Crítica de 'Los asesinos de la luna' (****): Un Scorsese más viejo, más sabio, más diablo
El director se toma su tiempo (casi tres horas y media) pero no hay nada de este tiempo, ni un minuto, que se pueda considerar muerto
Martin Scorsese: «El éxito de 'Barbie' y 'Oppenheimer' me da esperanza en el futuro del cine»

Martin Scorsese cumplirá en unas semanas 81 años y ahora estrena la última película de una filmografía cuajada, respetada, admirable y probablemente indestructible. Una obra ejemplar, a pesar de que buena, o la mejor, parte de ella se ha prendado de ambientes abyectos y ... personajes despreciables: podría sacarse de sus películas una lista casi completa de las mezquindades del ser humano. En 'Los asesinos de la luna' afila aún más su mirada y cuenta una historia (realmente ocurrida en lo esencial) en la que la crueldad, la avaricia y la banalidad ocupan prácticamente toda la pantalla, aunque deja un resquicio de luz, un personaje, una mujer india que borra ese miserable encerado con una dignidad absoluta.
El argumento ocurre en Oklahoma, en la tierra de la nación india de los Osage, donde empezó a brotar petróleo a principios del siglo XX y los convirtió en propietarios de fortunas difíciles de administrar. Allí llega como veterano de guerra Ernest Bukhart, un Leonardo DiCaprio lleno de energía y vacío de sesera que busca cobijo al lado de su tío, William Hale, el Robert De Niro preferido por Scorsese, amigo de los indios, padrino de todo el mundo, cínico, cruel, manipulador y con la codicia supurándole por los colmillos. Scorsese no necesita levantar el índice para que sepamos que lo que cuenta va de 'progreso', de poder, de falta de respeto a los nativos, de los tartamudeos de la Ley o de los quebrantos y transgresiones en la construcción de los Estados Unidos, y todo eso queda diluido y potentemente manifiesto en el interior de su historia, una película de crímenes, de impunidades, de tradiciones nativas y de amor con escalas tonales para reflexionar sobre él.
La artillería de Scorsese
Con su cine deslumbrante, con toda su artillería en la puesta en escena (tiene mucho trabajo y se luce el fotógrafo Rodrigo Prieto), con todo el aroma de un wéstern tardío, Scorsese propone dos líneas argumentales para su narración, la que une a Ernest Bukhart y William Hale, el joven sin luces y su tío viejo y canalla, y la que une a ese joven con Mollie, una Osage de sangre pura, propietaria rica y de una nobleza gigantesca en aquel páramo amoral. Este personaje lo interpreta Lily Gladstone con el estilo, el humor, el dramatismo y el atractivo necesario para dejar en segundo plano el duelo interpretativo entre DiCaprio y De Niro. Ella absorbe lo mejor, lo auténtico y lo digno de la película, y solo cuando está DiCaprio con ella alcanza también la cima interpretativa. La relación entre ambos, tan cromática, luminosa, oscura e indignante le da recorrido al personaje de DiCaprio, lo exprime como actor, pero es Lily Gladstone la directora de esa orquesta.
La mirada de Scorsese lo abarca todo, el poblado, sus pobladores, sus conflictos, la resolución salvaje de ellos, los calculados asesinatos de indios y familiares molestos, la falta de escrúpulos, la estupidez, la traición, el dolor… Se toma su tiempo (casi tres horas y media) pero no hay nada de este tiempo, ni un minuto, que se pueda considerar muerto: la narración es tan viva, tan ágil, tan compleja e inquietante que no hay ni un resquicio por el que salir de ella. Hay secuencias prodigiosas, planos y movimientos asombrosos, pero hay también un magnífico peinado de lo íntimo, de recogida de lo cercano, especialmente entre ellos dos, DiCaprio y Gladstone, que enriquece, perturba y propone claroscuros en su relación.
Y casi como anécdota se puede subrayar lo brillante y juguetón que se muestra Scorsese (un 'se muestra' literal, allí plantado ante su propia cámara) al buscarle una solución final a su película, un acomodo inolvidable, una especie de homenaje o elogio de su cine a la radio.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete