SERIES DE TV
'Rapa': Salto mortal en la niebla
Movistar ha estrenado de una tacada los seis capítulos de la serie, una historia de suspense distinta pero no para sus autores, que ya sentaron cátedra con 'Hierro'

No hay escena mala en 'Rapa' . Y las hay fabulosas. Si al lector le va la mala leche y las reseñas en las que el airado crítico destroza una obra cualquiera, a ser posible con un punto de rencor y dos gotas de ... amargura, es mejor que lea otra cosa. De la serie de Pepe Coira y Fran Araújo para Movistar solo se pueden, o se deben, decir cosas buenas. También sabe desconcertar, que conste.
De entrada, y más allá del recital de Mónica López y Javier Cámara , es fácil pasar por alto las virtudes, agazapadas en una estructura engañosamente sencilla. Y en 'Rapa' todo se entiende. Es tan poco pedante la propuesta que casi resulta tentador mirarla por encima del hombro, postura incómoda para ver la tele. Sin marcarse un Iñárritu del montaje ni emular el cubismo hipnótico de 'Pulp fiction' , tan difícil de copiar bien, los creadores gallegos juegan con aspectos más sutiles. Hasta el humor es gaseoso. Luego, se entregan a una pequeña ruleta rusa del guion , inofensiva para los mortales e invisible para el aficionado. En malas manos, acabaría en tragedia creativa.
Con su primer disparo resuelven de forma prematura el misterio. Alfred Hitchcock , al que idolatran estos autores y cualquier otro con sentido común, llegó a pedir a los espectadores de 'Psicosis' que no llegaran tarde a la sala ni destriparan luego el final. En realidad, era un truco promocional de los suyos; la película se disfruta tanto o más después de conocer el misterio de la madre perturbada. La escena de mayor impacto, de hecho, es la que peor ha envejecido de la película.
'Rapa' se la juega también con el dibujo del personaje masculino, un mal tipo , profesor desmotivado e individuo que tampoco gana demasiado fuera del aula. Quiere resolver el crimen como quien completa el crucigrama del periódico, por mero placer intelectual. Es tan discutible su integridad moral que hizo falta ponerle el careto de Javier Cámara para que el público lo quisiera un poco. Resultado: lo adoran. Él hace virguerías con los gestos justos.
A favor de corriente solo nada la protagonista femenina, Mónica López. Imposible no sentir ternura por ella. Su secuencia equina y sin diálogos es mágica. Muchos no se han recuperado del trauma que nos causó en 'Hierro' . Repite con otro personaje en defensa de la ley, con la misma humanidad y mayor esperanza de vida, aunque otro suceso violento marca el devenir del personaje, que teje una relación preciosa con su improvisado compañero de pesquisas.
Los caminos hacia la justicia
El villano de turno completa el triángulo intelectual y moral, con otra actuación fantástica de la que es mejor no precisar más. En realidad, no hay tantas diferencias morales entre los protagonistas. Se puede discutir incluso quién busca la justicia con mayor convencimiento y sacrificio. Otra cosa es la puntería.
El resto del equipo está a la altura, con un reparto de la tierra y una producción impecable de Portocabo . Dirigidos por Elena Trapé y Jorge Coira , la música y la fotografía mecen sin dormir y todos se suben a este vagón que proporciona un viaje placentero y a la vez reflexivo sobre el bien y el mal. Solo son seis paradas, las mismas para todos, en un paisaje sin meigas ni conejos en la chistera. Cada espectador llegará luego a un destino diferente.
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