LIBROS
Cuando la obra de Lutero llegó a España
En el mes de noviembre la Universidad de Burgos dedicará un congreso al protestantismo español. En estas líneas, repasamos su tortuoso camino de desencuentros y autos de fe

La obra de Lutero llegó pronto a España. Ya en 1519 el editor Froben decía que se habían enviado seiscientos ejemplares de diversos textos de Lutero a Francia y España. En marzo de 1521 se expedían breves papales al almirante de Castilla para que vedase la entrada en España de los libros del fraile alemán . Ya entonces circulaban textos luteranos en castellano. Desde abril de 1521 la Inquisición dictaría edictos contra Lutero. Carlos V, que había venido a España en 1517, se fue a Alemania para ser coronado emperador (octubre de 1520) y no regresaría a España hasta septiembre de 1522. En el breve período que estuvo en tierras germánicas, intentó llegar a un acuerdo con Lutero en la Dieta de Worms de 1521. No lo consiguió. Lutero se encontraba entonces en medio de la confrontación de los campesinos con los señores feudales. El radicalismo social le llevó a replantearse su discurso ideológico buscando el favor de los príncipes.
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Tras varias dietas, sólo en 1530, en la «Confessio Augustana de Augsburgo», hubo un momento en que el catolicismo y el protestantismo estuvieron a punto de conjugarse en una especie de tercera vía teológica. Juan Pablo II en 1980, cuatrocientos cincuenta años después, subrayó con cierta nostalgia aquel momento como lo que pudo ser y no fue. Lutero nunca simpatizó con España como reflejó él mismo en sus «Tischreden» («Conversaciones de mesa») con juicios nada favorables a los españoles desde su autosatisfecha condición germánica.
Problemas de frailes
La sociedad española vivió el cisma luterano a su manera, con cierto distanciamiento inicial. El luteranismo de entrada fue visto como un problema de frailes. En 1520 España estaba en plena revuelta comunera bajo los efectos de la primera Reforma eclesiástica emprendida por Cisneros y tenía dos principales inquietudes religiosas: el erasmismo y el alumbradismo . El primero contaba con importantes representantes españoles en diversas ciudades flamencas y francesas. Era ante todo un movimiento de élites intelectuales que se sometió a debate en 1527 y que, aunque fue refrendado oficialmente, empezó desde entonces a preocupar por lo que tenía de legitimación de la libertad de conciencia .
El alumbradismo inquietó también por sus componentes de bohemia religiosa y de desenfreno de la religiosidad interior que se conjugaba con el perfil converso de muchos de sus representantes. Inicialmente, la Inquisición española confundió erasmistas con alumbrados y protestantes. La mixtificación fue un hecho hasta los años cuarenta del siglo XVI. Los primeros luteranos procesados en España eran extranjeros cuyo delito principal era ser forasteros en un ambiente progresivamente xenófobo. En 1523 el Tribunal de la Inquisición en Mallorca ejecutaba al pintor Gonzalvo por luteranismo. En 1520 el de Valencia procesaba al mercader alemán Blay. En 1528 el mismo tribunal condenaba a un tal Cornelius, pintor de Gante. El primer procesado autóctono fue Diego de Uceda en 1528 . Erasmistas, como Juan de Vergara, serán acusados de luteranismo en 1533. Este se defendió diciendo que «no se puede ser cosa más abominable que Lutero y sus opiniones», pero recuerda que «al principio cuando Lutero solamente tocaba en la necesidad de la reforma de la Iglesia y en artículos concernientes a la corrupción de las costumbres todo el mundo lo aprobaba».
La liga protestante
Efectivamente, hubo un tiempo de ambigüedad que se romperá con la emergencia del calvinismo y el radicalismo protestante -sobre todo desde 1536- y con la propia muerte de Lutero en 1546. Todo cambia entonces. En España, Fernando de Valdés es nombrado inquisidor general. Después de varios intentos fallidos, se convoca el Concilio de Trento en 1545 que tomará inmediatamente el perfil de la reafirmación dogmática del catolicismo. La Compañía de Jesús evolucionará de una inicial vocación mediadora a una militancia confesional radical. Se forma la liga protestante de Esmalcalda y Carlos V se enfrenta a los protestantes con la famosa victoria de Mühlberg en 1547. Llega la hora de la polarización. El luteranismo auténtico crecerá a través de dos vías principales: la intelectualidad, que procedente del erasmismo, se reconvertirá al luteranismo (caso de Juan de Valdés , que escribió su «Diálogo de la doctrina cristiana» denunciada ante la Inquisición y que tuvo que exiliarse a Nápoles), pero que se movió siempre entre la raya fronteriza de la heterodoxia y la ortodoxia, y la burguesía comercial que se hizo luterana en función de los contactos directos con ambientes luteranos europeos (los casos de mercaderes burgaleses como Francisco de San Román y Francisco de Enzinas ). El primero sería condenado a muerte por la Inquisición española en 1542. El segundo se formó en Lovaina con Melanchton, tradujo el «Nuevo Testamento» al español, fue profesor en Cambridge, y murió de peste en 1552 a los 34 años de edad. Personaje fascinante que servirá de «leitmotiv» al congreso que la Universidad de Burgos dedicará al protestantismo español en noviembre de 2017.
En 1530 hubo un momento en que catolicismo y protestantismo estuvieron a punto de conjugarse
Curiosamente, mientras en la dieta de Augsburgo (1548) y la paz de Augsburgo (1555) se abrían de nuevo vías de entendimiento entre católicos y protestantes con criterios relativistas del tipo «cuius regio, eius religio» que se impondría en el Imperio, en España la deriva en estos años fue hacia la confrontación y persecución inquisitorial del luteranismo. La tensión extrema defensiva no sólo la vivió el catolicismo frente al protestantismo, sino que también se denota en el propio calvinismo .
Significativamente, en 1553, fue quemado el aragonés Miguel Servet por los calvinistas por defender postulados de libertad de conciencia. En España los dos grandes focos de difusión del luteranismo fueron Valladolid y Sevilla . En los autos de fe de Valladolid de 1559 fueron procesadas unas sesenta personas de las que serían condenadas a muerte veintinueve. Varias familias estuvieron muy implicadas, como los Cazalla o los Rojas.
El luteranismo sevillano estaba formado por gentes de todas las clases sociales, con un carácter mucho menos aristocrático que el castellano. Si en Valladolid la doctrina luterana parecía haberse transmitido coloquialmente por vía de contactos familiares y de círculos de amigos, en Sevilla lo fue a través de los púlpitos. El fundador de la comunidad sevillana fue el aragonés Juan Gil llamado Egidio , canónigo de la catedral de Sevilla y convertido al protestantismo. Fue juzgado en 1550 con sentencia benigna muriendo en 1556. El grupo sevillano se vertebró en torno a Constantino Ponce de Lafuente, gran orador sevillano, alumno de Alcalá, al que Carlos V le había nombrado predicador de la corte en 1543 y que había acompañado al príncipe Felipe en su viaje por Alemania y Flandes. Fue detenido por la Inquisición en agosto de 1558 y murió en el castillo de Triana tres años después.
En el auto sevillano del 24 de septiembre de 1559 fueron relajados al brazo secular dos personas, una en estatua y ochenta penitenciados. El 22 de diciembre de 1560 hubo catorce relajados en persona, tres en estatua y treinta y cuatro penitenciados. El 26 de abril de 1562 hubo nueve relajados y treinta y tres penitenciados. Pudieron huir Casiodoro de Reyna, Antonio del Corro y Cipriano de Valera, monjes de San Jerónimo del Campo.
En 1939 habría unos 30.000 protestantes en España. El franquismo les persiguió duramente
La detención más espectacular de la persecución contra protestantes en España fue la del arzobispo de Toledo, Bartolomé de Carranza . Dominico, fue representante imperial en la primera sesión del Concilio de Trento y declinó ser el confesor del príncipe Felipe aunque acompañó a éste en su viaje a Inglaterra. Aceptó el ofrecimiento de Felipe II para ser el arzobispo de Toledo. Ello provocó la ira del inquisidor general Valdés , su gran enemigo. Cuando Carranza regresó a España desde Bruselas en agosto de 1558 se dirigió a Valladolid y desde allí al retiro de Yuste, donde agonizaba Carlos V. Tuvo una conversación con el emperador el 20 de septiembre (víspera de su muerte) en la que estaban presentes o muy próximos el jerónimo Fray Juan de la Regla, confesor de Carlos V, y el cronista Luis de Ávila, que pudieron oír algunas palabras con las que el arzobispo trataba de confortar la agonía del emperador. Después sería denunciado por las opiniones que se vertían en su «Catecismo» impreso en Amberes. El 6 de mayo de 1559 el fiscal general de la Inquisición requirió la detención de Carranza, aunque la orden no se cumplió hasta el 22 de agosto. Carranza fue llevado a Valladolid y encarcelado el 1 de septiembre se le transmitió el acta de acusación.
Excomuniones
En octubre de 1559 recusaría a Fernando de Valdés por parcialidad manifiesta. El proceso se suspendió durante dos años. Finalmente, Pío IV reivindicó que su proceso fuera trasladado a Roma. El rey tuvo que dar su brazo a torcer cuando en 1566 el pontífice le amenazó con la excomunión. Una vez en Roma, Carranza fue sometido a un nuevo proceso que se prolongó hasta el pontificado de Gregorio XIII. La sentencia se pronunció el 6 de abril 1576 condenándole a corregir algunas imprudencias de su texto y a abjurar de algunos errores interpretativos. Fue en la práctica una absolución. Pocos días después de su deliberación, moría Carranza el 2 de mayo de 1576. La sentencia de Roma subrayó que Carranza no era luterano, lo contrario de lo que la Inquisición creyó respecto a los procesados de los autos de fe de 1559. Y es que no es fácil discernir muchas veces las fronteras entre las identidades religiosas en tiempos tan convulsos.
Desde el Vaticano II ha prosperado en la Iglesia católica un discurso integrador
Ciertamente, hasta los años setenta la polarización catolicismo-protestantismo fue salvaje con auténtica obsesión neurótica ante cualquier sospechoso. El propio hijo de Felipe II, Don Carlos , se vio involucrado en 1568 en este clima sombrío de sospechas y recelos.
El luteranismo quedaría estigmatizado hacia fines del siglo XVI hasta que la revolución de 1868 proclamó la libertad de cultos. Ya antes, entre 1836 y 1840, George Borrow , conocido como «Don Jorgito en inglés», había recorrido media España vendiendo biblias. A su vuelta a Inglaterra, publicó «La Biblia en España» , libro que alcanzaría gran difusión y que traduciría y prologaría Manuel Azaña en 1921. A lo largo del siglo XIX el protestantismo en España fue creciendo. El peruano Luis de Usoz y Río fue un hebraísta de reconocido prestigio que viajó a Londres en 1839 con una carta de recomendación de George Borrow. Allí se hizo cuáquero y simpatizó con Benjamin Wiffen y ambos editaron la colección de reformistas españoles que, de 1840 a 1865, publicó y así dio a conocer todos los clásicos del pensamiento protestante español. En 1851, el historiador liberal Adolfo de Castro editó su «Historia de los protestantes españoles y su persecución por Felipe II» . Claramente favorable al protestantismo y en neta discrepancia con lo que había escrito Balmes en 1842 ( «El protestantismo comparado con el catolicismo» ).
En 1939 habría unos treinta mil protestantes en España. El franquismo persiguió duramente a las comunidades protestantes. Con la democracia, el protestantismo se había desarrollado con sus diversas Iglesias en función de la libertad abierta por la Constitución de 1868 y la Ley de Libertad Religiosa de 1980 . Hoy, hay en España más de un millón y medio de protestantes. Desde el Vaticano II ha ido prosperando en la Iglesia católica un discurso ecuménico, integrador, que intenta sobreponerse a las diferencias objetivas doctrinales que sin duda persisten. Pablo VI se planteó la posibilidad de revocar la excomunión de Lutero. Juan Pablo II enarboló la bandera de un cierto revisionismo autocrítico de la Iglesia católica. Hoy, con el Papa Francisco, el diálogo ecuménico parece irreversible.
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