LIBROS
«The Paris Review»: la cocina del escritor
Acantilado reúne en una ambiciosa antología de más de 2.800 páginas cien de las mejores entrevistas publicadas en la mítica revista literaria

Lo dice John Banville : sí, a todo escritor le agrada un premio como el Man Brooker, que en su apuesta por obras más bien convencionales garantiza más ventas que el Nobel, pero no hay nada como gozar del favor de la Academia Sueca. ... La maldición del Nobel, según la cual ningún premiado vuelve a tener una obra cumbre, solo la invocan quienes no lo ganan. Lo mismo ocurre con la promoción, esa rueda de entrevistas que los autores conceden a disgusto cada vez que publican un nuevo título; una carrera que, en palabras de Gore Vidal , «gana el que más chilla, el más pomposo y embaucador».
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A la llamada de The Paris Review , en cambio, nadie se resiste. Casi setenta años después de la entrevista inaugural a E. M. Forster , en 1953, son ya un género propio, un híbrido entre periodismo y literatura que los escritores afrontan con la certeza de que en el futuro se leerán como su manifiesto creativo. En ellas, los escritores más exclusivos, los que se sostienen por un corpus narrativo de verdadera calidad, libre de modas, dan cuenta de cuáles son sus influencias, su método de trabajo y su concepción de la escritura. Como con el Nobel, ser elegido por la Review supone una consagración sin igual.
Pero como todo lo que parece inevitable, explica Philip Gourevitch , editor de la revista entre 2005 y 2010, estas entrevistas no surgieron con la intención de convertirse en canon. Fue más bien una reacción contra el formalismo académico que dominaba el periodismo literario de mediados del siglo pasado. A George Plimpton , director durante cincuenta años, y a los amigos veinteañeros con los que emprendió la aventura, se les ocurrió que la mejor manera de sortear los vicios que tenían otras publicaciones era apostar por entrevistas en profundidad. «Buenos días –comienza la charla con Nabokov –. Permítame hacerle unas cuarenta preguntas». Era también una decisión estratégica: así podrían contar, sin pagar por ello, con la complicidad de las mejores firmas del momento.
El primero fue Forster, pero luego llegaron Graham Greene, Faulkner o Simenon . Las entrevistas se configuraron como «textos ensayísticos con forma de diálogo sobre la técnica», tal y como consagró Plimpton , autor de un buen puñado de ellas. Las conversaciones se prolongaban durante días, incluso meses y años –la entrevista a Bradbury comenzó en 1970 y se retomó en los 2000; Didion debió escribir su entradilla porque la entrevistadora murió antes de que se publicara–, y luego los escritores tenían la libertad de reescribir tantas veces como quieran sus respuestas. «Lo que sigue podría considerarse una entrevista que se ha hecho él mismo», avisan en la charla con Vonnegut .
En The Paris Review , las entrevistas son un ejercicio de colaboración, no de confrontación, y en ellas se despliega sin fisuras las personalidad de los autores. «Flaubert dijo que tenías que tener una erección permanente para escribir, pero a mí jamás me ha pasado» ( Houellebecq ). «Nadie se propone terminar en la bancarrota, ni alcohólico, ni infiel, ni ladrón, ni mentiroso» ( Carver ). «Yo quería ser ingeniosa. Es terrible. Debería haber tenido más sentido común» ( Dorothy Parker ). Pese al elaborado proceso de edición por el que pasan, nunca pierden su espontaneidad. «Aquí veo una fotografía mía. Pero ¿de verdad soy así? No me gusta. ¿Tengo un aspecto tan triste y decaído?» ( Borges ).
Hay preguntas que se repiten en el grueso de las entrevistas. ¿Leen los autores consagrados a sus contemporáneos? «Cuando me ponen delante la última novela de moda de setecientas páginas, pienso: ¿he leído a todo Turguénev? Y si lo he leído, ¿por qué no releo Padres e hijos ?» (Barnes). ¿Cuáles son sus influencias? «Faulkner fue el primer novelista al que leí con bolígrafo y papel en la mano» ( Vargas Llosa ). «Borges es el único sucesor vivo de Kafka» ( Nadine Gordimer ). ¿Cómo se llevan con sus traductores? «Un día recibí uno de mis libros traducido al chino y ni siquiera supe de cuál de todos se trataba» ( Cela ).
¿Escriben a mano, a máquina? «Me gusta cómo salen de los percutores las letras y las palabras: completas, tipografiadas, espléndidamente formadas sobre el papel» ( Don DeLillo ). ¿Cuánto corrigen? «Reviso hasta el punto en que la historia empieza a empeorar en vez de mejorar» ( Dos Passos ). ¿Beben para escribir, se drogan? «La bebida me ayuda, me permite distanciarme de las páginas» ( Didion ). ¿Qué es el bloqueo del escritor? «Es la incapacidad de escribir lo que realmente deseas» ( Ted Hughes ). ¿Y la inspiración? «Es expiración ( Jean Cocteau , llevándose las manos al pecho y expulsando el aire teatralmente).
Todas estas respuestas están incluidas en las cien entrevistas que Acantilado ha recogido en The Paris Review. Entrevistas (1953-2012) , un libro dividido en dos tomos encofrados de más de 2.800 páginas y en la que han trabajado los traductores María Belmonte, Javier Calvo, Gonzalo Fernández Gómez y Francisco López Martín . La comparación con la antología publicada en inglés, cuatro volúmenes para 64 escritores, da una idea de la ambición de la editora Sandra Ollo , que no obstante podría haber mejorado la edición de haber incorporado una buena introducción, como la de Gourevitch en la versión en inglés, una breve semblanza de cada entrevistado y un índice onomástico.
En la elección de los autores ha optado por quedarse únicamente con novelistas y poetas, amén del capricho personal del director de cine Billy Wilder , y ha descartado entrevistas a cronistas (Gay Talese, Janet Malcolm), editores (Gottlieb, Gordon Lish) o ensayistas (E. B. White). También se ha dejado por el camino otras categorías como el teatro (Arthur Miller), el humor (Woody Allen) o la biografía (Robert Caro). En este sentido, el «friso de la literatura occidental del siglo XX y XXI» que ha intentado componer queda incompleto, o al menos falto de equilibrio. Pero claro, hay tantas selecciones posibles… Y tampoco hay que tomarse demasiado en serio mis apuntes; al fin y al cabo, los reseñistas son «periodistas que cotillean sobre libros en la prensa» ( Vidal ), y «la mayor parte de las reseñas suelen ser piezas escritas a toda prisa» ( Carol Oates ).
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