Remolacha

Estábamos muy mal acostumbrados porque la entrevista de Carlos Herrera a Pablo Casado había sido un estruendo. Más por Casado estrellándose que por Herrera, que a veces se mostraba estupefacto ante el suicidio.

Teodoro consideraría que ya hizo de malo en su discurso del jueves pasado. Casado todavía no había aparecido cuando cargó contra Ayuso. Con Pastor era una oveja. El borrego de siempre en público.

Lo que más me ha gustado de estos días ha sido cuando se revelaba que Teodoro llamaba a Feijóo Miss Galicia, que había dicho que no dimitía porque no le salía de las pelotas o que a Elvira Rodríguez le dijo: «Calla, que nunca has pintado nada», cuando ella planteó que ni él ni Casado tenían pruebas contra Ayuso. Lo que menos el preguntarse con Pastor si España quiere unos partidos políticos que cuando reciban informaciones sobre asuntos internos las tiren a la basura. Alma de cántaro, si las habéis usado para presionar a Ayuso. No las habéis llevado a los tribunales cuando las recibisteis.

Pero a ‘El objetivo’ fue a estar encantado de conocerse, a decir que era padre y esposo. ¡Esposo! Le faltó llamar alcoba a la habitación y cabello al pelo. Pero lo mejor de su actuación a lo Guillermo Montesinos en ‘El crimen de Cuenca’ («Yo soy el Cepas, yo no he hecho nada»), lo mejor y más destacable fue cuando saludó a un amigo en el Índico por si le estaba viendo.

Ojalá ser Anabel Pantoja, que cuando Jorge Javier le preguntó quién lo estaba pasando peor, si ella o Pablo Casado, preguntó si ese era el hombre del que hablaron el otro día, el de las remolachas.