TIRO AL AIRE
Abortitos
En el cine todo parecido con la realidad es pura casualidad incluso en los dilemas morales o, sobre todo, en los dilemas morales
'Match Point', de Woody Allen, es una película que parece que va de tenis, pero en verdad es una cinta sobre el aborto. Hombre, esposa, amante. La pareja oficial tiene dificultades para concebir. La extraoficial, con la divina Scarlett Johansson, se enfrenta a un ... embarazo no deseado, al menos, por el protagonista. En el cine todo parecido con la realidad es pura casualidad incluso en los dilemas morales o, sobre todo, en los dilemas morales. Pero ahí están los tercos datos. Las cifras de abortos. El aumento de clínicas de fertilidad.
Antes de seguir, he de apuntar que me parece más fácil mantener una postura antiabortista que la mía. El antiabortista puede decir 'lo soy' en el 100% de los casos. Tema zanjado. La cuestión es que no es así. Existen más supuestos de los que abiertamente se discuten. He aquí un melón que sólo se abre en círculos muy específicos y se obvia en otros. Sospecho que porque mejor tapadillo o por… el dinero que mueve.
El producto estrella de las clínicas de reproducción –crecen como setas en España– es la 'in vitro': fecundación de óvulos con espermatozoides en el laboratorio y selección de los embriones. Descartes por genética. Aprueban los mejores. ¿Criterios médicos o aborto por garantía? Se calcula que para cada 'in vitro' exitosa se necesitan varios embriones. Abortitos colaterales. De los que pasan el corte no todos se implantan. Ahí se quedan. Congelados.
En la parte oficial se habla de donación a otras parejas y a la investigación. Pero ni las clínicas dan demasiada información ni al parecer todas las parejas deciden al respecto. Se apunta a miles y miles... olvidados.
Habría que preguntarse cuál es la diferencia entre un aborto voluntario en las primeras semanas y esos embriones desechados en primera fase o aparcados en la última. Alguien dirá que una cosa es el sexo sin voluntad de descendencia y otra buscarla en una probeta cuando no viene por roce. ¿El fin justifica los medios? Incluso, ¿si el destino del embrión es el mismo?
Por eso, esa mayor beligerancia contra el aborto dentro de nuestros cuerpos permite sospechar que todavía se quiere castigar el disfrute del sexo –en la mujer– y cuadra con un argumento que denuncian desde hace décadas las feministas. Una de las teorías que explica la opresión del patriarcado es que los hijos son siempre de la madre. Antes de las pruebas de paternidad, la única garantía de apellido, de herencia, pasaba por atarnos en corto. Las cuerpas, controladas.
Hay intelectuales que señalan que si los hombres se quedaran embarazados poco se discutiría sobre el aborto. No sé. Lo que es seguro es que no se reduciría el debate, como solemos ver, a una cuestión de mujeres. Como si para engendrar a un niño no se necesitaran un óvulo y un espermatozoide. Tanto dentro de nuestros úteros como en un laboratorio. Así en el cine como en la vida real.
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