Vapeadores de usar y tirar, las nuevas 'chuches' que enganchan a los adolescentes
Saben a fresa, melón o regaliz, tienen colores atractivos y se venden sin control
Los neumólogos piden que se equiparen al tabaco convencional
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Saben a fresa, melón o incluso a algodón de azúcar. Algunos tienen luz y brillan en la oscuridad. Son el producto de moda y están por todos sitios. Las tabacaleras, con un negocio asfixiado, necesitan captar a nuevos usuarios y han encontrado en ... los 'pods', 'vapes' 'vaper' o cigarrillos electrónicos desechables una manera de atraer a una población de la que estaban muy alejados: los menores. Bajo su apariencia inocua, su gran atractivo y una supuesta ausencia de nicotina, han hallado la forma de colarse en las mochilas de los adolescentes, que se acercan a un producto barato, divertido y que está muy presente en su día a día (también en las cuentas de los influencers que siguen en TikTok). Lo adquieren en la tienda donde van a comprar chucherías, pero también en las jugueterías y en los bazares, sitios donde no necesitan enseñar documentación para llevárselos a casa. Han sido, además, el artículo de moda de esta temporada de ferias: uno por seis euros o dos por diez, en promoción en la caseta al lado de los refrescos, o el regalo tras disparar con las pistolas de aire comprimido, desplazando al tradicional llavero con el escudo del Barcelona, el consuelo de muchos que dejaban su paga en la atracción.
«Para chulear»
«Creo que están de moda porque te permiten 'chulear' delante de tus amigos», explica a ABC Raúl, de 16 años y que lleva desde el verano vapeando, aunque también lo alterna con el cigarrillo tradicional. En su caso, tiene la falsa creencia, igual que otros muchos jóvenes, de que «no es tan malo como el tabaco». Recuerda que la primera vez que adquirió un 'pod' lo hizo en un quiosco, «donde no piden ni documentación ni nada». Después, lo ha comprado en gasolineras y otras tiendas de su ciudad. Jamás le han pedido acreditar su edad para poder llevárselo, asegura. Sobre el porqué lo compra, dice que le sienta «mejor que un cigarrillo», aunque a veces simplemente lo hace «por el sabor y la frescura que tiene».
Por qué no son inocentes
No son seguros
A corto plazo, se han observado evidencias de su efecto sobre las vías respiratorias, dando lugar a nuevas patologías bautizadas como Evali (lesiones pulmonares asociadas al vapeo) que pueden llevar incluso a la muerte. El aerosol contiene sustancias tóxicas y carcinogénicas que a largo plazo pueden provocar cánceres entre consumidores y también a fumadores pasivos.
Aumenta el consumo entre jóvenes
La mitad de los jóvenes españoles han consumido en al menos una ocasión cigarrillos electrónicos, que tienen un uso minoritario sin embargo entre mayores de 35 años. La publicidad de estos productos aumenta su uso. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha pedido en los últimos años a los países que prohíban la publicidad de este tipo de productos.
No sirven para dejar de fumar
No existe evidencia sólida de que los cigarrillos electrónicos puedan ser útiles para dejar el tabaco. En las encuestas realizadas por el Ministerio de Sanidad no se observa que estos productos disminuyan a medio ni a largo plazo el consumo de tabaco convencional.
Fisiológicos
A corto plazo se han detallado efectos fisiológicos adversos en las vías respiratorias similares al humo del tabaco. Se han encontrado sustancias cancerígenas en líquidos y emisiones de cigarrillos electrónicos.
Intoxicaciones
Se han descrito numerosas intoxicaciones y efectos adversos relacionados con estos productos, algunos de ellos severos.
Propilenglicol
Estos productos emiten propilenglicol, partículas PM2.5, nicotina (no todos) y sustancias cancerígenas que pueden contaminar los espacios cerrados con los consecuentes riesgos por exposición pasiva.
En los estancos, que son los pocos lugares donde se pide DNI para adquirir productos derivados del tabaco, confirman la popularidad que han ganado en los últimos meses los cigarrillos electrónicos. De hecho, en uno del centro de Madrid cuentan incluso que algunos padres acompañan a sus hijos a comprar los que no llevan nicotina, para que, si fuman, al menos ellos «sepan» lo que están «llevándose a la boca». Estas empresas tienen ganado el relato de sus bondades, empezando por el propio nombre del producto: vapear como sinónimo de inhalar agua. ¿A quién podría hacerle daño? Fue un estudio publicado en 2013 el que sembró la idea de que el vapeo reduce en un 95% los riesgos respecto al cigarrillo tradicional. Nueve años después, la evidencia científica es clara con los riesgos de quienes vapean, pero la legislación aún no ha llegado y sigue sin proteger a los más jóvenes.
Como padres, habría que valorar dos aspectos, apunta Juan Antonio Riesco, jefe de la unidad de cesación (abandono del hábito de fumar) del Hospital San Pedro de Alcántara: «Primero, que la conducta de vapear es una puerta de entrada al consumo de otras sustancias como el tabaco o el cannabis. Y segundo, que la combustión e inhalación de los productos tóxicos que llevan provocará daños en la salud física y mental de sus hijos». En este sentido, Vanesa Fernández, doctora en Psicología y profesora de la Universidad Complutense de Madrid recuerda: «Los valores y las normas se enseñan en casa, un padre no debe mostrar tolerancia ni mirar hacia otro lado». Los jóvenes se acercan a estos productos para imitar a sus iguales, añade Fernández, y aunque saben «que no es como comerse un chupa chups», su inmadurez les impide «valorar las consecuencias a medio plazo».
La puerta al tabaco
«Hay vapeadores que contienen nicotina baja pero producen el mismo efecto que los demás: normalizar la conducta de fumar. Con ellos intentan engancharlos a su negocio. Muchos adolescentes que no se habían planteado el hecho de fumar, empiezan a consumir estos vapeadores y posteriormente fuman», afirma Carlos Rábade, coordinador del área de tabaquismo de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ). Una encuesta reciente publicada por esta sociedad afirmaba que es más frecuente que los niños prueben antes el cigarrillo electrónico que el convencional (un 10,4% frente al 7,5%). Su consumo solo está prohibido en las dependencias de las administraciones públicas, centros sanitarios, formativos, medios de transporte y parques infantiles, por lo que es habitual encontrar a vapeadores en espacios cerrados donde nadie se atrevería ahora a encender un cigarrillo. Por ello, una de las principales demandas de los neumólogos es que se equiparen al tabaco convencional.
Para el presidente del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT), Andrés Zamorano, estos cigarrillos se podrían calificar como una especie de «rito de iniciación», que les viene «perfecto» a los más jóvenes porque son baratos y además los pueden compartir. Si la nicotina es peligrosa porque produce efectos cardiovasculares, sobre la concentración, el aprendizaje y el comportamiento de cerebros que aún no están «formados del todo», tampoco hay que desechar, añade Zamorano, las consecuencias de los que se promocionan libres de nicotina: «Irritación de las vías aéreas, asma en los niños y sustancias cancerígenas que se producen con el calentamiento, como son el formaldehído, el acetaldehído y la acroleína», añade el también coordinador del grupo de Tabaquismo de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia.
Sanidad mira para otro lado
Esta misma semana, la diputada de En Comú Podem en el Congreso de los Diputados Aina Vidal pidió al Gobierno que actúe rápido para atajar este problema y fue tajante: «No son chuches». En declaraciones a ABC, Vidal se muestra convencida de que la regulación de estos productos «está al alcance» y cree que se podrá abordar en un corto plazo. «Me han llegado mensajes públicos, pero sobre todo privados, de madres que desconocían esta situación, y también de gente joven que confirmaba lo normalizado que está el vapeo y la falta de información sobre los efectos en su salud», añade.
Desde las organizaciones antitabaco llevan varios meses alertando de un problema ante el que piensan que el Ministerio de Sanidad se ha puesto de lado. Para este año, de hecho, ya debería estar en vigor el Plan Integral de Prevención del Tabaquismo, que según espera la comunidad científica, abordará también estos nuevos desafíos que se escapan a la ya lejana ley antitabaco del año 2010. «Tenemos una ministra que lleva desde diciembre del año pasado con un plan acordado por todas las organizaciones de control de tabaco y por las comunidades autónomas y está en un cajón; esto es para que la ministra dimita», proclama Raquel Fernández Megina, presidenta de la asociación No fumadores. «No hay voluntad política de perseguir a quienes venden este tipo de productos; solo una dejadez total y absoluta», se lamenta.
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En España, según los datos de la encuesta Estudes de 2019, prácticamente la mitad de los estudiantes de 14 a 18 años han utilizado en alguna ocasión cigarrillos electrónicos, lo que supone un incremento de más del doble respecto al estudio anterior, de 2016. Según reconoce el Ministerio de Sanidad, aunque solo 3 de cada 10 adolescentes no fumadores usen estos dispositivos, se ha producido un rápido desarrollo de un nuevo mercado, que escapa a la legislación. Las leyes y textos actuales, desactualizados, ni siquiera contemplan que se use sin nicotina, aunque el mismo texto reconoce que es la puerta de entrada de los jóvenes al consumo posterior de tabaco.
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