tribuna abierta

El búnker de abril

El kit sevillano de emergencias es bastante elemental, en su versión reducida consta de una postal de la Macarena o del Gran Poder, que se amplía con unos botellines de Cruzcampo, un poco de incienso para quemar y unos altramuces

José María Jurado

En Francia han alertado a la población para que dispongan de un kit de supervivencia ante las grandes amenazas geoestratégicas que se ciernen sobre Europa. En Sevilla, como aldea tartesia que aún resiste al invasor -hay que ir interiorizando el lenguaje bélico- eterna y adrianamente ... acampado en Santiponce, nos tomamos muy en serio todo lo que sucede en el país vecino de Cataluña y Vasconia. Francia nos legó la Carmen, que ahora ha cumplido siglo y medio, y a cambio solo vaciaron las iglesias de la ciudad de sus Murillos cuando Napoleón ordenó que nos hicieran un Ucrania. Procede resignificar aquel expolio, en pro del buen entendimiento entre países que van a compartir el muro de defensa, como lo comparten Sevilla y Triana. Aquello no fue sino un intercambio, una inversión en arquetipos que ha hecho de los franceses los grandes embajadores de la tauromaquia.

Además, ellos tienen la bomba atómica y Sevilla solo tiene un pequeño atomium frente a la estación de Plaza de Armas y un huevo gigante de Colón que, como regalo ruso, habría que desmontar si optáramos por la neutralidad, para ser neutral ha convenido siempre, como bien saben en París, no tener huevos.

El caso es que el kit sevillano de emergencias es bastante elemental, en su versión reducida consta de una postal de la Macarena o del Gran Poder, en su versión extendida se amplía con unos botellines de Cruzcampo, un poco de incienso para quemar y unos altramuces vitaminados. Para abordar realmente la que se avecina deberíamos invertir en búnkeres y deberíamos hacerlo cuanto antes, sobre todo porque, aunque dispongamos de un amplio arsenal de armas químicas, desde el azahar al referido sahumerio cofrade, están prohibidas por la convención de Ginebra con tónica. En la línea uno de metro no cabemos todos y en las demás líneas la seguridad brilla por su ausencia, la de las líneas.

Propongo al ayuntamiento la construcción de un búnker periurbano para un millón de personas, turistas y sevillanos de todas las sevillas, a salvo de las invasiones bárbaras. Creo que con un poco de esfuerzo podríamos tenerlo listo si no en abril, seguro que en mayo. Como la tuneladora se vendió como chatarra habría que hacerlo en superficie, por lo que habría que invertir en camuflaje y cubrirlo todo con lonas de color verde y rojo. Pienso que con unos mil módulos debe de ser suficiente, para facilitar el acceso se dispondrían todos en un damero, copiando el modelo del campamento de Itálica (están locos esos romanos). En la puerta de cada recinto habría que ubicar a algún agente de la autoridad que revisara los tickets que previamente se hubieran repartido entre los empadronados, estableciendo módulos separados para los turistas, no se vayan a quedar sin refugio las criaturas. Como en la ciudad desde Bailén no hemos vuelto a vernos involucrados en escaramuzas, habría que aprovechar la fuerza caballar de la ciudad, la del pimiento morrón, pero también la equina, y que los carros de combate circularan enjaezados, con los mozos y mozas de uniforme, que encargaríamos a la industria textil autóctona, de Álvaro Moreno a Pilar Vera, beneficiarios directos de esta pujante economía de guerra.

La logística de avituallamiento hay que coordinarla con precisión, treinta mil kilos de langostinos de Sanlúcar y otros tantos de gamba de Huelva, cinco mil arrobas de chicharrones de Cádiz y diez mil jamones de jabugo permitirían una autonomía de una semana. Hay que darse prisa en los mercados por la cuestión arancelaria, sobre todo ahora que la riada volvió a delimitar las fronteras entre los dos hemisferios, Sevilla y Cádiz, que cartografiara el cosmógrafo Fernando Villalón. Me temo, no obstante, que la subida de precios será inevitable y quizá haya que imprimir más tickets para el rancho.

Los druidas trabajarían también esos días a destajo preparando la poción mágica que nos legaron los fenicios, ese rebujo de zumo de uva prensada y envejecida en botas de roble que refresca el Atlántico Norte, y las burbujas cítricas de esa bebida americana (algún día habrá que plantearse la ruptura de esta alianza etílica) que imita a la casera.

Para evitar confusiones habría que señalar el lugar con un arco de triunfo, una portada visible desde todos los puntos cardinales con alegorías triunfantes de la ciudad invicta, que vean que no les tenemos miedo. Si todo se hace como es de esperar quizá en unas semanas podríamos llevar a cabo el primer simulacro atómico con un castillo de fuegos artificiales que encendieran los cielos nocturnos como los hongos que se recogían en el Desierto de los Álamos -de los álamos vengo, madre- y no como los gurumelos de Aracena, con los que habría que completar el avituallamiento.

La resistencia está asegurada, sale uno a las calles estos días de primavera, y el perfume del naranjo y los efluvios de manzanilla lo anuncian a la rosa de los vientos de la OTAN: ¡ya huele a búnker!

SOBRE EL AUTOR
José María jurado garcía-posada

Poeta

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