cine
José Luis Garci: «No voy a hacer más cine, pero en cuanto pueda hago otra película»
El cineasta reflexiona sobre el futuro del cine y el suyo propio, mientras recuerdas los films que han marcado su carrera

La noticia de que José Luis Garci deja definitivamente de hacer cine ha causado una conmoción inesperada, o al menos inesperada para él, que confiesa su perplejidad de que ese anuncio haya conseguido atraer mucha más atención que si hubiera dicho que iba a rodar una película. «Unos tiempos raros en los que tiene más importancia lo que no haces que lo que sí haces».
De todos modos, el hecho de que Garci se disponga a la gran tarea de no hacer más cine necesita una aclaración, y no hay un lugar más apropiado que el bar del hotel Palace para que se explique mientras una batería de dry martinis refresca su lengua y calienta la oreja de una grabadora realmente cutre.
-Claro que le dije a Ángeles González Sinde (lo entrevistó en Nueva York hace unas semanas a propósito de un homenaje que le hacían) que no voy a hacer más cine, pero es más una sensación, una sospecha, que otra cosa.
Soy un trabajador fatigable, no como Woody AllenEn primer lugar, yo soy un trabajador fatigable, no como Woody Allen, que es infatigable, y creo que ya no estoy en condiciones de tenerme que fajar con los gestores de las televisiones para encontrar el modo de hacer una película. Y más en estas circunstancias, con una crisis que afecta a todo el mundo y al cine de manera especial; ahora vemos cómo cada fin de semana se bate un nuevo «record» de menos público en las salas.
Yo conozco muy bien este negocio..., como decía siempre Landa, «conozco al pájaro por la cagada»..., y sé que mi sitio se ha estrechado en el mundo del cine que viene , en el que los títulos de crédito son interminables y aparecen en ellos veinte productores, el ejecutivo, el asociado, el producido por...
Creo que ya no ha sitio para mí en él, pero ni para mí ni para otros directores de mi generación, hablo de Olea, de Camus, de Chávarri, de muchos otros..., que teníamos un público que ya está en casa, que irse a los cines de fuera de la ciudad, enclaustrados en un centro comercial, consideran que no es un plan apetecible. Soy consciente de que yo no tengo ni noticia de la gente joven, no sé cómo son, no los frecuento porque mis amigos no tienen dieciocho años, como es lógico.
En todas estas palabras de Garci hay conocimiento, lucidez y esa «nostalgia jubilosa» con la que definió el gran Manuel Alcántara el espíritu de Garci, pero no es difícil detectar en ellas el resorte que las hace saltar por los aires. Sólo hay que apretar un botón:
-No, no voy a hacer más cine, pero en cuanto pueda hago una película.
Y para comprobar que no hay contradicción en esto, el ex director se lanza por una pendiente:
-Me voy a dedicar a escribir, a ver películas, a hablar de ellas; se trata de ir inventándose algo , como un documental de fútbol, o de boxeo..., imagínate rodar en una final de España contra Brasil en Maracaná, o los ambientes previos a una gran velada en Las Vegas...
Y en un intento de que vuele por esa pendiente, le pregunto por un proyecto de película, algo que nadie ha hecho nunca y que él paladea desde hace tiempo:
-No. De eso prefiero no hablar, porque habría alguien que se me adelantaría seguro. Ya veremos más adelante si soy capaz de hacerlo.
Recobra Garci la verticalidad de su empeño de no hacer más cine y busca los aliados en unos motivos evidentes, incuestionables..., aunque al mismo tiempo deja vislumbrar un destello de algo que pesa más que nada en su decisión, aunque él tal vez no lo sepa. Primero a los motivos y luego al destello:
El público ha perdido el entusiasmo de ir al cine-Lo de la subida del IVA ha sido grave para el cine, sí, pero lo más grave de todo es que el público ha perdido la costumbre de ir al cine. Antes (esos «antes» de Garci...) el cine lo era todo, había colas en la calle, incluso era costumbre ir a sacar entradas el domingo por la mañana..., era el lugar donde ocurrían las cosas, donde te ofrecían una vida de repuesto y llena de peligros y ensoñaciones; ahora hay muchas cosas además del cine y la gente ha perdido el entusiasmo y la costumbre de ir a verlo.
Ahora viene él a verte a ti, y en la tele se está haciendo el mejor cine del mundo con esas series maravillosas, como «Mad Men», con su aire del mejor Negulesco. Y las pantallas de casa son ya tan grandes como las de los minicines... Echo de menos aquellas pantallas de los cines que eran catedrales, cuando yo vi por primera vez «Lawrence de Arabia», o cuando vi «El Padrino» en Nueva York...
He hecho cine cuando no era el séptimo arte sino el primeroEn fin, todo me indica que mi tiempo de director de películas no está por delante, pero lo digo sin amargura, yo he hecho dieciocho películas y con travelling, con grúas, con la mirada puesta en la catedral que había de proyectarlas, cuando el cine no era el séptimo arte sino el primero del siglo XX, porque ningún otro arte ha dado miles de obras maestras...
Esa época de Hollywood es irrepetible, una experiencia única, con tal pléyade de genios coincidiendo en un lugar y en una idea..., sólo es comparable al Siglo de Oro o al Siglo de Pericles. Lang, Ford, McCarey, Wilder... , los más grandes escritores, los mejores fotógrafos, artistas..., y en una industria mejor engrasada que la de los coches en Detroit. Y además, por ejemplo, un genio como Billy Wilder no hizo cine en los últimos veinte años de su vida...
¡Wilder!... ¡Veinte años además de absoluta lucidez!... Si yo hubiera sido futbolista, a las treinta y pocos años se me habría acabado el rollo de película, y cualquier jugador joven me habría señalado la puerta de salida; pues en esto, aunque después, también te retira un cine más joven, más rápido , que se hace ya con teléfonos móviles... Habrá que buscar sitio en el banquillo como entrenador o directamente en la grada.
Viejos amigos
Lo irrebatible de su visión da paso a ese destello anunciado cuando entreabre la puerta de algunos sentimientos al hablar de alguna de sus películas:
-La muerte de Alfredo Landa ha sido un golpe muy duro, pero es que hace muy poco se murió Fernando Guillén y me ha afectado mucho más de lo que sé expresar... Y miro, por ejemplo «El Abuelo», y veo que ya no están ni Fernando Fernán Gómez, ni Rafael Alonso, ni Agustín González, ni María Massip... , y pienso en Carlos Larrañaga...
De no estar hablando con José Luis Garci, el jubiloso, el vitalista, el hombre que silba mientras prepara un cóctel y que ve la vida con los ojos de guasa de un chiquillo, podría pensarse durante un instante que ese lamento elegíaco a lo suyo y los suyos tiene el color parduzco de un brote depresivo. Pero es Garci y, por lo tanto, sólo sería una depresión jubilosa, un arranque lampedusiano de un gatopardo con una misión y a la espera de que acudan a la gresca del cine sus queridos lugartenientes, como Ricardo Navarrete o José Luis Merino. Aunque la posibilidad de que sus nostalgias alberguen el bicho de la depresión la aparta con un lacónico:
-Puede ser.
Y a otra cosa, a una ilusión, a un deseo tan genial como extravagante:
El Retiro siempre me ha parecido puro Chejov-Lo que yo quiero, a partir del próximo otoño, es ser corresponsal de ABC en El Retiro , y contar esas historias que lo cruzan diariamente, comentar los cambios que experimenta, porque el mundo está en El Retiro...
Por ejemplo ahora veo que los abuelos (y no las abuelas) están allí con sus nietos, la gente que va a comer allí, y se lleva su propia comida... A mí, El Retiro siempre me ha parecido puro Chejov y me encantaría hacer «mis» crónicas de él, un poco en el estilo en el que las hubiera hecho González Ruano, o mejor aún, Edgar Neville.
Y este rumiarse a sí mismo como articulista le proporciona la ocasión de celebrar su amistad de cuarenta años con el mejor de todos, Manuel Alcántara , y subrayar la más reciente con David Gistau, al que califica como el nuevo Damon Runyon, aquel cronista que le abrió las ventanas a Broadway como Joan Fontaine a Manderley ante la mirada turbia de la señora Davers.
Pedirle a Garci su «momento» de la historia del cine es como pedirle a John Huston su mejor sorbo de destilado. Más fácil sería pedirle doscientos. Pero no, un solo «momento». Uno. Y lo caza. Y lo cuenta casi con las mismas palabras con las que lo ha descrito en su monumental libro «Noir», sobre eso, las películas con crepúsculo, todo ese cine negro en el que la frase lo es todo («tienes una moneda donde otras mujeres tienen el corazón») y la atmósfera lo demás:
James Stewart siguiendo a Kim Novak por las calles de San Francisco... Eso es cine-James Stewart, al volante de su coche verde, siguiendo a Kim Novak por las calles de San Francisco... Sus manos al volante... Por una ciudad que parece oriental... y reparo en el parabrisas y lo veo entrar luego en una floristería por la puerta trasera. La música wagneriana de Bernard Hermann, la textura del color, del vestuario, el rojo del restaurante Ernie’s , y entonces me digo: eso es cine.
La grabadora hace ya mucho tiempo que hizo «crack», y esa batería de dry martinis es ya historia, «agua» pasada. El bar del Palace es a esta hora un lugar en el que se empieza a notar la ausencia del humo y de Julio Camba en cualquier rincón. Garci ha desmenuzado esa sensación que Cormac McCarthy contaba en un libro titulado «No es país para viejos», sí, pero creo que detrás de ella hay otra más profunda, más verdadera, y que debe aparecer en el titular de todo esto: «No voy a hacer más cine, pero, en cuanto pueda, hago una película».
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