La sequía en Cataluña reabre el debate de los trasvases 20 años después del Plan Hidrológico Nacional

La Generalitat rechaza la propuesta de conexión de redes con el Ebro para socorrer Barcelona

Cataluña adoptará restricciones severas ante la peor sequía registrada

El pantano de Sau, uno de los símbolos de la sequía en Cataluña inés baucells

Àlex Gubern

Barcelona

En pocos días, los grifos de varios municipios del área de Barcelona verán reducida su presión, una de las medidas de urgencia implantadas en Cataluña con motivo de la sequía que sufre el territorio, la más severa desde que se tienen registros. La reducción del caudal ... es solo una de las medidas que se han implantado, algo que irá a más cuando se decrete la fase de emergencia, cuando los pantanos de sus cuencas internas –ríos que nacen y desembocan en la comunidad autónoma– queden por debajo del 16% de su capacidad. Cuestión de un par de semanas si no se produce un inusual episodio de lluvias que los meteorólogos no prevén.

La situación es grave, con consecuencias ya visibles a simple vista –fuentes ornamentales sin agua, césped agostado…– y otras con mayores consecuencias aún por venir, como es el caso de la restricción de licencias para nuevas granjas o industrias con un uso intensivo del agua, o la prohibición de los hoteles de rellenar piscinas, algo con un impacto obvio para la industria turística si las medidas se prolongan hasta la temporada de verano.

Es en este escenario, en el que surgen de manera inevitable las críticas a una administración autonómica durante años con prioridades mucho más quiméricas, cuando se ha abierto de nuevo el debate sobre la conveniencia de los trasvases de agua o interconexión de cuencas, un asunto tabú desde que en su momento la ola de protestas consiguió dar carpetazo al Plan Hidrológico Nacional (2005). El debate renace ahora cuando las consecuencias de la sequía se dejan sentir ya en los grifos de algunos domicilios.

Del mismo modo que el plan hidrológico dividió España entre regiones excedentarias y regiones con déficit de agua, la posibilidad ahora de realizar un trasvase o interconexión de cuencas entre el Ebro y el área de Barcelona genera un rechazo frontal en Tarragona. La Generalitat, incapaz de liderar un debate que tiene mucho más de emocional que de racional, ya ha dicho que esa posibilidad ni se plantea, temerosa de un incendio político, inundación más bien, en un territorio ya muy quejoso, con razón, por albergar en su geografía infraestructuras molestas pero necesarias –nucleares, petroquímica, eólica…– que en otras latitudes de Cataluña más privilegiadas ni se plantearían.

«Es verdad que cualquier discusión entorno al agua genera una gran desconfianza, un miedo irracional, pero tenemos que ser valientes, y la manera en la que se plantea ahora es distinta a lo que fue el Plan Hidrológico Nacional«, explica a ABC Carles Conill, presidente de la Comisión de Agua, Energía y Medio Ambiente del Colegio de Ingenieros de Caminos de Cataluña. Este colegio, junto al de Economistas y al de Ingenieros Agrónomos e Industriales hizo pública hace unas pocas semanas una propuesta de «interconexión» de redes, «muy trabajada, y razonada», con objeto de superar episodios puntuales de emergencia como el que se vive ahora.

¿Qué diferencia hay entre lo propuesto en 2005 y la iniciativa actual? «El PHN se planteaba como una medida estructural, ahora tenemos claro que la autosuficiencia de las cuencas pasa por una mejor gestión, mayor eficiencia de los regadíos, construir desaladoras y, como elemento novedoso, la regeneración de aguas. Esa es la base, pero no podemos renunciar a la interconexión puntual para afrontar situaciones críticas como la de ahora, episodios que el cambio climático hará más frecuentes», apunta Conill.

La propuesta de economistas e ingenieros pasa por recuperar el proyecto que ya se elaboró para la última gran sequía, la de 2008 –entonces gestionada por el tripartito–, un plan finalmente abortado por un inusual episodio de lluvia cuando prácticamente ya se estaba empezando a licitar la obra. Con un coste estimado de unos 300 millones (200 en 2008) y 12-18 meses de obras, se trataría de unir mediante una tubería de 1,4 metros de diámetro y tres estaciones de bombeo ­–de cota 88 a cota 262– los poco más de 60 kilómetros que separan Constantí (Tarragona) de Olérdola (Barcelona). Es decir, la conexión del área de Cataluña servida por los ríos Ter y Llobregat –la más poblada y deficitaria– con la del Consorcio de Aguas de Tarragona, que se alimenta del Ebro y, a su vez, es dependiente de la Confederación Hidrográfica del Ebro, cuya autorización sería necesaria.

En definitiva, se puntualiza desde el Colegio de Ingenieros, es una conexión «reversible y puntual», limitado su uso a momentos de gran escasez, en ningún caso un caudal permanente. De hecho, la propuesta consiste en usar el caudal sobrante del conocido y desde hace años en funcionamiento 'minitrasvase de Tarragona', una concesión de 4 metros cúbicos por segundo y que ahora se usa de media sobre los 2,5, explica Conill. La conexión permitiría superar episodios de escasez en la Cataluña central, como ahora, pero también dar un suministro puntual de emergencia, en sentido inverso, de norte a sur, en caso de contaminación y corte de suministro en Tarragona.

En esta demarcación ya han puesto el grito en el cielo, como sucedió con el movimiento de oposición al PHN, aunque la cantidad de la que se habla ahora –el citado sobrante de 1,5 metros cúbicos por segundo­– no sea excepcional si se compara con las magnitudes de entonces o los 400 metros cúbicos por segundo que el Ebro vierte al Mediterráneo, o los 1.100 hectómetros cúbicos que atesora ahora un macro pantano de Mequinenza al 80% de su capacidad. Cuando se habla del agua, no hay razones.

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