaritos con Sisis, me basé en una historia real que me contó un amigo que estuvo detenido durante la Junta de los Coroneles. En la comisaría había un joven policía, que cuando estaba en guardia de noche, les llevaba cigarros. Una de las torturas consistía en meter a los presos comunistas durante horas en cubas de agua congelada. Este policía les dejaba salir del agua y calentarse en los radiadores para que secaran sus ropas.
—¿Cómo crea sus personajes?
—Cuando creo un personaje, siempre pienso en alguien conocido. Defino unos rasgos y pienso en alguien que sea como el personaje. Como consecuencia, la mayoría de mis personajes son personas que conozco. Por ejemplo, Adrianí está basada en mi madre. Mi madre me preparaba unos deliciosos 'yemistá'. Pensé que tenía que buscar un plato que uniera a la pareja y se me ocurrieron los 'yemistá'. Las expresiones de Adrianí son de mi madre. Katerina comparte rasgos con mi hija. Jaritos es el único que no está incluido pero tiene rasgos del policía más humano que he conocido en mi vida. No era el típico policía salvaje y lleno de rencor.
—Es usted un escritor muy prolífico. ¿Cómo es su forma de trabajar?
—Mi jornada empieza a las 10 de la mañana y trabajo hasta las 2 del mediodía. Y después lo retomo de 4 y media a 7 y media. Todos los días, incluidos los domingos (…). El escritor tiene que ser disciplinado y el primer paso para ser disciplinado es tener un horario fijo. ¿Y si no te viene la inspiración? Pues sigues sentado hasta que te venga, las ideas acabarán llegando.
—Usted ha dicho en varias ocasiones que para escribir sobre un tema tiene que haberse enfadado muchísimo.
—Sí, para que escriba sobre algo, tiene que haber sucedido algo en la actualidad social o política que me haya cabreado muchísimo. Entonces pienso una historia y escribo para tranquilizarme.
«El escritor tiene que ser disciplinado y el primer paso para ser disciplinado es tener un horario fijo»
—Me imagino que la pandemia y los dos confinamientos le debieron cabrear muchísimo, porque publicó dos novelas.
—Lo que me cabreó fueron las teorías conspiratorias de los jóvenes griegos. Para una persona de mi edad, que ha vivido grandes conspiraciones políticas, esto no puede verse como una conspiración, no tiene sentido, si lo haces es que no tienes pensamiento político. Y por eso escribí 'La conjura de los suicidas', para mostrar que las viejas generaciones tienen una visión distinta.
Petros, dice, echa de menos a amigos que ya no están y cuyas conversaciones y estrecha relación fueron «alimento para mi mente y fuente de inspiración». Se refiere a personas como Gavrielidis, el editor que publicó por primera vez a Jaritos en Grecia, a Andrea Camillieri o a Umberto Eco. Y por supuesto a Angelópulos, de quien guarda bellos recuerdos de interminables charlas en la oficina del cineasta. Asegura que a su edad, los viajes y la escritura son lo que le dan vida. Antes de despedirnos, cuenta que acaba de empezar a escribir su última novela, también de la saga del Comisario Kostas Jaritos. El próximo 25 de mayo se publica en Grecia 'La Conjura de las Cariátides', que trae novedades como la creación de un nuevo personaje, Andigoni, una agente que trabajará mano a mano con Jaritos. Esperaremos con impaciencia su llegada a las librerías españolas.
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