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Qué es el síndrome de Pollyanna y qué esconden los que siempre se muestran felices

Significa que la persona transforma mentalmente el recuerdo de los eventos pasados para adecuarlos a su visión positiva extrema

«La felicidad no tiene que ver con vivir emociones agradables todo el tiempo»

En qué consiste el síndrome de pollyanna.
Melissa González

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¿Conoces a Pollyanna? Se trata de una novela de Eleanor H. Porter publicada en el año 1913 que cuenta la historia de una niña llamada así, huérfana de padre y madre, que es enviada a vivir con su estricta Tía Polly a la que terminará ablandando con su contagiosa alegría. Era tal la felicidad de este personaje que hay un síndrome que lleva su nombre.

El síndrome de Pollyanna en psicología se refiere al hecho de que tendemos a mirar el pasado con gafas teñidas de rosa. No es un síndrome clínico como tal, sino más bien un estado de ánimo en el que el sujeto permanece obstinadamente optimista e independientemente de las circunstancias externas. 

Durante la década de los setenta, los psicólogos David Stang y Margaret Matlin tomaron de base en sus estudios a este personaje para profundizar en el optimismo extremo que experimentan algunas personas y las consecuencias del mismo. A través de ello, concluyeron que las personas que cuentan con este sesgo positivo pueden ser plenamente conscientes de la negatividad y de la problemática que les rodea pero que, por propia elección, escogen enfocarse en lo positivo y adaptar, así, esa actitud ante la vida. A raíz de esto, es cuando se comienza a hablar del síndrome de Pollyanna.

Consecuencias negativas

Este síndrome hace referencia a los casos de aquellas personas que aplican esta filosofía de forma extrema, llegando a alterar los recuerdos con el fin de que parezcan menos desagradables, o ignorar detalles menos favorables. La psicóloga Paloma Rey señala que puede afectar significativamente a dos espacios temporales: pasado y futuro.

«La persona transforma mentalmente el recuerdo de los eventos pasados para adecuarlos a su visión positiva extrema. Como resultado, tienden a sobreestimar los sucesos, adornándolos con detalles que favorezcan este pensamiento y las posibles consecuencias que puedan derivar en el futuro», dice. Como consecuencia de esta visión extremadamente positiva, se produce un exceso de confianza en el que no hay espacio para aspectos negativos. O lo que es lo mismo: no se valora la posibilidad de equivocarse, de que no se cumplan sus expectativas o perder. «De cara a una futura toma de decisión, no se hace una evaluación completa y realista de las opciones disponibles. Además, es poco probable que esa persona realice un ejercicio introspectivo posterior y que, por tanto, realice un aprendizaje de los posibles errores cometidos».

Esta actitud tan extremadamente positiva trae consigo una serie de consecuencias negativas, según explica la psicóloga. Por una parte, puede dar lugar a problemas en la gestión de situaciones difíciles al no tener en cuenta todos o la mayoría de los factores implicados y que la persona acabe siendo víctima del autoengaño. Otra posible consecuencia implicaría experimentar un bloqueo cuando la situación que esté viviendo conlleve una mayor carga emocional de la que la persona que sufre el síndrome de Pollyanna es capaz de gestionar.

«El resultado sería que, mientras las cosas surgen y se desarrollan según lo previsto, la persona seguirá favoreciendo su pensamiento extremadamente positivo y se retroalimentan en él. Sin embargo, ante cualquier dificultad, empezará a experimentar un elevado nivel de frustración y ansiedad, los cuales pueden llegar a ser incapacitantes o influir, negativamente, en otros aspectos de la vida de la persona, como su autoestima o sus relaciones personales.

«Tener pensamientos positivos contribuye de forma significativa en nuestro bienestar, equilibrio y motivación personal. Pero como en cualquier aspecto, los extremos no son nuestros aliados sino nuestros enemigos. Encontrar un punto de equilibrio será necesario para que una persona sea positiva y realista, y no caga en el autoengaño», comenta la psicóloga.

El concepto de principio de Pollyanna se ha aplicado también a los mercados financieros para ilustrar el hecho de que dejarse llevar por el optimismo cuando las circunstancias no lo ameritan puede tener consecuencias desastrosas.

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