entrevista
«Convertir las depresiones, a veces de forma dramatizada, en un negocio personal no ayuda a la sociedad»
Benedicto Crespo-Facorro, jefe de Salud Mental del Virgen del Rocío, lamenta que «líderes de opinión que son divulgadores en campos como la cocina, moda o decoración promuevan cosas como ayunos intermitentes de 16 horas que pueden provocar trastornos alimentarios en sus seguidores»
«No se puede descargar sobre las familias todo el peso de algunos pacientes mentales. Estuvo bien cerrar los manicomios pero faltan dispositivos»
«El consumo de tranquilizantes es un gran problema en España pero es la solución más rápida y sencilla»
«Sin sacarlo de contexto, mi ingreso en la Academia de Medicina de España es un hito en la psiquiatría andaluza»

Benedicto Crespo-Facorro es catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Sevilla y dirige la Unidad de Gestión Clínica de Salud Mental del Hospital Universitario Virgen del Rocío. El excoordinador del Plan Integral de Salud Mental de Andalucía acaba de ser elegido académico de la ... Real Academia Nacional de Medicina de España, donde representará a la psiquiatría. Miembro Numerario de la Real Academia de Medicina de Cantabria y coordinador de Programas Europeos y Relaciones Internacionales en Cibersam, es investigador principal del Grupo Psiquiatría Traslacional en el Instituto de Biomedicina de Sevilla. Obtuvo el doctorado en Psiquiatría en la Universidad Complutense y continuó su carrera investigadora postdoctoral en la Universidad de Iowa, Estados Unidos. Es Premio Fundación Banco Sabadell a la Investigación Biomédica y profesor Honoris Causa por la Universidad Favaloro de Argentina.
-Su padre era médico especialista en pulmón y corazón. ¿Qué le comentó cuando le dijo que quería ser psiquiatra?
-Siempre me apoyó y nunca me dijo que no, pero me preguntó si no había otra especialidad que me gustara más. La psiquiatría parecía entonces y todavía ahora una de las especialidades más separadas del resto de la medicina.
-Su pueblo, Alcalá la Real (Jaén) es el que tiene la tasa más elevada de suicidios de toda España (25 por cada cien mil habitantes), casi el doble que la media española. ¿Esa peculiaridad alcalareña influyó en su interés por la salud mental?
-La peculiaridad que destacaría de mi pueblo es que es el primero en España que ha puesto en marcha un programa para luchar contra el suicidio. Alcalá la Real tiene un problema de salud pública con esto, como lo tienen otras localidades andaluzas y españolas, por ejemplo, de Galicia y Asturias, pero en ninguna se ha hecho un programa así, con la participación del Ayuntamiento y de todos los vecinos.
-Supongo que usted colaborará con ese programa.
-Sí. Ese programa nace de un proyecto con financiación europea y que fijamos en Alcalá la Real. Allí el suicidio está muy presente en el día a día de la ciudad, aunque siempre ha sido un tabú y ha estado poco visible. Hablamos de un pueblo de 22.000 habitantes que tiene a muchas familias afectadas y en las que el suicidio y los temas mentales están muy integrados en la cultura y la sociedad.
-¿Se ha podido obtener alguna conclusión científica sobre las causas de esa tasa de suicidios tan elevada?
-Se han hecho varios estudios por parte de distintas universidades para tratar de explicarla, estudios sobre el clima, la altura, el agua, y ninguno ha llegado a ninguna conclusión. Puede haber un componente biológico o genético, pero también una aceptación social. Hay varias familias donde se concentran casos de suicidios en los que el abuelo o el padre se han quitado la vida y los hijos ven riesgos de que también les pase a ellos y buscan ayuda. El 80 por ciento de los suicidios consumados están relacionados con enfermedad mental o depresiones. Y si la depresión no se detecta, el riesgo está ahí. Hay que saber identificarla en cuanto se produzcan ciertos cambios para que se pueda tratar en una unidad de salud mental.
-¿El componente genético puede explicar un número significativo de casos que se dan en una misma familia?
-El conocimiento que tenemos de esas bases biológicas aún no se puede llevar a la clínica, aún está en fase de investigación. Pero todo indica que en efecto hay personas que tienen una parte molecular que los predispone a este tipo de comportamientos. Son eventos complejos, con muchas aristas, porque no hay dos suicidios iguales. Hay suicidios con un componente afectivo, depresivo, pero hay otros que son imprevistos y muy complicados de prevenirlos.
-¿La edad es importante a la hora de abordar los riesgos de suicidio?
-Lo es porque no es lo mismo un intento de suicidio en población adolescente que en personas mayores o en determinados grupos vulnerables, por ejemplo, por el estrés. La situación económica, la situación social, la soledad, el aislamiento, malas noticias de salud, suelen ser precipitantes de conductas suicidas en determinadas personas.
-A las consultas del Virgen del Rocío llegan a diario entre cuatro y cinco personas diciendo que no tienen ganas de vivir y a Urgencias llegan unas 1.500 al año relacionadas con suicidios, de las que un diez por ciento acaban mal. ¿Esto está relacionado con el estilo de vida actual y el aislamiento que provocan las tecnologías?
-Lo que estamos viendo en los hospitales es un aumento de las Urgencias, asociado a esa incapacidad de la persona de controlar una situación de crisis. La lectura de cómo va cambiando la sociedad y las herramientas con que cuentan las personas para manejarse en esas situaciones de frustración o de entendimiento de cuáles van a ser las expectativas que no se van a cumplir o la inmediatez de las expectativas. Tenemos que tener las cosas ya y cambiarlas rápido y cada vez aguantamos menos el esfuerzo. Vivimos en una sociedad que premia el placer y educa a la gente en el placer, no en el esfuerzo. El concepto de calidad de vida ha cambiado y en adultos y jóvenes actuales pasa por actividades hedónicas como hacer deporte, viajar o comer. Y la realidad hace que no se puedan alcanzar todos esos objetivos de una manera inmediata y eso genera una frustración que, si no se gestiona bien, puede provocar trastornos mentales.
-Me dijo usted hace tres años que las pantallas y dispositivos electrónicos acabarían siendo tratadas como el tabaco el alcohol y que se impondrían restricciones para los menores de edad. Parece que estamos cerca de eso...
-Hay evidencia de que las pantallas generan un aislamiento y eso lo notamos en las consultas de Salud Mental. Y muchas personas no identifican este aislamiento. También se están perdiendo habilidades de socialización que nos va limitando nuestra estabilidad emocional para poder enfrentarnos a situaciones en la vida. Y eso provoca crisis.
-¿Qué se puede hacer?
-Debemos ir hacia una concienciación social y política de la importancia que tiene poner el foco en estos temas y en factores que sean saludables. Esto se hace en otras disciplinas. Le pongo un ejemplo, nadie cuestiona las campañas que se hacen para prevenir y combatir la obesidad infantil o las campañas a favor de la salud bucodental. Pero cuando hablamos de salud mental, no hay esa concienciación. Y el boom de las pantallas y sus efectos en la salud mental y emocional del individuo es algo demostrado, aunque pantallas no sean las únicas responsables. Es algo mucho más complejo. ¿Qué estamos haciendo para luchar contra esto? El planteamiento de que alguien se pare, piense y diseñe algunas estrategias.
-¿Habría que restringirlas en las franjas de población más jóvenes?
-Igual que nos pide un uso racional de los medicamentos, hay que hacer un uso racional de las tecnologías. Las tecnologías son buenas si se utilizan bien y ahí hay que hablar de cómo, quién y cuánto.
-Hay estudios que hablan de jóvenes y adolescentes con más de seis horas diarias de exposición a pantallas como promedio.
-Esto es una barbaridad. Sería como correr una maratón todos los días. Además, ese tiempo que se dedica a las pantallas se quita a otras actividades saludables que ayudan a mantener la estabilidad y el bienestar emocional y el desarrollo óptimo de la persona.
-¿Temen los psiquiatras la llegada masiva de jóvenes a sus consultas dentro de algunos años por esta creciente sobreexposición a las pantallas?
-Sin duda. Los problemas de hoy se van a trasladar a la patología de mañana y nos tocará enfrentarnos a esas personas que habrán perdido ese bienestar por esos malos hábitos. No es solo es el excesivo tiempo dedicado a las pantallas sino que se deja de crecer en otros aspectos. Y todo eso va a limitar a esas personas.
-¿Y los trastornos que se esperan serán ansiedad o depresión?
-Que la persona no se encuentre bien no siempre es sinónimo de una patología o un trastorno. Pero ese malestar que sufre es el preámbulo de un trastorno. Y eso se puede prevenir con mejores hábitos. Normalmente ese trastorno estará relacionado con temas de ansiedad, impulsividad o inestabilidad emocional. Y eso puede producir desajustes a nivel laboral, social y a nivel de pareja.
-Los trastornos alimentarios están creciendo entre los adolescentes y jóvenes. ¿Tiene algo que ver con redes sociales como Instagram y con un canon físico imposible o ficticio?
-Esto conecta con la información que nos llega de las pantallas. ¿Quién divulga salud mental? Muchos de estos divulgadores que son buenos en decoración, moda o cocina, opinan también de salud mental y están en una posición de liderazgo sobre la población. Y vierten opiniones en el caso de salud alimentaria como la del ayuno intermitente de 16 horas. Esto desde un punto de vista endocrino causa un estrés marcadísimo para nuestro cuerpo y no se puede tomar como patrón. O, con el tema de la delgadez, se dice que si no estás delgado no puedes ser exitoso. Es algo que se transmite a la sociedad y después aparecen muchas personas con trastornos de conducta alimentaria.
-Hasta hace poco la salud mental era un tabú y ahora muchos famosos hablan de su salud mental dando pelos y señales. ¿Qué le parece?
-Estamos hablando demasiado y lo que hay que hacer es hablar de salud mental con rigurosidad. Cada uno cuenta su experiencia y algunos ven una forma de negocio y entonces venden muchos libros, van a muchas televisiones y dan muchas charlas por contar su problema de salud mental. ¿Cuál es el objetivo de esa divulgación? ¿Es un objetivo formativo o educacional? ¿O hay un interés personal? Que todo el mundo salga llorando porque tiene una depresión no nos ayuda. Otra cosa es normalizar la depresión, luchar contra el estigma o ayudar a pedir ayuda o luchar contra el suicidio. Eso sí ayuda, pero no cuando se hace por interés personal o lucrativo.
-¿Se están banalizando los problemas de salud mental?
-Sobre todo se está confundiendo a la sociedad porque los mensajes no están alineados. No es un mensaje claro y no se entiende. Y esa confusión viene de que la divulgación la hacen personas que no tendrían que hacerla. Porque los casos personales, si no están bien definidos y bien narrados, pueden confundir. Alguien dice que le va bien consumir cannabis para un dolor, pero hay que preguntarse si eso es algo que se puede generalizar a toda la población. Precisamente para eso están las academias, que deben velar por ese rol social de la transmisión del conocimiento.
-Ahora casi cualquiera puede hablar como si fuera psiquiatra.
-Exacto. Cada uno puede hablar de su experiencia o de su salud mental pero eso no se puede extrapolar al conocimiento. Hay una tendencia que es que todo el mundo habla de salud mental pero hay personas que viven de esa exposición social y que cuentan su experiencia, muchas veces de forma dramatizada. Si usted quiere contar su experiencia de salud mental, cuéntela de una manera que ayude a otros.
-La Consejería de Salud acaba de presentar un plan de prevención de suicidios tras conocerse que se han producido 5.000 intentos de suicidio en Andalucía el último año, de los que casi 400 correspondieron a menores de edad. ¿No vamos ya un poco tarde?
-Es una buenísima noticia, sin duda, como lo es cualquier acción encaminada a la prevención de suicidios. Pero creo que nos equivocaríamos si pensamos que con esta acción vamos a reducir las tasas de suicidio. El suicidio es algo muy complejo y exige poner sobre la mesa acciones mucho más diversas y heterogéneas para tener impacto. Y vamos a necesitar más recursos humanos.
-En España hay 11 psiquiatras por cada 100.000 habitantes frente a los 52 de Suiza, los 23 de Francia o los 27 de Alemania. ¿Es que en Europa tienen muchos o es que en España tenemos pocos?
-Tenemos muy pocos en España. Y también hay pocos terapeutas y monitores. Hay una gran escasez de profesionales, también de enfermeros especializados en salud mental.
-¿Y en Andalucía cómo estamos respecto a otras comunidades españolas?
-Estamos por debajo. Es necesario hace una política de captación y de fidelización de los profesionales de la salud mental que formamos en Andalucía. Hay muchos que se van a otras comunidades. También estamos muy por debajo de la media europea en psicólogos clínicos.
-Usted dirigió el Plan de Andaluz de Salud Mental y pidió sobre todo más personal: terapeutas, psicólogos, psiquiatras y enfermeros. Y la nueva consejera, Rocío Hernández, lo destituyó al poco de llegar al cargo. ¿Le dio alguna razón?
-Son puestos de confianza y entiendo y asumo que la nueva consejera tiene su idea y su equipo y que elija a personas que ella considera más adecuadas para desarrollar esa responsabilidad. Sigo colaborando con el nuevo equipo.
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