libros
Ignacio Aldecoa: el rescate de las novelas del mejor cuentista de la Generación del 50
narrativa
Está considerado como el mejor cuentista de la generación del 50, pero sus novelas siguen esperando el merecido reconocimiento. Ediciones como la reciente de Biblioteca Castro ayudan a su relectura
Otras críticas del autor
Carmen Martín Gaite, que nació en 1925, en el mismo año que el autor, y fue quizá la más lucida escritora de su generación, acertó al titular un libro Homenaje sobre Ignacio Aldecoa, 'Esperando al porvenir' (1994), título que conviene tanto a su autor ... como a los personajes de sus novelas. Especialmente éstas, pues como autor de cuentos Ignacio Aldecoa hace tiempo que viene siendo reconocido como el mejor cuentista de la generación del medio siglo, que cuenta con otros dos excelentes en ese género como son Medardo Fraile y Antonio Pereira. Ser tan bueno en el cuento ha ocultado que fue también gran novelista, si bien sus novelas todavía siguen esperando el reconocimiento futuro, ese porvenir que quizá ayuden a alcanzar ediciones como la presente en Biblioteca Castro.
NOVELA
'Novelas completas'

- Autor Ignacio Aldecoa
- Editorial Biblioteca Castro
- Año 2023
- Páginas 830
- Precio 50 euros
La verdad es que al releerlo me doy cuenta de la enorme injusticia que se ha cernido sobre su obra. No he podido dejar de pensar en que le bastó 'El Jarama' a su amigo Rafael Sánchez Ferlosio para que todas las Historias de la literatura abran la época con él y con Martín Santos, pretiriendo a un Aldecoa que alcanzó como novelista cotas no menores, incluso de mayor ambición. Con las excepciones, referidas a la novela de Caballero Bonald (quien lo prologó) o de Gonzalo Sobejano, quien señaló pronto su importancia, sigue desgranando la injusticia de ser la otra parte del mejor cuentista del siglo.
Grandes familias
En la generación del medio siglo, en cuanto a prosa hay dos grandes familias literarias: la formada por Martín Gaite, Rafael Sánchez Ferlosio, Medardo Fraile, Josefina Rodríguez y la que se constituyó en Barcelona gravitando en torno a los hermanos Juan y Luis Goytisolo, Ana Maria Matute, y Juan Marsé. Aislados quedaron como novelistas con mundo singular no heredable Martín Santos, Juan Benet y el Caballero Bonald de 'Ágata ojo de gato'. Releer estas 'Novelas completas' es caer en la cuenta de un cambio fundamental, que es de lenguaje.
De lenguaje narrativo y de lenguaje de la prosa, esculpida con un vocabulario y un sentido de la forma excelsa que parecía no precisar de la historia contada para decir su sentido. Ese sentido radicaba en la forma. Pensaban más en Góngora que en la picaresca. Los que no fueron cervantinos siendo grandes, sucumbieron al esfuerzo de leerles. Cuesta esfuerzo, sobre todo hoy, aunque merezca la pena, y el lector al que esta reseña anime no me desmentirá. De los tres ciclos novelísticos que su autor imaginó, solamente desarrolló parcialmente dos de ellos.
Al revisitarlo aquí me doy cuenta de la enorme injusticia que se ha cernido sobre su obra
Del primero han quedado las novelas 'El fulgor y la sangre' (1954) y 'Con el viento solano' (1957) que son continuación la segunda de la primera, con una España de posguerra en canal de conflicto tremendista, al modo de Cela con ritual goyesco de la pintura negra o de Gutiérrez Solana. La segunda se abre a los hombres que viven de la pesca y el mar y cuenta con 'Gran Sol' (1957) y 'Parte de una historia' (1957). Si nos fijamos en la cronología, ésta última queda como desgajada, tras diez años de silencio y ciertamente es otra cosa que las tres que se habían sucedido en tres años.
Hay dos elementos que proporcionan sólida unidad estilística a las cuatro novelas: son mundos cerrados y tienen como fondo una tragedia sobrevenida. En las cuatro late además la desesperanza, como si no formaran parte de ningún proyecto, y desde luego muy lejos del espíritu sociológico de la llamada novela social. Lo de mundos cerrados es espacial y es psicológico. En 'El fulgor y la sangre' el espacio físico es un castillo que albergan las Casas Cuartel de la Guardia Civil, donde unos pocos personajes, sobre todo las mujeres, esperan ansiosas saber quién ha sido el desgraciado que ha sucumbido en un asesinato de un guardia. La segunda novela está protagonizada por el gitano que ha perpetrado el crimen, quien huye casi fantasmal de su propio destino: no tener hacia dónde dirigirse. No hay esperanza posible ni de las víctimas ni del asesino, todos simbólicos de una España tan cerrada y pobre como su mundo.
La Graciosa
En 'Gran Sol' el espacio es todavía más cerrado, pues se trata de una embarcación de pescadores en la comarca marítima del Atlántico Norte, así denominada. Otra vez sobresalen personajes ensimismados sorteando una tragedia que finalmente se produce. Parte de una historia, la única narrada en primera persona por una voz que parece coincidir con la del autor, se sitúa en una isla que pudiera ser La Graciosa, la más pequeña de las Canarias, desolada y despoblada. Ni se sabe qué ha venido a hacer aquí el narrador ni qué hace su mirada de observador alienado, extraño, como los personajes de Sartre y de Camus.
Emerge un trozo de vida de unas gentes ensimismadas en su propio mundo, mundo al que el narrador, que no tiene historia anterior ni posterior, pertenece, y respecto al cual se evidencia una sensación de vacío existencial. La profesora Elide Pittarello había ofrecido en su edición de 2005 lúcida interpretación de un existencialismo sartreano para una obra con sentido impenetrable, salvo el símbolo-imagen de otredad. No es menor el novelista Aldecoa que el cuentista. Y cuánto está perdiendo la actual en punto de ambición y lenguaje respecto a esos años.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete