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Johnny Depp: «En San Sebastián podemos hablar de cine, en Hollywood se habla de películas»

El cineasta presenta en el Festival «Crock of Gold: A Few Rounds with Shane MacGowan», un documental sobre su amigo, poeta y «gran borracho» Shane MacGowan, fundador de The Pogues

Johnny Depp en el Festival de San Sebastián EFE
Fernando Muñoz

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Será verdad eso que dicen de Johnny Depp y su capacidad camaleónica, pero, después de la jornada del domingo en San Sebastián , lo suyo no es tanto de camaleón como una suerte de superpoder para hacer que la gente a su alrededor cambie: a los de la organización del festival les cambió la cara de felicidad a desesperación al ver cómo el libre albedrío del actor les reventaba el calendario del día; al séquito español que le trae y le lleva le iba cambiando la cara de miedo a pavor ante el temor de alguna posible ocurrencia, y a los periodistas se les quedó cara de tontos cuando se cumplió la segunda hora de espera en uno de los salones de la suite 128 del Hotel María Cristina y Johnny Depp se relajaba todavía en su habitación. Pero ese poder suyo se manifiesta en realidad después, cuando aparece con ese andar a lo Jack Sparrow y las caras de enfado, miedo o desesperación se convierten en sonrisas.

Porque Johnny Depp, como las grandes estrellas norteamericanas, sabe cómo venderse y cómo comprar los afectos de los que se cruzan con él con apenas un gesto. A los seis periodistas que reunió en la suite los recibió con una copa de txakolí en la mano -que no era la primera del día y ni mucho menos sería la última- para hablar de «Crock of Gold», el documental que ha producido sobre su amigo Shane MacGowan, el poeta y cantante punk líder de The Pogues . Pero antes de empezar a hablar de la película, Johnny Depp se quitó la mascarilla (a distancia y prometiendo que se ha hecho una prueba hace escasas horas) e hizo ver que lo más importante para él en ese momento sería estrechar la mano de los presentes si pudiera y, mientras les preguntaba su nombre, se esforzaba en tratar de repetirlo en el mejor español posible.

Copas con The Pogues

Hecha la presentación, dio un trago al vino y se lanzó a hablar de Shane MacGowan, que además de poeta y cantante es, sobre todo, un magnífico borracho. Y no como insulto. Shane MacGowan empezó a beber con seis años en su Irlanda natal junto con su tía y acabó reventando los pubs de Londres en los conciertos más salvajes que se recuerdan en una ciudad donde antes el listón lo pusieron The Clash o Sex Pistols . Ahora, a sus 61 años, después de una carrera donde llegó a dar 363 conciertos en un año -y todos hasta arriba de «speed», ácido o cualquier otra sustancia con la que acompañar el alcohol- vive postrado en una silla de ruedas, con la parte derecha de su cuerpo paralizada... e incapaz de soltar la copa.

En el documental, cuyo título apostilla «A Few Rounds with Shane MacGowan», algo así como «unas rondas con Shane MacGowan», Johnny Depp le acompaña en el exceso etílico durante una larga conversación, en la que se recuerda, a base de archivos documentales y otra entrevista a Shane realizada por su esposa, la periodista Victoria Clarke, todo el recorrido vital de un poeta que siempre estuvo buscando a la musa flotando en el sueño de la alucinación .

Un viaje sideral

«Para hacerte amigo de Shane te tienes que ganar los galones», contó Johnny Depp. «Hay muy pocas personas que hagan lo mismo que él, y que vivan de esta manera. Llegas a odiarlo y a amarlo, te llega a veces a escupir... Te va probando para asegurarse de que eres uno de ellos, te reta», confesó el actor, que para ganarse esos galones una vez estaba con Shane cenando en Dublín y en mitad de la cena el poeta le pasó tres pastillas, se las tomó y cuando recuperó la consciencia de sí mismo se dio cuenta de que había acabado en el sur Francia tres días después sin saber cómo .

Es una estrella atípica Johnny Depp. Cuenta anécdotas que ningún otro compañero haría públicas . Y le da igual, porque en el fondo parece haber construido un personaje sobre el cinismo de su renegar de Hollywood. Como en una escena del filme, en la que le pregunta a Shane por «Piratas del Caribe» y el irlandés le responde que por qué cree que aguantó hasta el final sin dormirse, a lo que el actor le responde a la gallega: «¿Qué te hace pensar que yo aguanté hasta el final?».

«En San Sebastián podemos hablar de cine, en Hollywood se habla de películas . Con eso está todo dicho», lamentó el actor, que parecía empeñado en hacerse de menos: «No me considero un artista, no me veo a la altura de otras personas a las que admiro tanto. Me han enseñado mucho y he aprendido mucho de ellos, incluido Shane. Uno intenta hacer todo lo que puede, como por ejemplo, me acerco al tema desde el corazón, desde la perspectiva de un artista, pero lo puedo hacer porque soy alguien que piensa que quizá el cine no me va llevar hasta el punto del arte», confesó Depp, que dice no ser bueno «siguiendo estructuras ni límites».

En eso se parecen mucho los otros dos protagonistas del día en San Sebastián: Thomas Vinterberg , uno de los fundadores de Dogma 95, aquel movimiento que pretendía romper con todo lo establecido, y El drogas, el cantante de Barricada. El primero presentó en Sección Oficial «Druk (Another Round)», también con el alcohol como protagonista, mientras que el cantante español presentó un documental biográfico que le ha hecho el director Natxo Leuza. «La bebida es un contrato en cierto modo con lo incontrolable», apuntó el director danés, que resumió en una frase las vidas de excesos de los hombres que el domingo se adueñaron de la pantalla grande.

Amor de la ciudad

Pero protagonista en la ciudad solo hubo uno. Después del rato con los periodistas, Johnny Depp se fue a hacerse la foto oficial frente a la playa, y de nuevo apareció su súper poder. La gente en las toallas se dio la vuelta, y en lugar de mirar al mar le dieron la espalda: había un nuevo sol en San Sebastián que atraía todas las miradas. Encantador como cada minuto que ha pasado en la ciudad, el actor se acercó a la gente desde lo alto del paseo y amenazó con saltar a la arena para reunirse con los bañistas. Había convertido la arena en una alfombra roja. Lo único que le faltó en la mañana del domingo fue convertir el agua en vino. Para poder echarle un trago .

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