Juan Pablo II y el misterio sin resolver de los tres cadáveres que conmocionaron al Vaticano
Muchos los investigadores dudan hoy, 35 años después, de la versión oficial ofrecida por la Santa Sede menos de 24 horas después del crimen, sin tan siquiera esperar a las autopsias

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En la primavera de 1998, ABC informó sobre un extraño crimen acaecido en uno de los edificios del Pontificado en Roma, a tan solo 200 metros de donde dormía Juan Pablo II. En los siguientes días, este diario dejó los siguientes titulares al respecto: ‘Conmoción en el Vaticano tras la muerte del jefe de la Guardia Suiza, su esposa y un cabo’, ‘El cabo asesinado se sentía ignorado y sufrió un rapto de locura’, ‘La investigación descubre la existencia de un testigo’ y, de forma repentina, tan solo tres días después de la primera noticia, ‘El Vaticano da carpetazo al caso de las muertes’. La versión oficial no convenció a casi nadie… y todavía sigue sin hacerlo.
A lo largo del siglo XX hubo otros episodios oscuros en la Santa Sede a los que todavía no se ha encontrado explicación, empezando por la sospechosa muerte de Juan Pablo I
en 1978, un mes después ser elegido, y la aparición cuatro días después del cuerpo ahorcado de su confidente, el padre Giovanni DaNicola, en un parque de Roma. También se podrían citar las extrañas defunciones de cinco cardenales relacionados con las investigaciones sobre el Instituto para las Obras de Religión y la Banca Ambrosiana, entre 1979 y 1982, todos «en buen estado de salud y con una media de edad de 69 años».
¿Qué ocurrió en 1998? Todo comenzó el 4 de mayo poco después de las 21.00, cuando una monja encontró tres cadáveres en el Vaticano. Tal y como anunciaba ABC, que llevó el tema a su portada, pertenecían a Alois Estermann, comandante de la Guardia Suiza, de 43 años; su esposa Gladys Meza Romero, que trabajaba en la embajada de Venezuela ante la Santa Sede, de 49, y el cabo del mismo cuerpo Cédric Tornay, de 23. Lo más sorprendente es que el primero fue asesinado solo unas horas después de que hubiera sido colocado al frente del ‘Ejército de la Santa Sede’ por el mismo Juan Pablo II.
«La noticia del trágico suceso trascendió poco antes de la medianoche. Las dependencias del acuartelamientos de los cien guardias que componen el cuerpo de seguridad pontificio habían cerrado sus puertas a las nueve de la noche, como de costumbre, con puntualidad suiza. Pasada la medianoche, el portavoz del Vaticano, Joaquín Navarro Valls, informó que todo apuntaba a que el asistente del comandante era el autor material del doble crimen y que, inmediatamente después, se suicidó de un disparo», apuntaba el corresponsal en Roma de este diario, Pedro Corral.

La versión urgente
Todos estos datos bastaron para que el Vaticano ofreciera una rápida versión oficial basada en viejas rencillas entre jefe y subordinado. «Esta versión fue facilitada por Navarro Valls en una multitudinaria e insólita rueda de prensa antes, incluso, de que se conocieran los resultados de las autopsias y el examen balístico. Por primera vez en su carrera fue obligado a hablar de balística y de posición de cadáveres », añadió la noticia. El portavoz habló de «arrebato de locura» y de que la Curia tenía ya «la certeza de que el cabo mató con su pistola reglamentaria a su comandante y a la esposa de este».
La versión no satisfizo ni a su entorno ni a la prensa internacional, que comenzó a barajar todo tipo de hipótesis: que si Estermann mantenía una relación con Tornay, que si este último la mantenía con la esposa de Estermann e, incluso, que Tornay había sido víctima de una conspiración al haber descubierto algún secreto oculto de su jefe. Un año antes, el jefe de la Stasi, Markus Wolf, había alimentado la teoría de que la República Democrática Alemana tenía un agente encubierto en el Vaticano desde 1980 apodado ‘Werder’.
Lo hizo en su autobiografía ‘Man without a Face’ (PublicAffairs) y lo reconoció abiertamente, meses después, en una entrevista a un medio polaco con las siguientes palabras: «En 1979 nos sentimos muy orgullosos al reclutar como agente a Estermann. Aquel hombre tenía acceso ilimitado a la Santa Sede y, con él, nosotros también». A esa teoría se sumó el diario alemán ‘Berliner Kurier’ en el mismo mes de mayo de 1998, a través de un reportaje en el que relacionó a Estermann con los servicios secretos vaticanos y, de nuevo, con la Stasi.

Las otras hipótesis
Las teorías sobre el episodio han continuado hasta el día de hoy. En 2017, el escritor Eric Frattini enumeraba algunas más en ‘El libro negro del Vaticano’ (Espasa), como que la «ejecución» de Estermann había sido ordenada por la Santa Sede por todo lo que sabía sobre las operaciones encubiertas de esta o que murió por sus estrechas relaciones con el Opus Dei. Según el libro ‘Poteri forti’ (Bur, 2005) de Ferruccio Pinotti, Estermann viajó varias veces a Polonia, en 1981, para coordinar la llegada de material desconocido desde Escandinavia para apoyar la organización anticomunista polaca Solidaridad. En ‘Bugie di sangue in Vaticano’ (Kaos Edizioni, 1999, ‘Mentiras sangrientas en el Vaticano’), de autor desconocido, aunque atribuido a «un grupo de eclesiásticos del Vaticano», apoyaba la hipótesis de que Estermann fue ejecutado en medio de una supuesta lucha entre el Opus Dei y los masones que había en la Curia por anexionarse la Guardia Suiza.
La versión oficial, sin embargo, nunca cambió, lo que no gustó a muchos de los implicados. En noviembre de 2011, el abogado de la madre de Tornay escribió una carta abierta al papa Benedicto XVI para pedirle los documentos relacionados con el caso para buscar otras respuestas, pero nunca le fueron enviados. La familia de Estermann, por su parte, solicitó su reapertura el 15 de diciembre de 2019, alegando que había encontrado nuevas pruebas y criticando la rapidez con la que se cerró la investigación.
El Vaticano, en efecto, zanjó la cuestión en menos de 24 horas. El 6 de mayo de 1998, ABC advertía de que «la historia está llena de incógnitas». Y continuaba: «Con la primera versión, comunicada apenas dieciséis horas después de los hechos, la Santa Sede dio ayer por cerrado un caso sin precedentes en la historia de los soldados del Pontífice que ha conmocionado a quienes viven en la ciudad del Vaticano, incluido Juan Pablo II. La explicación oficial, que venía a descartar cualquier hipótesis de delito pasional o de conspiración en el seno de la Guardia Suiza, no ha esperado a las autopsias ni a los análisis de balística, que ni siquiera se han solicitado todavía».
En los 35 años que han transcurrido hasta hoy, el Vaticano nunca más volvió a hablar de ello.