TIEMPO RECOBRADO
El triunfo de la desmemoria
Si Bildu no ha condenado los crímenes de ETA es porque no le hacía falta y porque no puede ni quiere desmarcarse de ese legado de violencia e intimidación
Sobre la memoria histórica
Colapso
Cuenta Gregorio Morán en el prólogo de 'Los españoles que dejaron de serlo' que ETA había asesinado a un concejal en Zumárraga en 2000. En medio de la plaza del pueblo, una mujer se acercó a uno de los líderes de Batasuna y le ... susurró: «No quiero que matéis a mi marido, Joseba». A lo que el interpelado respondió: «No hay que simplificar». La respuesta ejemplifica mejor que cualquier discurso la actitud de la organización terrorista y su brazo político, que, durante 43 años, asesinó a 850 personas por razones que creía justificadas. Sostenían que el tiro en la nunca era la respuesta a lo que ellos calificaban como un Estado opresor y que sus víctimas no eran seres humanos sino representantes de una maquinaria represiva.
Este relato, que dominó la política vasca, fue asumido parcialmente por el PNV, que acuñó la expresión de que ETA movía el árbol y ellos recogían las nueces. Arzalluz siempre consideró a los etarras los hijos descarriados del partido de Arana. La Transición y los años posteriores estuvieron marcados por un aumento de los crímenes de la banda, que vio en la democracia un blanqueamiento del franquismo. El PNV no votó a favor de la Constitución mientras buena parte de la sociedad vasca cerraba los ojos a los asesinatos y empujaba al exilio o la marginación a quienes los denunciaban.
A mi modo de ver, no hubo Transición en una Euskadi donde la democracia parlamentaria sirvió para que la gente votara, pero no para que pudiera expresarse con libertad ni cuestionar los dogmas del nacionalismo. El verdadero impuesto revolucionario, peor que el de ETA, fue ese clima asfixiante de coacción.
Hoy las cosas son mucho mejores porque no hay asesinatos y la gente no sufre el terror, pero la sociedad vasca ha hecho un ejercicio de amnesia que ha dejado a Bildu a un paso de ser la principal fuerza política. Los votos del PNV y la izquierda abertzale han sumado el 68 por ciento.
Si Bildu no ha condenado los crímenes de ETA es por dos razones. La primera, porque no le hacía falta. Y la segunda, porque no pueden ni quieren desmarcarse de ese legado de violencia e intimidación. La «lucha armada» fue el eje ideológico que legitimó su acción política. Desprenderse de ese equipaje es reconocer que se equivocaron en todo.
La memoria humana es muy precaria, el tiempo pasa y hay una nueva generación que no sufrió aquellos horrores. A lo que se añade el relato de la izquierda abertzale de que todo eso quedó atrás. La pregunta es ahora por qué esos asesinatos le han salido gratis a Bildu y por qué el nacionalismo ha arrasado. Ha triunfado la desmemoria, sí, pero ese es el efecto y no la causa, que reside en que los partidos estatales nunca han logrado contrarrestar ese nacionalismo que impregna la sociedad y que exime de cualquier autocrítica del pasado.
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