Crítica de 'Argentina 1985': Semblanza de un fiscal y de un proceso histórico
La historia tiene un alto componente de amparo en hechos reales, pero también elementos de ficción, dramáticos y familiares que la hacen entretenida y atractiva para el público
Ricardo Darín, el verdadero hombre de consenso entre transiciones

Recién presentada en el Festival de San Sebastián y elegida por el público como su película favorita de esta edición. Tiene en su punto de mira el juicio contra los responsables de la dictadura militar argentina y la trabajosa actuación del fiscal Julio Strassera; es decir, que la historia tiene un alto componente de amparo en hechos reales, pero también elementos de ficción, dramáticos y familiares que la hacen entretenida y atractiva para el público. El director, Santiago Mitre, que conoce los resortes del thriller político (‘La cordillera’, y también con Ricardo Darín) lo adereza aquí con el gancho casi siempre infalible de las películas de juicios y la posición inequívoca de la cámara, junto a los acusadores y frente a los acusados, Videla y su Junta Militar.
Los puntos de interés de la trama están bien elegidos y narrados, desde la composición y dedicación del joven equipo de juristas que colaboraron con Strassera, a la sensación de que tenían que luchar contra una gigantesca y amenazante trama aún presente en los poderes del Estado, o los testimonios terribles , con siniestra sensación de veracidad, de algunas de las víctimas y familiares. Por otra parte, está el conflicto personal y familiar de Strassera, interpretado con la habitual fuerza y agilidad de verbo que Ricardo Darín le inocula a sus personajes, además de un sentido del humor que no está en el ambiente, pero sí en su modo de paladearlo y escupirlo. Ese equilibrio entre broma y tensión, acompañado de un ritmo veloz, tropezante, consiguen aligerar el peso de su larga duración.
El director ha optado por una línea narrativa clara, podría decirse ‘hollywoodiense’, y una puesta en escena magnífica en su ambientación, sin exceso de complejidades, truculencias, ni ese otro exceso de poblarla de ‘flashback’ y minas sentimentales; le quita por completo la voz a los acusados, de los que nadie duda ni de su culpabilidad ni de su atroz villanía, y deja la razón y los argumentos en su lugar, lo cual, sin duda, no deja ningún resquicio a la complejidad y la discusión, y la historia vive por completo en el lado ‘cómodo’ para el espectador, el que quiere ver y oír, de ahí la buenísima relación entre ambos, la película y su audiencia .
Noticias relacionadas
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete