Entrevista
Marina Abramović: «Nunca quise ser feminista, porque como mujeres ya somos muy superiores a los hombres»
La artista, gran diva de la performance, recibirá el viernes en el Teatro Campoamor el premio Princesa de Asturias de las Artes 2021
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Reconoce Marina Abramović (Belgrado, 1946) que vive «un momento muy especial». Y esa, con una vida como la suya, no es una afirmación baladí. La creadora, gran diva de la performance, ha recalado esta semana en Oviedo para recoger el premio Princesa de Asturias de las Artes 2021 ... . Un galardón que Abramović asegura recibir con «gran responsabilidad» y, también, con «mucho honor». No es extraño. Su trayectoria, cuyo origen se enmarca en la generación de las artes performativas de la década de 1970, ha sido labrada desde el consciente sacrificio que siempre conlleva el arte cuando se antepone a la propia vida. De ahí que este galardón, que reconoce «su valentía en la entrega al arte absoluto y su adhesión a la vanguardia», sea tan importante para ella. «Primero, te ignoran. Después, se ríen de ti. Luego, te atacan. Entonces, ganas». A Abramović le gusta citar esta frase de Mahatma Gandhi para resumir su carrera, que le ha llevado a convertirse en una de las artistas más emocionantes de nuestro tiempo. Un tiempo convulso e inestable, quizás más propicio para el arte que ningún otro. O no.
Su carrera comenzó en contextos marginales y contraculturales. ¿Cómo pasó de esa periferia al centro?
De donde yo vengo, ni siquiera es el tercer mundo, es el cuarto mundo o el quinto mundo. Hablamos de Serbia, de Yugoslavia, del régimen comunista de Tito. Empecé como pintora, mi primera exposición la hice a los 14 años y siempre tuve claro que quería ser artista. Pero a los 18, 19, 20 años empecé a experimentar con diferentes formas artísticas. Empecé a hacer performances, algo que era absolutamente inaceptable en mi país. A mis padres les preguntaban qué tipo de educación me habían dado, la prensa me criticaba con contundencia. Pero, aun así, me quedé en mi país hasta que cumplí 29 años. A partir de ahí, empecé a viajar y a hacer performances en otros países.
¿Qué recuerda de aquellos años?
Poco después de eso, comencé mi relación con Ulay, en Ámsterdam, y empezamos a vivir en una caravana y a recorrer el mundo. Vivíamos de manera muy pobre, sin electricidad, sin agua corriente, sin nada. Ese fue un momento muy importante, porque nos permitió conectar con la comunidad artística internacional. Después, cuando nos separamos, en ese momento épico en la Gran Muralla China, seguí trabajando en solitario, y el planeta se convirtió en mi estudio, pasé a ser global. Ha sido una evolución muy gradual, muy orgánica.
Usted antepone su obra a todo lo demás, su vida incluida. ¿Es posible entender su vida sin su obra, y viceversa?
Creo que es algo realmente unitario, es una unidad. En primer lugar, mi principal campo de investigación es el cuerpo humano, y empiezo con mi propio cuerpo. Y ese es un universo infinito, interminable. Sólo conocemos el 20% de nuestra actividad cerebral, hay tanto por descubrir aún… La vida y el arte son lo mismo, es un todo, nunca están separadas. Yo nunca quise hijos, nunca quise familia, sólo quise y quiero el arte, porque en nuestro cuerpo tenemos energía y quiero que mi energía se concentre sólo en eso, en el arte.
¿Se arrepiente de algo?
No, querida, no me arrepiento absolutamente de nada.
Se lo pregunto porque, de alguna manera, su arte busca resolver el enigma de la existencia.
Siempre, desde niña, no sólo quería conocer el cosmos, el universo, sino qué había más allá, detrás de eso, detrás de todo. Una vez le pedí a Richard Branson que me diera un billete sólo de ida al espacio, pero se negó, fue terrible. Necesito saber, necesito saber. Estoy muy interesada en el tránsito entre la vida y la muerte. Los sofistas dicen que la vida es un sueño y la muerte es un despertar. Es muy interesante.
Así que no tiene miedo a la muerte…
En teoría, no, pero no es cierto, porque cada vez que voy en un avión y hay turbulencias empiezo a escribir mi testamento. Todo el mundo tiene miedo a morir.
La performance también ha sido usada como herramienta reivindicativa por parte de las mujeres artistas. ¿Está presente la reivindicación feminista en su arte?
No, nunca. Nací en un cuerpo de mujer, pero el arte no tiene sexo, es universal, no importa si hay un hombre o una mujer. Mi arte, el arte que yo hago no es un arte femenino o un arte de mujer. Yo nunca quise ser feminista, porque como mujeres ya somos tremendamente superiores a los hombres. Es algo de lo que no nos damos cuenta, pero es así. He estudiado las culturas matriarcales a lo largo de la historia, y fuimos tontas porque les dimos voluntariamente el poder a los hombres. El hecho de que nosotras podamos crear vida es un gran poder. Estoy tremendamente cansada de la fragilidad de las mujeres, de esas mujeres que se lamentan, pobre de mí, pobre de mí, ¡venga ya! Si alguien está abusando de ti, dale una patada en los huevos, rómpele la cabeza, haz algo. Quiero que las mujeres sean guerreras, poderosas.
Su obra muestra la vulnerabilidad del ser humano, el riesgo permanente que conlleva estar vivo. Algo que ha quedado todavía más de manifiesto con la pandemia. ¿Qué lectura saca usted de eso?
La pandemia es una gran lección, nos ha enseñado mucho. Nos ha hecho ser humildes. Es algo que nos une con independencia de nuestro nivel socioeconómico, del color de nuestra piel, desde el barrendero al presidente del país, todos somos vulnerables. El consumo, el dinero, nada de eso tiene sentido. Es algo que la gente debería tener más presente, debería calar más, deberíamos ser más humildes.Y, con respecto a las performances... necesitan público en directo, y por eso prefiero esperar, porque odio las performances en Zoom, tienen mala calidad, mala imagen, mal sonido, mal todo. Si nos fijamos en las pandemias a lo largo de la historia, como la fiebre amarilla, duraron décadas; nosotros llevamos sólo dos años, así que debemos esperar a que pase, a que acabe, para seguir trabajando sin comprometer nada, sin hacer ninguna concesión, porque no me gusta hacer concesiones en el arte. Esta pandemia ha demostrado el miedo que la gente tiene a la soledad. Es una lección de sencillez.
¿Cuál es el mayor aprendizaje al que nos enfrenta el dolor humano?
Compasión, compasión, la compasión por el cuerpo humano, por el sufrimiento. Siempre me interesa el amor incondicional para todos, desde las personas a los animales. Porque todos estamos hechos del mismo ADN, todos somos iguales. Cuando hablamos de amor incondicional, no quiere decir que sólo ames a tu hijo o a tu marido, no. Hay que amar incluso a las personas que no conocemos, porque todos sufrimos, todos tenemos dolor, todos somos mortales.
En el libro 'Derribando muros' contó su propia vida.
Y se lo dediqué a amigos y enemigos.
Ah, muy importante. Yo le pregunto: ¿qué muros se siente más orgullosa de haber derribado y cuáles le quedan aún por derribar?
Creo que el primer muro fue sin lugar a dudas el de mi familia, fue muy doloroso sentirme incomprendida, no había amor. Ese fue el primer muro que tuve que derribar, y tuve que aprender a perdonar, también. Después, todo el amor en mi vida siempre ha sido, todo el tiempo, un muro. Primero se elevaba y luego colapsaba, la persona a la que amaba fallaba y debía atravesar ese muro otra vez. ‘El artista está presente’ fue un muro muy grande, porque fue el momento en el que mi trabajo pasó a ser 'mainstream' y todo cambió a partir de ahí. Me convertí en una ‘celebrity’, me hice famosa.
¿Y cómo lidia con eso, con la fama, con la celebridad?
No es nada fácil. En primer lugar, nunca me he comportado como alguien famoso, yo no lo elegí. Siempre he pensado que somos una mota de polvo en el universo. La prensa estadounidense es especialmente brutal; al principio, les encanta descubrirte, luego te glorifican y al final te acusan de ser famosa. Pero en realidad fueron ellos los que me hicieron famosa, no fui yo. Lo único positivo de todo eso es que mi voz se escucha y puedo ser un ejemplo para las nuevas generaciones, esa es la parte positiva de la fama. Hay mucho... no es obligación… ¿cómo decirlo?
¿Compromiso?
¡Compromiso! Sí, es un compromiso, porque tienes que dar ejemplo. Para mí, recibir este galardón de manos de vuestro Rey, de la Monarquía, siendo la primera mujer en las artes visuales que lo recibe, es una auténtica revolución, me siento muy orgullosa, es un reconocimiento a un tipo de arte que siempre ha sido criticado. Estoy tremendamente orgullosa. Estoy aquí y todavía no me lo creo.
La última pregunta creo que es la más difícil de responder, y seguramente no tenga respuesta, pero… ¿qué es el arte?
No hay una respuesta apropiada, ni tampoco única, porque obtendrá distintas respuestas de distintos artistas.
¿Y su arte en concreto?
Para mí, el arte tiene que darle oxígeno a la sociedad.
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