Misión cumplida, 200 años después
La repatriación del tesoro se enfrentó a un mal tiempo «histórico»
Fue emocionante. Ayer los dos Hércules aterrizaron en la base aérea de Torrejón, cargados con los caudales que partieron de Lima en 1804 y han pasado los últimos doscientos años en el fondo del mar. Así es la historia. En abril de 2007 los cazatesoros expoliaron los restos de la fragata que los traía, la Mercedes, y se llevaron a Florida 17 toneladas de monedas de plata y oro, entre otros efectos. Durante cinco años el Reino de España ha batallado en los tribunales americanos contra ellos. Y ha vencido.
Cuatro tripulaciones del Ala 31 del Ejército del Aire, bajo el mando del comandante Miguel Ángel Tobías Martínez, daban cumplimiento con ese vuelo, procedente de la base de MacDill, en la bahía de Tampa, a una misión encomendada por Godoy en 1802 en nombre de Carlos IV. Entonces, una flotilla con las mejores fragatas de la época, Medea, Clara, Fama y Mercedes debía traer desde Lima los dineros de la Hacienda. Pero fueron atacadas traicioneramente por cuatro buques ingleses. El combate fue breve y cruento. Todas las naves se perdieron en la batalla del Cabo de Santa María, el 5 de octubre de 1804, aunque solo la Mercedes se hundió. Las demás fueron presas. El acto desató una guerra total que daría la supremacía marítima a Gran Bretaña en Trafalgar, un año después.
A la base de Torrejón no acudieron ayer ministros a celebrar esta significativa victoria sobre la industria cazatesoros. Así es la política. Precisamente hemos ganado a Odyssey Marine Exploration, una compañía que llegó a nuestras costas con el patrocinio del Gobierno de Gran Bretaña y con Gibraltar como base de operaciones. Pero no, ayer el comandante Tobías entregó la carga, tras el correspondiente saludo militar, al general José Cuasante, jefe de la Policía Judicial de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil.
En su viaje transatlántico los Hércules han soportado un total de 47.000 libras (casi 22 toneladas) entre monedas, líquidos y contenedores. La climatología ha sido desagradable, según explicaba el comandante. Aunque lucía el sol en Torrejón durante el aterrizaje, lo cierto es que han atravesado tormentas y vientos contrarios. Idénticas condiciones a las soportadas por los marinos españoles que cruzaban el charco hace 200 años. Ayer, uno de los aparatos vino por la ruta más corta, Tampa-Nueva Jersey-Azores-Madrid. El otro fue mucho más al norte y regresó por Terranova. La pericia de las tripulaciones permitió el reencuentro de las naves a su llegada a territorio español.
El día que la Mercedes estalló por los aires en aquella batalla, 249 personas se hundieron con sus restos, entre ellos la mujer y siete hijos del Mayor General Diego de Alvear y Ponce de León, que había embarcado en una escala en Montevideo. Regresaba a España con su familia y sus ahorros, que acabaron en el fondo del mar. Por eso, más que monedas, ayer en la mente de todos también estaba el regreso de un pedazo importante de la historia de España.
A pie de pista, en Torrejón, se desplegaron los miembros de la UCO porque la Guardia Civil ha sido encargada de custodiar estos bienes del patrimonio por mandato de la titular del Juzgado número 3 de La Línea de la Concepción. Los contenedores fueron comprobados por la Brigada de Patrimonio de la Benemérita en un hangar y llevados a lugar seguro con un dispositivo en el que, en total, participó medio centenar de agentes con apoyo aéreo. Quedarán como depósito judicial a disposición del Ministerio de Cultura para su restauración y estudio, hasta que se decida en qué centros exhibir la historia de aquella fragata junto a algunos de sus restos.
También estarán a disposición de la justicia porque en La Línea se sigue investigando qué hizo Odyssey desde 2001 en España. La memoria de quienes se hundieron con la fragata y de quienes han luchado por recuperar la carga expoliada merecen un profundo reconocimiento.
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