PALABRAS Contadas
Napoléon en el Prado: el coloso de Waterloo
En el filme de Scott no aparece España, pero seguramente ha sido el Coloso el que ha enseñado al cineasta cómo las gastaba el país de Goya
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En la noche del Museo del Prado las Meninas juegan a las damas, Saturno pide verduras y las majas se intercambian una con la otra, por variar. Nadie puede verlo, pero seguramente ocurre. Hace unos días se produjo el estreno de la película de Ridley Scott ... sobre Napoléon en la pinacoteca, en un acto que no llega a cumplir aquel sueño de José Luis Garci de que el cine forme parte por fin de las colecciones del Prado. Fue más bien un estreno comercial que captó la atención de multitudes en la puerta y de famosos y la buena sociedad en el interior. Ridley Scott hizo algo más difícil que meter el Alien en la nave de Sigourney Weaver: metió a Napoléon en el Prado de Falomir.
El cineasta vino con Joaquim Phoenix, el actor que da vida al emperador francés en versión algo llorona. Mientras en la pantalla se sucedían las batallas, de Austerlitz a Waterloo, y lágrimas de Josephine a Josephine, uno podía imaginar la expectación entre los personajes de los cuadros de Goya de la época napoleónica.
El eco de las explosiones llegaría a la Familia de Carlos IV, al 2 y al 3 de Mayo y también al Coloso, esa alegoría de la invasión francesa que dejó de parecerle Goya al Prado y que ahora casi, casi ya es otra vez del pintor, pero que todavía no. Hay guerras inacabables. La vida de Napoleón acabó después de Waterloo, muy de actualidad entonces y ahora, en el destierro de Santa Elena. En el filme de Scott no aparece España, pero seguramente ha sido el Coloso el que ha enseñado al cineasta cómo las gastaba el país de Goya.
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