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MAR DE FONDO

La farsa del pacto de Estado

El enésimo trato de privilegio de Sánchez a Cataluña: un cupo del 25 por ciento de las ayudas reservadas a costa de los demás territorios

El chiringuito del sanchismo

Luigé y la moral del sanchismo

Teodoro León Gross

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Incluso Pedro Sánchez, al que no le falta intuición política, sabe cuándo toca escenificar cierto sentido de Estado. Ha vuelto a ocurrir con la crisis arancelaria. Eso sí, aunque tiene dotes para adivinar por donde sopla el aire del 'momentum', tiende a fallar en la ... puesta en escena: a su interpretación siempre se le ven demasiado las costuras teatreras. De hecho, transmite, a su pesar, una falta de autenticidad absoluta. Claro que la simulación, en su caso, es una seña de identidad. Sólo un tipo como Sánchez tiene el cuajo de presentar una campaña con el eslogan de «Nuestros valores no están en venta. Nuestros productos, sí. Compra lo tuyo. Defiende lo nuestro». Ahivá la leche: ¡Nuestros valores no están en venta! El castizo diría aquello de hay que joderse y agarrarse para no caerse. Ojalá el sanchismo supiera vender productos con la misma eficacia con que vende sus principios, como ya demostró encamándose con Podemos, entregándose a Bildu, vendiéndose a Puigdemont, pervirtiendo el Código Penal contra sus promesas, abaratando el golpismo, traficando con la amnistía contra el Estado de derecho, incumpliendo todo lo prometido sobre la separación de poderes… ¿A quién le extraña que su jefe de gabinete se doctorase brillantemente en la teoría del engaño político?

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