Inés Martín Rodrigo - Líneas azules
La intimidad de Sara Torres
La poeta atrapa los afectos entre mujeres -madres, hijas, amantes, amigas- en su debut en la narrativa, 'Lo que hay'

La intimidad nunca ha estado tan desatendida. Y no es cosa, sólo, de Pegasus . Desde hace tiempo, demasiado ya, vivimos a través de filtros. Sentimos mediante 'likes'. Nos queremos a base de interacciones virtuales. Hemos perdido la capacidad de asombro ante el enamoramiento repentino, ... ese que únicamente puede producirse gracias al más sutil de todo los sentidos, muy desprotegido, también: el del tacto. En ese estado, un poco pesimista, lo confieso, desesperanzador, he llegado a un libro, un debut en la narrativa, además, que me ha hecho estremecerme casi en cada página. Los restos de mi pasión, rastros de un mágico idilio literario, han quedado en los subrayados –a lápiz, no soy tan sacrílega– de párrafos enteros de 'Lo que hay' (Reservoir Books). El nombre de su autora, Sara Torres (Gijón, 1991), les sonará a quienes frecuentan el género encarnado del amor, la poesía.
«Mientras mamá moría yo estaba haciendo el amor». Así comienza una historia entregada a dibujar la anatomía fracturada de los afectos entre mujeres. Madres e hijas. Amantes. Amigas. Eros se impone a Tánatos en un relato en el que se filtra, con una contención medida, la poesía que vio nacer a Torres como autora. Porque la vida pasa, y en ese transcurrir el amor, no necesariamente romántico, pero sí pasional, y la muerte pueden coincidir en el tiempo. La protagonista, que comparte con la autora nombre y vida, se enfrenta al duelo por la muerte de su madre, fallecida de cáncer después de diez años de dura convivencia con la enfermedad, a la vez que le atrapa Ella, una amante que hace que se cuestione su concepción del amor. Mientras, D., su pareja, se muda a Barcelona desde Londres, donde vivían juntas, para seguir empezando de nuevo, una vez más.
«Tienes derecho a no pasar página. Es una moda relativamente reciente animar a las personas a 'superar' su pasado y cambiar de vida», le dice a Sara la psicóloga en la que busca consuelo, desde el confinamiento de un minúsculo piso en la Barceloneta. Así es. Esa es la teoría, puesta en práctica escribiendo, sin parar de escribir. Porque escribimos para poder vivir. Para «iniciar desesperadamente una conversación, existir para alguien al otro lado, soltar las ganas, existir». Y no hay nada más íntimo que compartir nuestra existencia.
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