Inés Martín Rodrigo - Líneas azules
Volver a Nueva York
Tras dos años pandémicos, la ciudad sigue rebosando vida y muerte, arte y miseria, pero va con una marcha más, acelerada

Antes de pisar por primera vez las calles de Nueva York , de pasearlas, de recorrer la perfecta cuadrícula que las define, una siempre las ha caminado antes. Lo ha hecho, claro, en infinidad de películas, de novelas y relatos que han construido, de ... un modo muy particular, por momentos idílico, la visión de una ciudad tantas veces retratada en la ficción que su existencia se desdibuja en la realidad. Su mitificación es cosa, claro, de los que sólo vamos como visitantes; nunca la hemos sobrevivido, porque de haberlo hecho tal vez huiríamos de ella en vez de tratar de volver cada poco tiempo.
Nueva York es cruel con quienes la habitan. Mezquina. Implacable. Y, por contraste y fascinación, acogedora con los forasteros, que en ella se sienten en casa. Es lo que he vuelto a experimentar al regresar, tras los dos primeros años de pandemia. Lo ansiaba, lo confieso. Y, sin embargo, la sensación que esta vez prevalece como recuerdo es bien agridulce.
Sus barrios siguen rebosando vida y muerte, arte y miseria. Pero la ciudad está acelerada. Ha metido una marcha más a las muchas que de por sí definen su existencia. Es como si intentara recuperar el tiempo perdido durante el confinamiento . Quien se suba, el que aguante el ritmo, será bienvenido. El que no, se quedará atrás, arrasado, sin contemplaciones. Es, al fin y al cabo, la quintaesencia del capitalismo , esa máquina de construir sueños (americanos) para convertirlos en pesadillas.
Ya me lo advirtió, hace un año, en una conversación telemática, el escritor Jay McInerney : «Ha aumentado la criminalidad, hay más gente sin hogar, y todo esto me recuerda a cuando vine por primera vez en los ochenta». Él se mudó a Nueva York unos años después que Fran Lebowitz , cuya relación de amor con la ciudad es monógama y excluyente. Y antes que ellos la vivió, intensamente, Joe Brainard . Su 'Me acuerdo y otros retratos', en edición de Eterna Cadencia con introducción de Paul Auster , me acompaña en estos días de insomnio fruto del 'jet lag'. Tal vez intente, con su lectura, preservar en mi memoria la ilusión de mis primeros 'me acuerdos' neoyorquinos.
Ya lo cantó Chavela : «Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida».
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