Cambio de tercio
Sigourney, la titiritera
Conmueve ver a Sigourney Weaver en su debut en el West End londinense enfrentarse al público con 'La tempestad' de Shakespeare
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Conmueve ver a Sigourney Weaver en su debut en el West End londinense enfrentarse al público con ‘La tempestad’ de Shakespeare. Consciente de las malas críticas hacia su Próspero, como en una súplica musita: «Estamos hechos de la misma materia que los sueños». Lo ... sabe bien ella, superestrella de Hollywood hecha de fotogramas y mitomanía.
‘La tempestad’ es una obra sobre el teatro. Es la suma de todo lo que Shakespeare aprendió en una vida dedicada a las tablas. Y, sobre todo, es la apoteosis de un nuevo tipo de representación que aprovecha los recién estrenados recursos escénicos del teatro jacobino. Para los espectadores de la época, ver los increíbles juegos de tramoya y a los personajes volando sobre sus cabezas era lo más parecido a un taquillazo actual de ciencia ficción saturado de efectos especiales.
La versión del Royal Drury Lane —templo que atesora las esencias shakespearianas— es ferozmente fiel al espíritu de la obra. Próspero es un titiritero metafísico. Es el director de escena que dicta lo que sucede en la isla de su destierro. Por eso, Sigourney Weaver permanece sobre el escenario toda la representación, porque dirige la orquesta. Por eso, recita con una frialdad sobrenatural: ella ordena y ejecuta la obra, no es un personaje más, es la suma hacedora. La que fue Ripley en ‘Alien’ se convierte en Mother, la inteligencia artificial que rige los destinos de los pasajeros de su nave.
Recita con una frialdad sobrenatural: ella ordena y ejecuta la obra, no es un personaje más, es la suma hacedora
Las objeciones sobre Weaver han eclipsado la lucidez del montaje de Jamie Lloyd. Su ‘Tempestad’ es una ‘space opera’ que reflexiona sobre el arte teatral y que conjuga a la perfección la hipnosis y el sobresalto. Un eco de admiración recorre las butacas cuando Ariel vuela sobre la escena. Ayuda el efecto y el talento infinito de Mason Alexander Park, artista no-binario que parece una destilación de Bowie y Lady Gaga. Puede que el público vaya por Weaver, pero queda maravillado por todo lo demás. Y a pesar de los críticos, la audiencia despide a la superestrella con una ovación.
Que es lo que quiere Shakespeare cuando al terminar hace decir a Próspero: «Sea vuestra indulgencia la que me dé la libertad». Entendiendo por indulgencia los aplausos. Unos aplausos que fueron entusiastas.
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