TRIBUNA ABIERTA
El desprecio de los saberes
Aquella vuelta a los estudios nobles que Fray Luis sentía cuando el otoño estaba llamando a la puerta es toda una proclamación de la sustantividad que los saberes han de tener
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Con el verano ya en retirada, el mes de septiembre marca en el calendario una línea divisoria de mayor entidad que la del mes de enero, ya que el valor iniciático del curso escolar, una vez pasadas las vacaciones estivales, ha terminado contagiando a las ... restantes actividades de la vida en sociedad. Ya la cuesta de septiembre es más empinada que la de enero, y esa condición auroral del mes de las vendimia viene sustituyendo desde hace tiempo a la del año natural que ha marcado secularmente la vida de Occidente.
Comentando la llegada del otoño y la proximidad del curso universitario en las aulas salmantinas, Fray Luis de León, con el « vuelo de sus alas quebrado por el traidor torbellino» urdido por sus enemigos los dominicos, le decía en una oda a su amigo el licenciado Juan de Grial que lo desapacible del tiempo otoñal, cuando el viento envía «soplando espesas nubes» y «los bueyes van rompiendo los sembrados» que han de florecer en primavera, «convidaba» a dedicarse a los «estudios nobles». Con esta última expresión el gran poeta agustino declaraba su pasión por los saberes tanto antiguos como modernos, aquellos saberes sustentados en la tradición judeocristiana y codificados en los 'studia humanitatis' que conformaban el sistema escolar de entonces. Hay tanta fruición y tanta efusión intelectual en este modo de expresar su deseo de volver a los libros tras el paso del verano (una auténtica 'invitación' otoñal como un regalo de la propia naturaleza) que en esa frase de Fray Luis se reflejan la razón y el sentido del secular calendario escolar que ha regido y rige la vida escolar de Occidente desde los mismos tiempos medievales.
Volver a los libros, volver a los «estudios nobles», al conjunto de saberes que aportan tanto al escolar como al docente el conjunto de conocimientos que hacen posible primero su propia formación y después su propia creatividad, dos fases de un mismo proceso que no pueden intercambiarse en el tiempo sin anular sus efectos benéficos. Nadie duda de la pertinencia de que el alumno desarrolle competencias, habilidades, destrezas o iniciativas, por recordar la terminología al uso del actual 'curriculum' escolar en las leyes y disposiciones oficiales. Lograrlo será, sin duda, un signo de madurez y una señal inequívoca de que el alumno ha asimilado los contenidos que previamente les han sido transmitidos por el profesor en la andadura de todo un curso escolar.
Pero será del todo imposible conseguir tales propósitos sin una correcta asimilación de tales contenidos. Sin ellos, toda iniciativa personal del alumno, por muy voluntarista que éste se muestre, y por mucho entusiasmo que el docente le ponga a su tarea, derivará inevitablemente en un vacío temático cuando no en un subjetivismo inane o en la simple caricatura de un discurso con un mínimo de sentido. Faltando el cimiento cognitivo, es decir, los saberes que den consistencia al pensamiento y hagan posible una ideación propia realmente sólida, todo lo que se intente levantar sobre este vacío carecerá de sustancia y derivará, como hoy sucede en nuestro sistema escolar, en un entramado nominalista escaso de concreciones en el que nadie quiere reconocer públicamente que el rey va desnudo. Como la pantalla del ordenador lo soporta todo, la informática disimula actualmente, como antes lo hiciera el papel, la insustancial palabrería que hoy inunda la normativa de nuestra escuela secundaria.
Aquella vuelta a los estudios nobles que Fray Luis sentía cuando el otoño estaba llamando a la puerta es toda una proclamación, hoy muy necesaria, de la sustantividad que los saberes han de tener como principal sustento de todo sistema escolar que se precie. Y el profesor que los trasmite con rigor y con entusiasmo una figura insustituible para la maduración de los alumnos. Sólo así éstos podrán generar cuantas iniciativas se quieran. Porque sólo el que realmente sabe estará en grado de proyectar esos saberes más allá de los saberes mismos.
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