Por qué se siente antojo de comer dulces a todas horas
Aunque para algunas personas resulte algo incontrolable, entender las causas permite tomar decisiones conscientes para gestionar ese deseo
José Abellán, cardiólogo: «El consumo del huevo impacta directamente en tu salud cardiovascular»

Si antes de abordar una tarea tediosa, tras un día de mucho ajetreo o después de una conversación tensa suele sentir que merece un premio en forma de dulce, es probable que lo que encuentre en este artículo le haga pensar. Sentir que ... ese dulce es un premio, una compensación o algo capaz de llevarle a la acción es parte del problema, no de la solución. Quizá esa forma de pensar responda a algo que lleva grabado en la mente desde la infancia. ¿Cuántas veces habrá oído eso de «si paras de llorar, te compro un helado», «si te portas bien, te doy un donut» o «si te lo acabas todo, podrás comerte el postre»?... O quizá, como explica la Dra. María Amaro, experta en nutrición y creadora del Método Amaro de pérdida de peso, esas ganas de comer dulce a todas horas, pueda estar relacionada con una combinación de factores biológicos, psicológicos y sociales. «Este deseo puede parecer incontrolable, pero entender sus causas nos permite tomar decisiones más conscientes sobre cómo gestionarlo», apunta la experta.
Por eso la Dra. Amaro invita a analizar cada uno de los ocho factores que pueden estar detrás de las ganas de comer dulces sin hambre: el sistema de recompensa en el cerebro, la relación entre el azúcar y los niveles de energía, el hambre emocional, las fluctuaciones hormonales, el carácter de recompensa social, el papel de la microbiota en los antojos, el efecto de la publicidad y el deseo de aliviar el malestar temporalmente. Veamos con detalle cada uno de ellos:
1. El sistema de recompensa en el cerebro
Tal como explica la Dra. Amaro, el cerebro humano está programado para buscar recompensas, y el azúcar es una de las formas más rápidas de gratificación. «Cuando consumimos algo dulce, se activa el sistema de dopamina, un neurotransmisor asociado con la sensación de placer. Este mecanismo evolutivo nos ayuda a asociar ciertas acciones con recompensas, motivándonos a repetirlas», revela.
Así, en el caso de los dulces, el cerebro recompensa de forma inmediata con una sensación de bienestar, lo que genera un impulso a seguir comiendo azúcar para mantener ese sentimiento placentero. «Este ciclo de recompensa puede convertirse en un hábito: cada vez que consumimos algo dulce, el cerebro pide más de esa gratificación, y la necesidad de comer más dulces se refuerza con el tiempo», asegura la experta.
2. Relación entre el azúcar y los niveles de energía
El azúcar es una fuente rápida de energía. Por eso el cuerpo la demanda en momentos de cansancio o bajos niveles de glucosa en la sangre. Los azúcares simples, presentes en los dulces, se descomponen rápidamente en glucosa, que es la principal fuente de energía para nuestras células.
La cuestión es que cuando nuestro cuerpo experimenta una caída de glucosa nos sentimos fatigados, irritables o con falta de concentración, y eso hace que el cerebro busque un «aumento rápido» de energía, que generalmente obtenemos de alimentos azucarados. «Aunque el azúcar proporciona un alivio temporal, este impulso de energía suele ser seguido de una caída rápida, lo que crea un ciclo en el que el cuerpo constantemente pide más azúcar para mantener el nivel de energía», aclara la Dra. Amaro.
El hambre emocional: comer por razones no fisiológicas
Uno de los principales motivos por los que se consumen dulces es por el hambre emocional. «Muchas veces, el deseo de comer no está relacionado con una necesidad física de alimento, sino con una necesidad de lidiar con emociones como el estrés, la ansiedad, la tristeza, la soledad o el aburrimiento», argumenta la experta.
Los dulces se asocian con consuelo, y su consumo genera una respuesta química en el cerebro que nos hace sentir momentáneamente mejor. El azúcar y los carbohidratos rápidos, como los presentes en los dulces, también tienen un efecto sobre los niveles de serotonina, el neurotransmisor asociado con la felicidad, lo que refuerza la conexión entre el dulce y el bienestar emocional.
En momentos de ansiedad, por ejemplo, muchas personas recurren a los dulces como una forma de calmarse, pues estos ofrecen una gratificación instantánea. Sin embargo, el alivio que brindan es efímero y no resuelve el problema emocional subyacente, lo que puede llevar a un ciclo de consumo de dulces como respuesta a cualquier malestar emocional.
4. Fluctuaciones hormonales
Las fluctuaciones hormonales, especialmente en las mujeres, pueden ser un factor importante en los antojos de dulces. «Durante ciertas etapas del ciclo menstrual, como la fase premenstrual, los niveles de progesterona aumentan y los de estrógenos disminuyen, lo que provoca un deseo elevado de consumir alimentos ricos en azúcar y grasa», revela la Dra. Amaro.
Las hormonas también influyen en la regulación de los niveles de glucosa en el cuerpo, lo que hace que, en ciertas fases del ciclo, el cuerpo busque un aumento rápido de energía. Este deseo de energía rápida, combinado con la influencia hormonal, puede aumentar el anhelo de alimentos dulces. Además, algunas investigaciones sugieren que las mujeres tienen una mayor sensibilidad a los cambios hormonales, lo que podría explicar la intensidad de los antojos de azúcar en esos momentos.
5. El azúcar como recompensa social
Desde pequeños estamos condicionados a asociar los dulces con recompensas y celebraciones. En muchas culturas, los dulces son una forma de premiarnos por un logro, de celebrar eventos especiales o incluso de consolar a alguien. «Esta asociación positiva entre los dulces y el bienestar emocional puede perpetuar el deseo de comerlos en momentos de estrés, cansancio o aburrimiento», explica la Dra. Amaro.
Los hábitos alimenticios también juegan un papel importante. «Si a menudo consumimos dulces como una forma de aliviar el estrés o de disfrutar de una experiencia placentera, nuestro cerebro se acostumbra a ese patrón», alerta la experta. Con el tiempo, este comportamiento se convierte en una respuesta automática al malestar o incluso a situaciones cotidianas, como un descanso en el trabajo o una pausa en la tarde. Este ciclo de recompensa emocional y social refuerza el deseo de comer dulces más allá de la necesidad física de alimentos.
6. El papel de la microbiota intestinal en los antojos
En los últimos años, la investigación sobre la microbiota intestinal ha revelado que las bacterias que habitan en nuestro sistema digestivo pueden influir en nuestros antojos de alimentos, incluidos los dulces. «Las bacterias intestinales se alimentan de los azúcares presentes en los alimentos, y algunas especies bacterianas pueden inducir señales hacia el cerebro para que busquemos más alimentos azucarados», revela la Dra. Amaro.
Esto sugiere que nuestros hábitos alimenticios pueden estar relacionados con el tipo de microbiota que tenemos, lo que a su vez afecta nuestros deseos de comer ciertos alimentos. Este vínculo entre la microbiota y los antojos es un área de investigación prometedora, ya que podría ayudarnos a entender mejor cómo se desarrollan los antojos y cómo el equilibrio de bacterias en nuestro intestino puede influir en las elecciones alimenticias.
7. El efecto de la cultura, la publicidad y el marketing
Vivimos en una sociedad donde los dulces están presentes en casi todas las celebraciones y momentos de disfrute. Desde cumpleaños hasta fiestas, pasando por el café de la tarde, los dulces se han convertido en una parte integral de nuestra vida social. Los anuncios publicitarios también refuerzan la idea de que los dulces son una forma de recompensa y un medio para sentirnos bien.
«La constante exposición a este tipo de mensajes genera una asociación subconsciente entre los dulces y el bienestar, lo que alimenta el deseo de consumirlos en momentos de debilidad emocional o incluso de simple comodidad«, señala la Dra. Amaro. Además, como añade la experta, la disponibilidad y el acceso fácil a productos azucarados refuerzan este ciclo y hacen que sea más difícil resistirse a la tentación.
8. El deseo de aliviar el malestar temporalmente
En muchos casos, la necesidad de comer dulce está relacionada con el deseo de aliviar un malestar físico o emocional inmediato. El azúcar tiene un efecto rápido sobre el cuerpo, proporcionando energía, mejorando el estado de ánimo y aliviando momentáneamente el estrés o la fatiga. Sin embargo, este alivio es fugaz, y el malestar puede regresar poco después, lo que nos lleva a consumir más azúcar para sentirnos mejor de nuevo.
Este ciclo de búsqueda de alivio puede crear una dependencia emocional de los dulces, convirtiéndolos en una respuesta automática a cualquier malestar. Aunque el consumo de azúcar puede ofrecer una sensación inmediata de bienestar, no resuelve el problema subyacente, lo que lleva a recurrir nuevamente a la comida como forma de evasión.
En definitiva, entender las razones detrás de estos deseos puede ser útil para encontrar formas de manejar los antojos de manera más saludable, sin caer en la tentación de consumir azúcar de forma excesiva y sin tener en cuenta el hambre real.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete