'La red fantasma' y 'No hay amor perdido': Película sobria versus película ebria
Los estrenos de la semana en cines
El estreno de 'La red fantasma' y 'No hay amor perdido' ilustran dos maneras antagónicas de contar una historia y que ambas sean eficaces
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No es el caso de hacerle la prueba de alcoholemia a las películas, pero entre los estrenos de esta semana hay dos títulos que ilustran dos maneras antagónicas de contar una historia y que ambas sean eficaces. Está el estreno de 'La red fantasma', de Jonathan Millet, ... cuyo argumento de espionaje y venganza se desarrolla con suma contención (sobriedad) sin que por ello reste tensión o intriga; y el estreno de 'No hay amor perdido', de Erwan Le Duc, entre la comedia y el drama, incorpora a su relato un frenesí y una locuacidad cercana a la incongruencia (ebriedad) que también le agrega a la historia buenas dosis de ternura y sentimiento.
Además de que ambas películas puedan ser portada y contraportada de un modo de entender el cine y presentarlo al espectador, cada una de ellas contiene elementos, ideas, situaciones y personajes dignos de comentario.
'La red fantasma' alude a un grupo secreto que persigue por el mundo a los dirigentes fugitivos del régimen sirio, y la actualidad cambiante de ese país no da para más explicaciones. La acción transcurre en Francia, donde uno de los miembros de ese grupo, un profesor exiliado, llega tras la pista de uno de sus torturadores. Es, pues, una película 'para' la acción y la venganza, aunque su director la desapasiona por completo, la inunda de sobriedad narrativa y construye un relato más reflexivo que de género enérgico. Hay misterio en las causas y efectos de su protagonista y también del antagonista, y las paranoias de ambos, aunque prevalece la atención en cuestiones como la venganza o la justicia. El tono realista, los pasos minuciosos, incluso repetitivos, de la trama, las dudas y conflictos internos…, en fin, es un modo de narrar los sucesos. Otro bien distinto hubiera sido el enviar a Tom Cruise o Bruce Willis a la captura del torturador.
'No hay amor perdido' se titula en su francés original 'La fille de son père', que es exactamente la esencia de la película, un padre cuida de su hija recién nacida cuando la madre se larga sin apenas despedirse. Breve, rápida y estrambóticamente, Erwan Le Duc cuenta al principio el rápido, breve y estrambótico amor entre la pareja y el hundimiento en que cae él con la huida de ella. Pero la película se para con algo de gracia loca en la relación de padre e hija, ya en la adolescencia, y en la tristeza trufada de comicidad que tienen entre ambos. La elección del actor es perfecta, Nahuel Pérez Biscayart, con un físico adecuado a las necesidades de drama y comicidad de su personaje, y también el de ella, la hija, Céleste Brunnquell, con sorna y sentimiento en el rostro. El tono, los diálogos horneados con ironías y finuras intelectuales, las situaciones desorbitadas, todo le permite a la trama caer de bruces en lo emocional sin que dé la impresión de blandeo. Una película bien conducida aunque no pase en lo formal el test de alcoholemia.
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