La sequía resucita a los zahoríes, chamanes buscadores de agua
Se marean, les suben «calores» o les dan hasta escalofríos. Con un péndulo y unas varillas, estos adivinadores de lo oculto dicen «sentir» corrientes de agua. Aunque se basan en la pseudociencia de la radiestesia, la España rural demanda cada vez más sus servicios, vinculados en la Edad Media con el diablo
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Hace unas semanas, Alberto Pedrajo recurrió a tres zahoríes para saber si en su bodega de Villalba de Rioja, en la comarca de Haro, podía encontrar agua. «Soy ingeniero agrónomo, tengo una mente científica y era bastante escéptico, pero esto hay que verlo para ... creerlo».
Ninguno de los tres 'buscadores' se conocían entre sí, acudieron a la finca en momentos diferentes y, aún así, marcaron exactamente los mismos puntos por los que creían que podía discurrir una corriente de agua subterránea. Es más, coincidieron hasta en la profundidad. «Me quedé perplejo, así que decidí jugármela y llamar al pocero. Sólo la perforación costaba 22.000 euros, no era ninguna broma. Pero cuando vi salir el chorro de agua fue como si hubiésemos encontrado petróleo», relata aún impresionado por un hallazgo que sólo puede explicar el pensamiento mágico.
Pedrajo no es el único que ha optado por los servicios de estos personajes ancestrales, de los que figuran escritos ya en el siglo XIII, aunque hay historiadores que fechan su existencia mucho antes. En la España que se seca, donde el agua es un bien muy preciado, los zahoríes están cada vez más cotizados: todos con los que ha podido contactar este diario aseguran que en los últimos dos años sus teléfonos suenan con más frecuencia. Al otro lado del auricular puede haber agricultores, ganaderos, bodegueros, fincas particulares e incluso algunas explotaciones industriales. Hay trabajo.
Ciencia y, después, misterio
Uno de los zahoríes que «alumbró» -así lo llaman en el gremio- el pozo de Alberto fue Jesús, que se define como un zahorí moderno. «Yo me baso en estudios geológicos e hidrográficos antes de explorar el terreno». Después de informarse sobre las características de la tierra, llega la fase más misteriosa: por medio de unas varillas y de un péndulo «le pregunta a la tiera» y esta «le responde», asegura.
«A veces las varillas se cruzan, o el péndulo se mueve. Pero lo haces tú de forma inconsciente. El cuerpo reacciona a la electricidad»
Sergio Ávila
zahorí
Al final, cada maestrillo tiene su librillo, pero todos ellos parten de la pseudociencia de la radiestesia, que presupone que los estímulos eléctricos o electromagnéticos pueden ser percibidos por una persona por medio de artefactos mantenidos en suspensión. «A veces las varillas se cruzan, o el péndulo se mueve. Pero lo haces tú de forma inconsciente. El cuerpo reacciona a la electricidad, es el que siente los campos electromagnéticos del agua», explica Sergio Ávila, que trabaja en las Bodegas Cruz de Alba, en la provincia de Valladolid.

«Es como si el zahorí fuera la radio y la varita o el péndulo la antena de esa radio», explica Manuel, que además de ejercer como buscador de agua, es jefe de ventas en una empresa de perforaciones vasca. Manuel, como Jesús, dice que «orienta» a la gente que quiere encontrar agua de forma altruista. Lo hacen gratis, por afición. Pero la 'tarifa' del zahorí suele oscilar entre los 100 y los 150 euros por explorar una hectárea de terreno. Surge entonces la cuestión de si el zahorí nace o se hace.
Ávila afirma que hay quien tiene esa predisposición, esa «sensibilidad especial»: «Puede que poseas el don, pero se encuentre dormido. El maestro es importante. A mí, por ejemplo, me despertó mi padre».
«Yo soy zahorí de nacimiento, aunque los hay de academia. He creado un idioma en el que los aparatos son una prolongación de mi cuerpo»
Manuel
Además de 'buscador' de pozos es jefe de ventas en una empresa de perforaciones
Manuel va más allá: «Yo soy zahorí de nacimiento, aunque los hay de academia. Cuando siento la corriente a veces me mareo, me suben calores o me dan escalofríos. Normalmente, el zahorismo y la radiestesia la practican personas de buena voluntad. Yo tengo creado mi propio idioma y entiendo mis aparatos, que son una especie de prolongación de mi cuerpo», asegura, y añade que también le llaman para hacer 'Feng Shui' o para detectar lo que él denomina zonas 'geopatógenas': «No sólo me buscan para encontrar agua, sino para ver si hay energías negativas antes de construir sobre un terreno o incluso para sanar casas enfermas».
El zahorismo es una estafa a ojos de la geología. Juan José Durán, vicepresidente del Colegio Oficial de Geólogos, insiste en que el método zahorí no tiene ningún tipo de base científica: «No se conocen datos objetivos y reales de 'aciertos' o errores. Si alguien pronostica que cuando se tira una moneda al aire saldrá cara, acertará el 50 por ciento de las veces si el número de tiradas es lo suficientemente grande».
Este hidrogeólogo lamenta que «en todos los ámbitos existan creencias y costumbres alejadas de la ciencia y, desgraciadamente, las aguas subterráneas no son ninguna excepción». En esta línea, Manuel Regueiro, presidente de este colegio, remata que «ni siquiera un geólogo puede garantizar que haya agua antes de hacer un sondeo. Contra la fe no hay nada que hacer, aunque veas que es mentira».
La pendiente resbaladiza
También es crítico con la aplicación de la radiestesia Luis Santamaría, que es teólogo, destacado experto en sectas y fundador de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas. En su opinión, el zahorí puede verse como un resto simpático y muy popular del pensamiento mágico tradicional. Pero tras esa apariencia, estaría el peligro de deslizarse a las pseudoterapias: «Si uno acepta los postulados teóricos de la radiestesia tiene que aceptar que con esa técnica se puedan diagnosticar enfermedades o percibir cualquier tipo de desajuste en seres humanos o en plantas».
E indica que, como está en la línea de la superstición, es muy fácil que el zahorismo se alimente o se mezcle con el 'Feng Shui', que es una forma de geomancia que viene de Oriente, pero también con el espiritismo: «Sus resultados positivos se explican sólo mediante el azar, se trata del efecto ideomotor».

La figura del zahorí ha estado muy presente en nuestra cultura. El cristianismo rechazó siempre estas prácticas porque se trata, en esencia, de adivinación. «Se empieza por el agua, por los minerales, pero en el fondo está el deseo de conocer lo oculto o lo futuro», argumenta Santamaría. Y refiere que el propio Lutero, cuando rompe con la Iglesia romana en el siglo XVI, también dijo que el uso de varas adivinatorias era «obra del demonio».
La última referencia que hubo a nivel oficial por parte de la Iglesia fue un documento del Vaticano de 1942 que prohibió a los sacerdotes la práctica de la radiestaesia con propósito de adivinar. ¿La razón? Siempre hubo nobles y clérigos que practicaron la radiestesia y lo hacían compatible con la fe cristiana.
Fe y esoterismo
La relación entre fe y zahorismo sigue vigente. Alberto Pedrajo, que lleva años en el sector agrícola y asegura que el zahorí es una herramienta «a la que se acude de forma muy habitual», conoce bien el carácter de estos 'chamanes' hidraúlicos: «Son personas con mucha sensibilidad, pero que nunca dejan de estudiar. Diría que los hay de dos tipos: está el que es muy creyente, muy 'capillita'. Pero también aquel que en lo que cree a pies juntillas es en el esoterismo», opina.
Esa parte más esotérica es la que menos convence a Silverio Zorriqueta, el último de nuestros zahoríes y que tiene un perfil de lo más contradictorio: además de «sentir» corrientes de agua en su tiempo libre es ingeniero técnico industrial de formación. «Sé que los ingenieros tenemos fama de ser cabezas cuadradas y la verdad es que yo al principio era escéptico, pero hace cuarenta años me hice con un libro de radiestesia y me llevé la sorpresa de que funcionaba».



Zorriqueta, que suele ingresar entre 250 y 300 euros por 'exploración', asegura a este diario que el día que marque un punto de agua y esté equivocado, «se retira», pero que «hasta ahora, nunca ha fallado».
Prefiere centrarse en buscar corrientes de agua y reniega de aquellos que utilizan sus «dones» para sanar lugares y poder dormir a pierna suelta: «Yo creo que ahí ya entramos en el terreno de la sugestión. Pero sí que es verdad que aquel que ve al zahorí como un garrulo con un palo se equivoca. Por algo estamos tan demandados».
El contexto de sequía es la razón por la que están más de moda que nunca. Como expresa Santamaría, todo el pensamiento pseudocientífico se nutre de los problemas, las inseguridades y las incertidumbres: «Es lógico pensar que en los momentos en los que escasea el agua se busquen soluciones mágicas, rápidas e irreales». El zahorí ingeniero lo ve de forma muy distinta: «Hay cosas que la ciencia nunca podrá explicar».
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