TIRO AL AIRE
Feministas en esta casa
El feminismo es guerrero desde el inicio, porque toca la raíz de la sociedad. Por eso molesta
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Quizá fue Emilia Pardo Bazán la primera mujer feminista que escribió en estas páginas. No siempre comulgó con el término. Ya en sus tiempos el vocablo en sí, feminismo, levantaba polvaredas. No por eso dejó la escritora gallega de reivindicar igualdad de derechos para ... nuestro sexo. No lo consiguió totalmente para sí –nunca pudo entrar en la RAE–, pero sí dejó 'checks' para la historia: fue la primera mujer conferenciante y socia del Ateneo de Madrid. Murió, en 1921, bastante antes de que el 8 de marzo se constituyera oficialmente como el Día de la Mujer. Nos quedamos sin saber qué hubiera opinado de que haya una efeméride para celebrar el camino recorrido gracias a mujeres como ella. Y para reivindicar todo lo que aún nos falta.
El testigo de doña Emilia fue recogido, entre otras, por Sofía Casanova. A lo mejor a la primera corresponsal de guerra española tampoco le encajaría mucho que la etiquetáramos como feminista. Lo fue. Como tantas y tantas que desafiaron costumbres y derribaron muros.
Entre las feministas que me precedieron en estas páginas no puedo olvidarme de Carmen de Burgos, Colombine, quien escribió más abiertamente sobre la educación de la mujer y la igualdad de derechos.
Josefina Carabias, otra de esas mujeres que empezaron a hacer cosas que no eran de chicas, como ser periodista, también tuvo su vinculación con esta casa. Recibió el premio Luca de Tena en 1951. Carabias elogiaría abiertamente a otra de las voces feministas que se alzaron desde este periódico, como la de la jurista Mercedes Formica. Falangista, eso no le impidió alzar la voz contra el machismo en pleno franquismo con su artículo 'El domicilio conyugal'. Tan demoledor contra los malos tratos que, además de repercusión internacional –'The New York Times', la agencia Magnum mandó fotógrafa–, logró la titánica tarea de cambiar el Código Civil de un país donde la sumisión de la mujer ni se discutía. Y bien sabemos las mujeres que para cambiar las cosas hay que discutir. También entre nosotras.
Aquellas pioneras no rehuyeron las polémicas. No sé si porque no quisieron o porque, como hoy, no les quedó otra. No se puede elegir. El feminismo es guerrero desde el inicio, porque toca la raíz de la sociedad. Por eso molesta. Lo que no lo hace, lo que no remueve, no es un movimiento político, sino una colección crucero, un Pantone efímero.
«El feminismo no es el afán de querer ser hombres las mujeres, sino el empeño de conseguir para ellas la cultura y la justicia que hasta hoy se les ha negado», dejó dicho, bien dicho, doña Emilia. Pero hay quien todavía nos niega el derecho a la cultura del debate, de la discrepancia. Quien, a la vez que adula a los hombres por enfrentarse en el ring político, critica a las mujeres por lo mismo. Y luego que para qué tanto 8-M.
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