LIBROS
Los rostros de la enfermedad mental
Quienes sufren trastornos psicológicos y psiquiátricos son estigmatizados. Pero saben que la única manera de acabar con ese tabú es contarlo. De ahí la proliferación de libros en primera persona que buscan dar testimonio, y ejemplo

Es un dolor inefable. Sólo el que lo ha sufrido sabe lo que se siente y puede, por tanto, describirlo, tratar de encontrar las palabras que nombran un mal aparentemente invisible, pero cuya existencia es tan real que marca la vida de quien lo padece. ... Te agarrota. Te asfixia. Te anula. Llega a quitarte las ganas de vivir. Y, sin embargo, no tiene un origen físico. Tampoco hay un analgésico que lo haga desaparecer. Ni siquiera una razón, un motivo que explique el padecimiento extremo. Son los síntomas de una enfermedad mental . Porque estás enfermo. Sufres ansiedad. O depresión. O anorexia. O bulimia. O psicosis. O cualquiera de las muchas patologías psíquicas que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 25% de personas tendrá a lo largo de su vida.
Más cifras, antes de poner rostro a los números. Entre el 35 y el 50% de esas personas no recibe tratamiento, o no el adecuado. Los trastornos mentales representan el 12,5% de los problemas de salud en el mundo. 450 millones de personas sufren alguna dolencia mental que dificulta su vida, 300 millones padecen depresión y cerca de 800.000 se suicidan cada año. La pandemia ha disparado todos esos datos, ya desactualizados, y ha supuesto un punto y aparte. Se ha roto el silencio que, por miedo y vergüenza, imperaba en nuestra sociedad.
Hace un tiempo, hubiera sido impensable que la cuatro veces campeona olímpica Simone Biles confesara, en plenos Juegos de Tokio, sus «demonios mentales» y se retirara de la competición. Pero lo hizo. Pastora Soler dejó la vida pública a raíz de un ataque de pánico. El futbolista Andrés Iniesta atravesó una depresión en 2009, tras la muerte de su amigo Dani Jarque , y lo contó. La cantante Vega describe su trastorno bipolar en su último álbum, 'Mirlo blanco'. Dani Martín suele hablar de la salud mental en sus redes sociales. Y esa realidad sociocultural se ha trasladado al mundo editorial .
En los últimos meses, han visto la luz libros, muchos escritos en primera persona, que buscan dar testimonio, y ejemplo. El doble oro olímpico en gimnasia artística Gervasio Deferr relata su adicción al alcohol en 'El gran salto' (Península). Olatz Rodríguez cuenta cómo la anorexia truncó su carrera como gimnasta en 'Vivir del aire' (Planeta). Si bien el caso más llamativo, por exitoso, ha sido el del presentador de televisión, cómico y guionista Ángel Martín , cuya cabeza hizo 'crec', según sus propias palabras, en 2017 y experimentó un brote psicótico.
'Best seller'
'Por si las voces vuelven' (Planeta), convertido en 'best seller' de la temporada en España con unas ventas de 140.000 ejemplares , es el relato de esa vivencia. «Cuando salí del hospital, buscaba algún libro que me diera una pista sobre cómo remontar después de pasar por algo así», explica Martín en el patio de butacas del Teatro Maravillas, en Madrid. Ante la ausencia de obras alejadas de la terminología médica, que describieran su experiencia, decidió ponerse a escribir. «Pensé hacer el libro que no había encontrado. La sensación que tuve mientras escribía era que necesitaba que sirviera de algo». Y ha servido.
Sus presentaciones y firmas son siempre multitudinarias. Los lectores se acercan y le dan las gracias. Se sienten menos solos, comprendidos. Es pura empatía. Así de simple, y extraordinario. «Ayuda que gente popular mencione que ha pasado por cosas de este tipo porque, de alguna manera, la relacionamos con ese estado que desde fuera nos parece que es un logro». El problema es la concepción que tenemos de la felicidad, asentada en presupuestos falaces y superfluos. «Nadie nos enseña qué es ser feliz. Si pasas por una tragedia grande, es probable que descubras ciertas cosas que antes no sabías sobre la felicidad o el logro. Si nadie te explica que estar bien no va de tener un coche o una mansión, arrancas viviendo en un sitio en el que te parece que está basado todo en algo extremadamente superficial. Pero no es cierto, eso es sólo un escaparate más».
Valentía
De ahí la importancia de que personajes públicos, conocidos, admirados, se atrevan a alzar la voz, a dar un paso adelante. Aunque la presupuesta valentía no hace que desaparezca el estigma. «Algo es un tabú no tanto porque tú no lo cuentes, sino porque el otro no quiere escucharlo. Tienes la sensación de que si lo cuentas va a haber alguna reacción negativa hacia ti y no lo cuentas por miedo. Para que deje de ser tabú, los que deberían dar el primer paso son los que tienen que escuchar, o sea empezar a escuchar sin juzgar a quien te lo diga o sin ponerle un sello de 'esta persona ya no vale para nada'».
El miedo, el propio y el ajeno, tiene mucho que ver con el desconocimiento, ese no saber ni cómo ni cuándo ni por qué empezó todo. «Simplemente hay un día que ya estamos mal, la cabeza está rota, la vida para ti no tiene sentido. Al no haber un evento que pueda definir cuándo se te ha roto la cabeza, nos cuesta hablar de eso, porque no tienes una explicación a lo que te está pasando. En teoría, tengo todo lo que me dicen que tengo que tener para estar bien, pero estoy mal. No entendemos lo que pasa. Los problemas de la cabeza no tienen una pista por dónde empezar».
Hay, eso sí, factores ambientales, genéticos y hasta laborales que influyen, además del consumo de drogas, como Martín reconoce en el libro. «No creo que nadie sepa por qué le pasa algo. Yo no me lo pregunté y ni siquiera me lo pregunto. Me da absolutamente igual. Yo lo que necesitaba era estar bien. Lo otro era muy secundario. En mi caso, probablemente es un cúmulo de cosas. Hay gente que tiene tendencia a pensar: las drogas. Y dices: sí, las drogas obviamente es meterle una marcha más a la posibilidad de que esto suceda. Y hay gente que no va con esa marcha nunca y le pasa. Es importante que la gente entienda que no hay relación causa-efecto. Las drogas son una marcha más, sin ninguna duda, estás metiéndole una bala más al cargador».
Reconstrucción
Lo que está claro es que el Ángel que salió del libro tiene muy poco que ver con el de antes. La escritura ha sido terapéutica o, más bien, reconstructiva. «Yo era alguien que no sabía escuchar, que tenía más ego del necesario. Probablemente, el 60% de lo que era yo era el personaje de la tele. No era un mal tipo, pero no era un tipo que estuviera construyendo una personalidad de forma inteligente. El tipo que soy ahora es extremadamente consciente de las cosas que hace y presta mucha atención a todo. El Ángel de ahora vive con una intención». Y llama, siempre, a las cosas por su nombre. No le incomoda usar expresiones como 'volverse loco' o 'perder la cabeza', poco frecuentes en el discurso público, más tendente al eufemismo.
«Una de las cosas que a mí me pasa con las palabras es que yo necesito que me entiendas. No voy a buscar sinónimos para no molestar. Es mi historia y yo me puedo referir a mí como me dé la real gana. Últimamente estamos volcando la preocupación en lugares que no corresponde, en 'es que no hay que usar la palabra loco' en lugar de en que 'es que hay que cuidarse'». Cuidarse para poder cuidar. Él no teme que vuelvan las voces. «Me di cuenta de que ninguno de los miedos con los que había estado viviendo sucedió. De un tiempo a esta parte, no me preocupo por nada. Cuando surge un imprevisto, me enfrento a él. Sé que las voces existen. ¿Pueden volver? Sí. ¿Pueden no volver? También. Pero, en principio, vuelvo a estar al mando».
Rarezas
A lo largo de una época que duró meses, el escritor Eloy Fernández Porta sufrió de manera frecuente «episodios de ansiedad, principalmente con ataques de llanto». De aquel dolor psíquico surgió 'Los brotes negros' (Anagrama), un libro «escrito en estado de exaltación física» y que «trata de describir los sentires, las reacciones del cuerpo y la gran extrañeza que experimentaba cuando había perdido el control de mis propias emociones».

Fernández Porta trabaja en el sector cultural, un ámbito en el que «se da por sentado que quien más quien menos tiene alguna rareza de fábrica, y hay una comprensión mayor respecto a este clase de problemas». Sin embargo, él sentía vergüenza, tenía «sentimientos de autodepreciación y dificultad para contárselo incluso a personas que son comprensivas». Sólo podía expresarlo a través de la escritura. «En algunos momentos fue terapéutica. Hubo momentos en que estaba padeciendo un episodio y sentarme a escribir lo atenuó o lo detuvo. Tener un episodio de ansiedad es como intentar defender a Messi en un estadio: no puedes pararlo, pero sí defenderte».
Con respecto a la normalización de las enfermedades mentales, Fernández Porta cree que «sólo estamos al principio», aunque «está siendo un buen comienzo». Y relativiza la importancia de afamados testimonios como el de Simone Biles. «Resultan útiles hasta cierto punto. Es importante conocer y que tengan difusión las voces de otras subjetividades más desatendidas. Me preocupa que sigue habiendo muchas personas que no cuentan con esos recursos ni ese entorno y aún no pueden aspirar a la comprensión».
Lo que le lleva a hablar de la farmacología, tan controvertida para algunos. «Tengo claro que en algunos casos es indispensable, atenúa el sufrimiento físico. Evidentemente, tiene efectos secundarios y es un proceso doloroso, pero me parece más problemático renunciar a la medicación por la superstición de que es mala que pasarse de medicinas». Y advierte de la importancia de un diagnóstico a tiempo. «Mi dolencia no se identificó en el momento que se tenía que haber identificado. Es muy importante dar información desde la escuela. A algunas personas les alarma la posibilidad de que a los niños se les diagnostique. Eso me parece mucho menos grave que el presupuesto de que un niño es un ser mentalmente sano y que sólo a partir de la adolescencia se pueden empezar a diagnosticar enfermedades».
Creatividad
Desde pequeña, Rosa Montero supo que su cabeza «no funcionaba normal». Con el tiempo, empezó a sufrir ataques de pánico, lo que le llevó a intentar «entender esa cabeza». Y hace cosa de cuatro años tuvo «la seguridad» de que iba a escribir 'El peligro de estar cuerda' (Seix Barral), su último libro, en el que aborda la relación entre creatividad y locura. «Un trastorno mental te lleva a un lugar de una soledad increíble, tan indescriptible que si no has estado alguna vez allí porque te ha pasado no eres capaz ni de imaginarte de qué soledad se trata. Un trastorno mental neurótico, como el mío, te saca del mundo, sientes que no perteneces a la raza humana, ya no eres humano, ya no eres nada. Si a esa soledad añades el estigma social ya es el infierno absoluto y para siempre».

Un estigma que sólo se puede combatir hablando de ello, asumiéndolo, contando lo que nos pasa. Algo que ya está sucediendo. «Una de las pocas cosas buenas de la pandemia es que está rompiéndose el tabú de la salud mental en todo el mundo. ¿Y por qué? Porque ha empeorado. Esa es la parte mala y el precio, muy alto, a pagar. Pero, aun así, el logro va a ser tremendo y va a ser muy difícil que vayamos atrás. La visibilización que en el último año ha habido de los trastornos mentales es impresionante, cantidad de gente conocida asumiendo sus angustias. Antes nadie decía nada. Cuando empiezas a nombrar las cosas, empiezas a poder poseerlas y empiezas a poder actuar sobre ellas.».

En 2017, la escritora Almudena Sánchez empezó con la depresión. En aquel momento, pensó que nunca volvería a escribir. «Era una persona inmóvil en un sofá. Sólo lloraba. Me sentí fatal cuando me diagnosticaron, lo llevé como una carga». A medida que el tratamiento fue avanzando, se fue encontrando mejor y pudo ir armando 'Fármaco' (Literatura Random House). «Jamás pensé escribir algo tan íntimo, tan biográfico, tan privado y personal, pero es que la depresión me estaba ametrallando la cabeza». Hoy se siente curada. No toma nada. No va al psiquiatra. Está bien. Pero el miedo a volver a caer no ha desaparecido. «Para mí fue peor que un cáncer. Prefiero morirme a volver a tener una depresión, es mi mayor terror».
Son testimonios que la psicoanalista Lola López Mondéjar considera «muy valientes e importantes». Su ensayo 'Invulnerables e invertebrados' (Anagrama) arroja luz sobre todas esas patologías que definen nuestro tiempo. «Hay que aplaudir la naturalización del malestar que cursa como enfermedad mental. Quiero pensar que la exposición en los medios de ese malestar por parte de famosos, de 'influencers' en el mejor sentido, de intelectuales, va a hacer que la población asuma esto como otro acontecimiento de lo humano, que deje de estar tan estigmatizado».
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