Inés Martín Rodrigo - Líneas azules
Despedida
Catorce años después de pisar por primera vez la redacción de ABC, ha llegado el momento de decir adiós

A finales de enero, hace justo cinco meses, escribí mi primera columna de opinión en ABC . Lo hice a las tres semanas de haber ganado el premio Nadal por 'Las formas del querer' y trece años y medio después de haber pisado, ... por primera vez, la redacción de este periódico. Prometí, entonces, llamar siempre a las cosas por su nombre y, también, que mis palabras perdurarían. Pero nada hay más relativo, ni fugaz, que el tiempo. Bien lo sabemos aquellos a los que la vida nos lo enseñó desde el comienzo. Y, ahora, ha llegado el momento de decir adiós, o hasta luego, o hasta pronto, o tal vez hasta mañana. De ustedes, los lectores, dependerá.
Son difíciles estas 'Líneas azules' , no les engaño. Seguramente las más complicadas a las que me he enfrentado en estas páginas que llevan tanto tiempo dándome cobijo y de las que me llevo a grandes amigos, espejos en los que seguiré mirándome cada día, aprendiendo de ellos.
Las mismas páginas que me han visto crecer como periodista y escritora pero, sobre todo, como persona. Esas en las que he tenido el inmenso privilegio de conversar con los más grandes de la literatura contemporánea, de Margaret Atwood , a la que conocí en Londres, a James Salter , quien me abrió las puertas de su casa en los Hamptons de Nueva York. Ida Vitale, Paul Auster, Siri Hustvedt, Richard Ford, Anne Tyler, Don DeLillo, Renata Adler, Rafael Sánchez Ferlosio, Joy Williams, John Banville, Gloria Steinem, Salvador Pániker... Son tantos los nombres, y tan inolvidables, que parece cosa de pura ficción.
También me ha tocado, en estos mismos renglones a veces torcidos, despedirme de algunos de ellos –la última, Joan Didion –, y de amigos a los que conocí gracias a este oficio y cuya ausencia sigue estando dolorosamente presente, como Claudio López de Lamadrid y Belén Bermejo .
De ella, de Bel, mi primera editora, la persona por la que me atrevo a llamarme escritora, aprendí que «la alegría es nuestro deber diario». Y no pienso cejar en mi empeño de cumplir con tan extraordinaria obligación, incluso en estos días difíciles, por lo mucho vivido en estas páginas, pero felices, por el nuevo capítulo que estoy a punto de empezar a escribir. Ya lo dijo Raúl Zurita : «La vida es muy hermosa, incluso ahora». Y está llena de comienzos.
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